El escritor irlandés se convirtió en una celebridad en 2006 cuando salió ‘El niño con el pijama de rayas’, que casi dos décadas después tiene en ‘Todas las piezas rotas’, más que una secuela, un acto de justicia para uno de sus personajes.
En entrevista posterior a su participación en el Hay Festival en Querétaro, John Boyne (Dublín, 1971) comenta que su All the Broken Places (2022) es un mejor libro, más complejo que The Boy in The Striped Pyjamas (2006), porque ha madurado como escritor y como persona. “Soy más sabio”, afirma el narrador amigo de John Irving, de quien se tatuó en su antebrazo la cita de una de sus novelas; publicó MILENIO.
La novela, publicada por Salamandra al igual que todos los libros de Boyne traducidos al español, cuenta la historia de Gretel, la hermana mayor de Bruno, en dos planos temporales que se van intercalando en los capítulos: la adolescente y mujer joven después de la Segunda Guerra Mundial que escapa a Francia y a Australia huyendo de la historia de su familia nazi y de su padre responsable del asesinato de millones de judíos en el campo de concentración de Auschwitz; y la anciana de 90 años en Londres, que busca reparar la responsabilidad que cree haber tenido por callar después del holocausto.
Aunque El niño con el pijama de rayas es su obra más reconocida, en especial tras el éxito de la película homónima de 2008 de Mark Herman, Boyne no solo es un narrador prolífico que ha explorado la novela juvenil y la histórica; además, todas sus obras reflejan sus preocupaciones sobre la diversidad sexual, como en Mi hermano se llama Jéssica (2019), la represión sexual en la Irlanda católica en Las furias invisibles del corazón (2017) o los curas pederastas en Las huellas del silencio (2014).
¿Cómo encuentra a sus personajes?
Con Gretel, pensé en ella durante mucho años antes de que crear su personaje en 2004 para El niño con la pijama de rayas. Me pasé mucho tiempo tomando notas. Y durante años lo que traté de hacer es tomar una decisión sobre qué clase de vida iba a tener el personaje. Por ejemplo, cómo sería la experiencia que ella vivió de niña teniendo una familia como la suya, nazi, la historia familiar que había en su personalidad. Ahí es donde yo empecé con este personaje.
Dice en Todas las piezas rotas que es un libro de culpa y de duelo. ¿Cuál es la diferencia para usted entonces entre culpa y responsabilidad?
Gretel no tiene ninguna responsabilidad por las cosas que pasaron antes, ella tenía 12 años, era solo una niña. Pero sí tiene la culpa de saber lo que su familia estaba haciendo en Auschwitz, y ese es el conflicto que tiene dentro. Ella amaba a su papá, su papá la amaba; pero también está consciente de lo que su papá hizo, es algo que tras décadas ella no puede reconciliarse con ello, y esa es una de las cosas que hace que se sienta culpable, así como el hecho de que tomó la decisión después de la guerra de, en lugar de dar información sobre los nazis a los liberadores de los campos de concentración, quedarse callada, protegerse, para que no tuviera problemas tras la guerra. Y se siente culpable por ello.
Callar es muy común en la historia, en las sociedades. Ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, sucede en México. Eso lo aborda en otros de sus libros. Gretel es una metáfora de esas sociedades que callan ante atrocidades. ¿Qué tiene que ver Gretel con usted como persona y escritor?
No tengo nada en común con Gretel, es una invención mía; no tengo experiencias como las que ella tuvo. Pero, como usted dice, por ejemplo, la Iglesia en nuestros países, la idea de que haya complicidad es muy común. Hay personas que sabían lo que estaba pasando y no hacían nada. Eso es algo a lo que regreso con esta novela. Yo no viví esa experiencia. En las sociedades hay muchas personas que son culpables. El holocausto es un tema muy importante y es una analogía en el libro, pero la idea de que las personas no hicieran nada al respecto es lo que me molesta. Y, sí, pasa también al día de hoy. Todos tenemos una decisión que tomar y tenemos que responder por esos abusos, y eso me apasiona.
Su obra tiene libros para jóvenes y para adultos, con temas como diversidad sexual, el holocausto, la pederastia perpetrada por curas católicos… Pero en estos dos libros hermanos, El niño con la pijama de rayas y Todas las piezas rotas, las historias parten de niños. ¿Por qué su preocupación por los jóvenes?
Escribo sobre gente muy vieja y sobre gente muy joven. En algunos de mis libros son niños y en otros hay personas muy viejas. No escribo sobre gente de edad mediana. El momento más importante de la vida es la niñez. Y cuando un niño es feliz va a tener la oportunidad de vivir una vida feliz. Los niños son las personas más vulnerables, tenemos que cuidarlos, tienen que ser protegidos. Muchos niños sufren; yo no, mi infancia fue muy feliz, maravillosa, increíblemente buena, pero, me apasiona este tema. Por otro lado, me gusta escribir sobre la gente vieja porque los puedo utilizar como personas viejas pero sabias, los he usado en muchos de mis libros.
En sus libros sus finales son muy duros. Tengo la impresión que en estos dos en particular usted empezó a escribir ambas novelas a partir de sus finales.
De hecho, no. Es interesante que me lo digas, porque nunca sé lo que va a pasar al final. Empiezo con un personaje o con un tema o idea, y realmente dejo que se construya el libro enfrente de mí, y encuentro cosas muy emocionantes. Al haber escrito tantos libros confío mucho en mí. Al estar interesando en un tema, encontraré la manera de decir una historia. A veces se me sugiere un final fuerte. Es algo orgánico escribir una novela. Yo no empiezo con el final, sino que lo voy construyendo.
La paradoja en los finales con Bruno, en El niño con la pijama de rayas, y con su hermana Greta en Todas las piezas rotas, es que son satisfactorios para el lector, por una cierta idea de justicia, pero al mismo tiempo son muy tristes, muy crueles. ¿Cómo lidia con esta contradicción?
No es que yo quiera escribir algo triste; quiero escribir algo que sea un final adecuado. En El niño con la pijama de rayas, por ejemplo, el final fue muy oscuro y muy triste, pero necesario. En esta novela no es tan triste realmente, pero es apropiado para el personaje. Gretel ha pasado una vida completa queriendo regresar el tiempo, buscar el reencuentro con la familia, con Bruno. Y surge eso al final, viene a través de la novela cuando Gretel conoce a Henry, el niño que se muda debajo de su piso, con el que ella siente que tiene que pagar de alguna manera su culpa, y lo hace a través de éste.
Me parece que en el primer libro hay idea de venganza en el final; y en el segundo, de justicia.
Bueno, sí. Acuérdate que Gretel está en contra de su propio padre. La mujer que vive abajo de ella (Madelyn Darcy-Witt) tiene el papel de su mamá; y el niño (su hijo Henry) el papel de su hermano Bruno; y en Alex Darcy-Witt, se traslapa su padre nazi. Gretel está viendo un reflejo de esa familia que ella tuvo en los 30 y 40. Yo no quiero revelar el final de la novela, pero las acciones son muy importantes: la acción que alguien debió haber tomado contra su propio padre nazi en aquel tiempo.
¿Por qué decidió escribir una secuela de El niño con la pijama de rayas? ¿Se sintió responsable por el final de Bruno o quería hacer justicia al personaje de Gretel?
Es más lo segundo. Yo no había escrito una secuela antes, pero sí sabía que iba a escribir un libro sobre Gretel desde que escribí El niño con la pijama de rayas. Yo dejé al personaje de Gretel traumatizada en la primera novela. Bruno está muerto, el papá está muerto, la mamá se fue, y yo dejé a una niña de 12 años ahí. Y me asombró cómo sería hacer que creciera en la edad adulta, en la vejez, con esa historia familiar. Cuando yo tenía 33 años y escribí el libro anterior no estaba experimentando mucho como escritor, pero sabía que iba a escribir el libro de Gretel algún día, que lo iba a hacer alguna vez. Y ahora soy un poco más sabio, por eso lo escribí.
Sin duda El niño con la pijama de rayas es su libro más conocido. ¿Ha sido eso una carga?
No, nunca lo ha sido. Es algo que me preguntan con frecuencia. Pero es al contrario: nunca ha sido una carga. Estoy muy orgulloso de esa novela; escribí un libro por el que soy conocido y que tiene un tema muy importante y muy serio. Además, se le presenta a las nuevas generaciones que están leyendo acerca del holocausto. No todo el mundo tiene un libro que sea tan exitoso como yo. Nunca quise permitir que esa experiencia tan positiva se volviera algo negativo como una carga. Estoy muy agradecido por eso y muy contento.
Ha pasado ya una generación desde su primera edición. ¿Cómo la acogen hoy los jóvenes?
Es muy interesante cuando alguien me dice que leyó El niño con la pijama de rayas en la escuela, y luego tiene un hijo y éste lo leyó. El tiempo pasa tan rápido y me siento tan extraño de que han pasado casi 20 años desde que lo escribí. Pero, me siento bien: los nuevos lectores de mis libros regresan y encuentran mis libros viejos; y los lectores que leyeron ese libro hace muchos años ahora regresan con Todas las piezas rotas y quieren descubrir qué pasó con la familia de Bruno. Con esta novela quería honrar el legado de mi primer libro, pero tenía que hacer algo que fuera diferente, y Todas las piezas rotas es mejor, es una novela más compleja que la anterior, claro, porque soy más viejo.
¿Qué buscaba con ambos libros relacionados a un tema como el holocausto?
Lo que quería es mover al lector desde el aspecto emocional e intelectual. Escribo desde mi corazón, y quiero que la gente tenga una respuesta hacia el libro. Soy una persona emotiva, emocional, y si yo dejo al lector emocionado, ese es mi trabajo.
Sus novelas son muy visuales, muy cinematográficas. Hay una película de su libro más exitoso. Y ya se hace una serie sobre su obra anterior The Echo Chambers (2021) ¿Piensa en que se van a adaptar al cine o a series cuando escribe?
No, conscientemente. Pero, crecí viendo películas y televisión, tal vez hay algo de influencia en eso. Pero yo no escribo un libro pensando en que va a ser adaptado para el cine; lo principal es libro en sí, escribir un libro que funcione en esos términos y todo lo que sucede después es algo agregado.
Viaja por todo el mundo. Ha venido tres veces a México. ¿Ha encontrado alguna buena historia aquí que pueda terminar en novela? Aquí también tenemos muchas historias de curas católicos pederastas.
Todavía no. Pero cuando estuve en Querétaro hace unos días, me gustó muchísimo, me gustaron sus calles, era como una idea de cómo era México, más que la capital. Querétaro es más tradicional, esa clase de lugares más pequeños, que tienen más historia, de hecho. Me gustó caminar en los parques y en las calles, así que ¿quién sabe? igual escribo algo al respecto.
¿Cómo ha cambiado en estas dos décadas como persona y escritor con ese tremendo éxito?
No creo que haya cambiado mucho. He pasado estos años viajando, promoviendo, escribiendo. Pero, no me estoy quejando; amo lo que hago, soy muy afortunado de tener estas oportunidades. Soy mejor escritor, creo que entre más viejo yo —yo y todos los escritores—, escribo libros que son más complejos, hay algunos libros que históricos. Es el camino que he tomado como ser humano, como en El niño con el pijama de rayas. Probablemente una cosa que sí ha cambiado es que me cuido más, por las redes sociales; como figura pública, las personas tienen más acceso a mí y, generalmente, tienen opiniones de mí, pero no saben nada de mí. Así que ahora me cuido más en ese sentido. Estoy consciente que hay opiniones negativas, críticas; entonces, mantengo distancia en eso y me enfoco solamente en mi trabajo de escritor.
¿Qué es el pasado para usted?
Trato de encontrar conexiones entre el pasado y el presente. Cuando yo escribí acerca del holocausto, aunque es pasado no es mucho tiempo, 80 años, así que realmente no es una cosa tan histórica, es casi contemporánea. Estoy tratando de escribir sobre ese pasado en el presente. Soy testigo del pasado en mis libros. Disfruto mucho, como en Todas las piezas rotas, en el que mezclo los nuevos capítulos del pasado y del presente. He tenido buena suerte con mis libros y me siento más confiado y más a gusto.
Ha venido a México ya en varias ocasiones. ¿Ha leído escritores mexicanos?
Soy honesto, no conozco tanto de la literatura mexicana. Me gustaría que hubiera más traducciones al inglés. Como un escritor en inglés soy muy afortunado porque puedo escribir muchas cosas que se publican y se puede llegar a muchos temas.
Bueno, viene de Irlanda. Creo que Irlanda ha tenido por ahí uno que otro escritor.
Sí, tenemos algunos buenos escritores para ser un país tan pequeño.
Imagen portada: Juan Carlos Aguilar | MILENIO