Por Félix Cortés Camarillo
Se han cumplido ocho meses del atentado criminal en contra de Ciro Gómez Leyva, respetado compañero y que tengo en gran estima, y a la fecha la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México no ha reportado resultados de significancia; si acaso, una quinteta de llamados sicarios que pueden estar ligados a la realización material de la agresión artera están en prisión indefinida.
Ni un solo rastro del móvil o del autor o autores intelectuales de la intentona del 15 de diciembre pasado, cerca de la media noche: nada de transparencia o información amplia sobre el avance de las supuestas investigaciones. Simplemente un silencio que se antoja cómplice.
Esto tampoco es motivo de asombro.
Todos los mexicanos, lamentablemente, hemos sido permanentemente testigos del tortuguismo –ya por impericia, ya por inercia burocrática, ya por corrupción- que en nuestro país sufre la administración de justicia. Hay miles de mujeres y hombres mexicanos presos en este país y sujetos a procesos durante cinco, ocho, diez años, que no han conocido sentencia. Ni la conocerán. El caso de Ciro no tendría por qué ser especial.
Pero sí.
Ciro Gómez Leyva no es solamente un periodista cuya calificación profesional es indudable, su perfil ético de equidad admite poca objeción y su aceptación pública es clarísima. Más existe un factor adicional: Gómez Leyva ha sido persistentemente un crítico agudo de palabras y acciones del gobierno del presidente López. Con justa razón y argumentos congruentes. A mayor abundamiento, en las diatribas que suelta Lopitos cada mañana en su sermón doctrinario del cuatrote, Ciro ha sido frecuente destinatario de las ofensas y las mentiras.
Reconozcamos, sí, que el presidente López sin abandonar su política de agresión mentirosa hacia los que no comulgan con las piedras de su molino, ha tenido que respetar el clima de relativa libertad de expresión que tenemos.
La combinación de estos dos factores se traduce, en la jerga de nuestro oficio, en un supuesto seguro de vida para Ciro y otros más. De la misma manera de que si algo le sucede a Xóchitl Gálvez o su entorno familiar el principal sospechoso será el presidente López, las agresiones físicas a todos los periodistas críticos del sistema, que son una gran mayoría de los comunicadores respetables se tendrá que adjudicar a la presidencia. Riva Palacio, Loret de Mola, Carlos Alazraki, Joaquín, muchos más, deben estar protegidos secretamente por el “desaparecido” Estado Mayor Presidencial, para que no les pase nada grave.
Y, sin embargo, a Ciro le pasó. No hay que creer en falacias ni descartar amenazas. El peligro está aquí. Ciro quiere respuestas y nosotros también. Lo veo difícil.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Esta es la magia de la estadística, que son las matemáticas aplicadas a la mentira. Dice el INEGI –y yo le creo- que la pobreza en México ha disminuido. Palacio Nacional lo celebra y yo también. El problema es que muchos de los que dejaron de ser pobres, muchos, no entraron a la clase media sino que incrementaron los números de los que están en pobreza extrema. Los que no tienen para comer ni para curar sus males. Poco hay que celebrar.
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