Por José Jaime Ruiz
La Cuarta Transformación y la oligarquía ya cuentan con candidatas. Claudia Sheinbaum es lo que Morena define como un cambio con continuidad y Xóchitl Gálvez el regreso de la más rancia política en México, la del PRIAN. El 2024 es una elección de a tres o de tres, donde entra como opción emergente Movimiento Ciudadano. Entre los extremos de la 4T y la oligarquía, cuyo gerente es Claudio X. González, se disputaba la próxima elección, ya no.
Movimiento Ciudadano y Dante Delgado tendrán que definir si le dan cabida a la posible disidencia de Marcelo Ebrard de Morena y le ofrecen en charola de plata la candidatura a la Presidencia de la República o, siguiendo la ruta de una nueva política que tanto han pregonado, proponen al gobernador de Nuevo León, Samuel Alejandro García Sepúlveda, como su abanderado.
Si la candidatura de Marcelo Ebrard desde Movimiento Ciudadano nace de un berrinche morenista (el recurso del método), MC se disminuye. Desde el domingo Marcelo tiró la línea de estirar la liga, pero puede reventarla y quedarse sin la coordinación del Senado desde Morena, como las reglas internas que él suscribió, lo señalan. Las redes sociales de Ebrard orillaron a convertir las “incidencias” dentro de las encuestas en un “fraude” y, por tanto, a propugnar reponer el proceso. Si nos atenemos a los afiliados digitales de Marcelo, la ruptura es inminente.
Escribí en Milenio: “El presidente Andrés Manuel López Obrador lo dijo. La coordinadora de la Cuarta Transformación, Claudia Sheinbaum, lo expresó. El dirigente de Morena, Mario Delgado, lo reiteró. Marcelo Ebrard, el hermano por amistad del presidente, tiene las puertas abiertas en la 4T. Cerrarlas es suicidio político. Cuando se cruza el Rubicón es para ganar, no para perder. Manuel Camacho, insistente mal heredero de un dedazo, terminó siendo negociador con el EZLN y proclive, al final de sus días, de la izquierda. El carnal Marcelo, en la ruta de un pájaro herido, no podrá volar sin el movimiento de regeneración. La insurgencia, sus impugnaciones, se cancelaron; su independencia, según las reglas del INE, también”.
Marcelo Ebrard tiene que aceptar la coordinación del Senado o esperar a que Dante Delgado le eche un lazo. Dentro de esta disyuntiva, existe la fábula del perro de las dos tortas que, viendo reflejada la torta que tenía en su hocico en el río, quiso quedarse con las dos y la corriente se llevó a ambas. Las babas del perro ni siquiera aumentaron el caudal.
Tiene razón Dante Delgado cuando reflexiona que mientras las dos alianzas (PRIAN y Morena, PT y Partido Verde) “que representan el pasado” no dejan de hablar, MC escucha o, al menos desde el eslogan, trata de escuchar. El problema para Movimiento Ciudadano es que, si opta por invitar a Marcelo Ebrard, ya no opta por una alternativa de futuro sino que la opción es regresar a la vieja política: con Marcelo MC dejará de escuchar y vendrá el viejo parloteo. ¿Cómo abanderar, desde qué líneas discursivas, a Ebrard quien no sólo viene de la vieja política sino que también es un político viejo? ¿Cómo desdecir sus fotografías con el Ancien Régime?, ¿con Carlos Salinas de Gortari y Manuel Camacho y los impresentables “prianistas” de 30 años de neoliberalismo?
La baraja de Movimiento Ciudadano se redujo. Las primeras encuestas muestran una ventaja aplastante de Claudia Sheinbaum sobre Xóchitl Gálvez y Marcelo Ebrard (por MC). Entre los presidenciables de MC ya dos aventaron la toalla: Enrique Alfaro y Luis Donaldo Colosio. Quedan los maduros, Patricia Mercado y Dante Delgado, además del gobernador de Nuevo León, Samuel García. En un escenario por venir, así quedarían las opciones para los ciudadanos: Sheinbaum, Xóchitil y Samuel. Si MC quiere ser la segunda fuerza política del país, no tiene que pensarlo demasiado.