La escritora nicaragüense platica en exclusiva con MILENIO a solo unos días de presentarse en la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios de la UNAM.
ioconda Belli (Nicaragua, 1948) es una guerrera, una amazona e inspiración de muchas mujeres, una poeta y novelista que por sus críticas al gobierno de Daniel Ortega y a Rosario Murillo (esposa de él) le fue retirada la nacionalidad. Nada la doblegó, ahora vive en Madrid exiliada como Sergio Ramírez, su colega y amigo; publica MILENIO.
Muy joven, la escritora participó en el movimiento revolucionario que derrocó a Anastasio Somoza en 1979 y ocupó posiciones importantes en el gobierno y el partido sandinista, del que se separó en 1993.
En entrevista exclusiva con MILENIO, Gioconda Belli habla de todo, de Nicaragua, de la revolución de las mujeres, de la libertad y de Luciérnagas (Seix Barral, 2022), un libro sobre los ensayos del vivir.
¿Qué sentimiento le provoca venir a México, a la feria de la UNAM?
Toda feria que estimule la lectura es un regalo para nosotras escritoras. FILUNI siendo una feria dedicada a estudiantes universitarios que están en esos años donde florece y se desarrolla el conocimiento nos permite un acercamiento al futuro lector que es invaluable.
¿Qué es la libertad para usted?
La libertad y la posibilidad son un binomio indivisible. Sin libertad no existe la posibilidad de que el ser humano llegue a ser todo lo que puede ser, tanto individual como colectivamente. La falta de libertad disminuye y roba a las personas de la plenitud en todos los sentidos: intelectual, social, emotiva. Somos criaturas de la palabra y así expresamos nuestra particularidad, nuestra manera de ver el mundo, de sentirlo, de analizarlo. Sin libertad de expresión no podemos ser personas completas. Es como que nos cortaran la lengua, las manos y nos prohibieran existir plenamente. La libertad de expresión es un derecho humano fundamental.
¿Qué le diría a las mujeres y lectores que la esperan? Muchos la ven como una inspiración
Soy producto de dos luchas: la de mi país y la de mi género. No escogí ninguna de las dos, pero nací nicaragüense y mujer. Ambas cosas me han exigido tomar posiciones en la vida. Las he tomado porque el miedo y el silencio no me gustan como alternativas y porque me encanta ser mujer y no me gusta que ese privilegio se maneje en la sociedad como una desventaja.
¿Considera tener una responsabilidad con los jóvenes?
Creo que cada uno de nosotros es responsable ante sí mismo, pero somos un tejido apretado donde lo individual afecta al colectivo. Soy consciente de que cada vida alimenta, retroalimenta o perjudica a las demás. En ese sentido trato de que mi vida tenga sentido, de hacer lo mejor con mi capacidad instalada. Creo que siendo responsable conmigo misma, soy responsable con los demás de cualquier edad.
Desde el exilio, ¿Cómo ve a Latinoamérica?
En este momento me preocupa mucho la deriva autoritaria en varios países, la desvalorización de la democracia por los muchos abusos que se cometen contra ella, me preocupa que se repitan los errores que tanto dolor han causado, me preocupa esa suerte de sensación de fin del camino, de que no hay alternativas. Hay una crisis de imaginación, mucha mediocridad en las dirigencias y mucha desigualdad y violencia. Quisiera que surgiera la juventud con ideas nuevas sobre cómo cambiar las cosas, que no vieran la política como algo ajeno a sus vidas sino como algo que necesita que se involucren para que cambien las cosas. Creo que América Latina es crucial para atajar el cambio climático y que debería tener más protagonismo en eso.
La herida no cierra en Nicaragua.
Lo de Nicaragua es como una tragedia griega donde una pareja ejerce un poder absoluto usurpando una revolución, y está dispuesta a sacrificar el país y reducirlo y descabezarlo con el solo propósito de conservar su poder. Es una pareja capaz de una crueldad inédita y de una ambición que raya en la locura. Como el alma de Nicaragua no los acepta, nos están arrancando el corazón. Son unos desalmados.
Luciérnagas es un libro doloroso, pero al mismo tiempo luminoso, esperanzador y con la pasión de ser mujer, por la vida y por lo que viene.
Considero que los ensayos se fusionan con el periodismo y es una voz potente, como un grito en el que se habla de lo que pasó. Quería contar lo que fue pasando con el sandinismo desde 1990 para que se entienda cómo pasamos de la revolución y un intento de democracia a una reedición de la dictadura de la que nos liberamos con tanto sacrificio. Quería contestar esa pregunta que me hacen a menudo: ¿qué le pasó a Daniel Ortega? Revelar al fantoche detrás de la apariencia del héroe. Y bueno, compartir mi pensamiento y sentir feminista sin la mediación de la ficción. Como digo en broma, soy yo en directo.
“Soy la mujer que piensa / algún día mis ojos encenderán luciérnagas”, vaya frase. ¿En qué pensaba cuando la escribió?
En cómo me gustaría creer que cuando muera volveré a la naturaleza y mi energía andará por allí encendiendo lucecitas.
Usted es una luchadora que ha inspirado a muchas mujeres. ¿Lo ve así?
Eso me dicen y como para que me lo digan no he hecho nada más que vivir y escribir, tengo que creer que algo he logrado comunicar que entusiasma a otras personas.
Vivimos una revolución, la revolución de las mujeres. ¿Qué opina?
Que vamos avanzando y que han valido la pena los esfuerzos, los gritos, las demandas de tantas. Creo que el mundo va a ser mucho mejor por eso.
¿La escritura ha salvado su vida? ¿Qué significa para usted?
Que soy una mujer hecha de palabras. Es lo que soy.
¿Qué mensaje le gustaría dar a sus lectoras y lectores?
Que lean, ¡que vengan a la feria!
Imagen portada: MILENIO