Por José Francisco Villarreal
Papá Antonio habría cumplido 103 años este 21 de septiembre, un día después del aniversario de la fundación de Monterrey. Seguramente le habría pasado de noche ese aniversario metropolitano. Tampoco le hubiera interesado mucho que el 21 de septiembre se celebre el Día Nacional de la Lucha Libre. Papá no fue aficionado a otros deportes que no fueran partirse el lomo en el trabajo y sobarse el chingazo. Nadie celebró este cumpleaños de don Toño, ni yo porque ando con tiricia. Tampoco noté mucha emoción generalizada por celebrar un espectáculo-deporte que distingue a México y admira a los extranjeros. No me gusta la Lucha Libre, pero eso no importa, tampoco me gustan las berenjenas y eso no les resta mérito. Si tengo que elegir entre Lucha Libre y Lucha Grecorromana (o como se llame), prefiero la Libre; la otra me da un poco de pudor, me siento voyerista, no entiendo por qué en lugar de forcejear mejor echan un volado a ver quién acaba encima del otro. Dicebamus hesterna die: “es como una estampa del rapto de las Sabinas, pero sin Sabinas”.
Aunque me pese, me divierten más el chingazo y los alardes. Claro que dentro del coto de un polígono de cuerdas y postes. Tal vez por eso me impresioné bastante cuando la diputada federal del PAN, María Teresa Castell de Oro Palacios, empresaria y migrante regia, arrimó un notorio manotazo, a la mala, a la diputada federal morenista Marisol Gasé, actriz, locutora, activista. Esto sucedió frente a decenas de muy federales y legislativos ojos y, para que no haya dudas, ante las objetivas cámaras del Canal del Congreso, (lo único objetivo en el Congreso de la Unión). Lo que siguió, ahora sí, fue un pandemonio entre bancadas, con gritos, ofensas, empujones, quejas y acusaciones. Lo normal en ese recinto. Y por añadidura, la profusa difusión por todos los medios posibles del clamor panista por las agresiones recibidas, pero no por la agresión ofrecida amablemente a la diputada Gasé. Menos mal que en este zafarrancho la senadora Bertha X. no acabó, para variar, como protagonista de otro escándalo. Pero supongo que la señora ya tiene un talonario gordo de amparos foliados, firmados y sellados para evitar que la mencionen en más acusaciones. A ese paso acabará siendo innombrable.
La trifulca en la Cámara de Diputados fue tan divertida como cualquier otra. En el video se ve que la diputada Castell de Oro inició la violencia física a la manera de los púgiles rudos: a traición. Pero eso no significa que desde antes no estuvieran ya caldeados los ánimos. No dudo que provocaciones hubo desde cualquier bancada hacia otras. Imagino sonoras trompetillas, silbidos, gestos, pancartas, botargas, y todo tipo de ninguneos. Está claro que el objetivo era precisamente que hubiera “fiesta”, registro en audio y video para vestir la nota, seguramente ya pactada en algunos medios. Para mí siguen siendo puros desfiguros, sin sustancia política real, distractores, circo sin pan… o en esta ocasión con otro PAN.
Me llamó la atención la diputada presunta agresora. Recordé vagamente que hace unos meses un tribunal, creo que el TEPJF, ordenó que fuera incluida en el Registro Nacional de Personas Sancionadas en materia de Violencia Política en razón de Género (RNPS), una espada de Damocles lista para viciar las elecciones de 2024. Supe que ella apeló a otra instancia, pero no le valió. Sólo por curiosidad fui directamente al RNPS y, ¡sorpresa!, la ilustre regia avecindada creo que en Edomex no está en esa lista, aunque sí encontré casualmente a Lilly Téllez. Algo que podría dificultarle acceder a una candidatura en el 2024. No sé por qué Castell de Oro no está en esa lista, o si no leí bien, o si me equivoqué de documento, o si finalmente consiguió una indulgencia plenaria del mismísimo Papa Francisco o su equivalente laico mexicano. Pero entiendo que la señora sabe de violencia, porque el madrazo sorrajado a la diputada morenista (que no Madrazo) tiene antecedentes, modus operandi. Mi abuelo, que no le gustaban los pleitos pero era tolerante con el salvajismo humano, hubiera dicho: “Es que así se llevan ellas”. Y a ellas les hubiera dicho: “¡Ya terminen de darse en la madre y pónganse a jalar!”. Pero no hay duda que ni terminarán una cosa, ni quieren empezar la otra.
El intermedio cómico del pleito en el Congreso es socialmente intrascendente. Las provocaciones son lo de costumbre, sólo que en esta ocasión podrían tener objetivos menos frívolos. Ni siquiera creo que traten de opacar los sucesivos escándalos que abruman a la coordinadora frentista o robar los de por sí escasos reflectores a la morenista. Por ese y otros medios tratan desesperadamente de interferir en la designación de candidaturas. No he sabido que los morenistas lo estén haciendo contra los frentistas o emecistas… todavía no. La desesperación por boicotear los procesos internos de otros partidos es más notoria desde el deplorablemente “coordinado” Frente Amplio. No lo apruebo, pero no importa; sé que no les interesa la aprobación de nadie, ni siquiera de sus militantes. De hecho, los comprendo. Imagino que ya entendieron que el buen nivel de sus eventuales candidatos ya no se puede lograr con marchas, gritos, publicidad y discursos triunfalistas. Ahí está Bertha de botón de muestra. Para oponer a su paja necesitan rastrojo, no mazorcas. Es una elemental y comprensible cuestión de equidad… no de género, tal vez de especie o de Coeficiente Intelectual.
Seamos amables. Toleremos su ignorancia. El renombre de los candidatos es lo de menos. En los tres bandos consolidados, sólo hay, insisto, dos proyectos de régimen: el que tuvimos hasta Enrique Peña, y el que tenemos desde don Andrés. No se equivoquen. No se trata de que los partidos impongan uno, sino de que los electores lo hagan. La experiencia administrativa o legislativa de los candidatos sería muy importante si no tuviéramos una larga y vergonzosa trayectoria de corrupción y escandalosos performances. El carisma sirve, pero no garantiza eficiencia. La preparación profesional es útil, no indispensable; para eso hay asesores. Lo importante es entender y adoptar absolutamente cada proyecto de nación que se propone. Lo importante es que el candidato sepa integrar y trabajar con equipos no con complicidades. Lo importante es que el candidato sepa que va a ejercer una autonomía moral y funcional incluso respecto al partido, frente o movimiento que lo propone, pero no respecto al pueblo que lo elige ni al proyecto nacional que representa. Hasta los desaguisados entre el gobierno estatal de Nuevo León y el bloque prianista de diputados y funcionarios toma ese rumbo. Domadores de circo que primero quieren desdentar a león. Esto no es política. No tiene qué ver con los ciudadanos. Es un circo patético. O como en el Congreso de la Unión, una arena de Lucha Libre. Con la diferencia que no sería el clásico “dos de tres caídas”, sino muchas aparatosas y ridículas caídas cada vez y para un público indolente. Un infierno político de pastorela que desde hace mucho nos tiene hartos a los ciudadanos. ¿O qué? ¿No se han dado cuenta todavía?