Por Francisco Tijerina.
“Todas las cosas fingidas caen como flores marchitas,
porque ninguna simulación puede durar largo tiempo”
Cicerón
Contra lo que muchos piensan no es un asunto de la generación de los “millenials”; vivimos el tiempo de “lo políticamente correcto” y hoy, más que nunca antes, no importa lo que creas o hagas, sino lo que parece o lo que presumes que haces.
Y voy de acuerdo en un mundo mejor, más sustentable, más equitativo, más justo para todos, pero caray, hay días en que leo, escucho y veo a tantas personas pontificar sobre distintos temas ataviados de un impoluto atuendo, cuando no hace mucho hacían precisamente lo que hoy critican, que no sé si reír o llorar.
Es válido cambiar, de hecho, somos el producto de constantes variaciones y estamos formados a prueba y error, modificando el rumbo con base a la experiencia, aunque hay muchos que ni con eso cambian y se mantienen en el camino erróneo. Sin embargo, el hecho de cambiar no te da, de ninguna manera, la autoridad moral para criticar a quienes no comparten tus puntos de vista o forma de vida.
Me revientan los amnésicos que pretenden dar clases de moral, buenas costumbres y mejores prácticas y que andan por la vida olvidando convenientemente su pasado.
Fumo, bebo y me gusta la tauromaquia y por ello con demasiada frecuencia me toca coincidir con personas que no comparten algunas cosas de mi vida; respeto sus creencias, pero lo malo viene cuando a pesar de que antaño fumaban, bebían o iban a los toros (y le entraban con “singular alegría” a una o las tres cosas), ahora te quieren convencer de que vives en el error y debes de cambiar. Algo sucedió que les hizo cambiar y ¡bien por ellos!, pero reitero, su férrea y muy necia crítica a quienes siguen siendo como ellos eran antes, está totalmente fuera de lugar.
En la Cuarta Transformación que vivimos como forma de gobierno así hay políticos, personajes de la vida pública y periodistas que se dedican a criticar todo lo que huela al pasado y ensalzar el presente, olvidándose de que durante largos años ellos mismos formaron parte de lo que hoy fustigan.
Cambiar en lo personal pensando en ser mejores personas es válido y loable; lo que no es correcto es el andar dando clases de moral e instalarse como fiscales, jueces y verdugos para sentenciar a quienes no comparten sus puntos de vista en un increíble absolutismo decretar: “todo lo anterior es malo y si no estás con nosotros estás en nuestra contra”.
Más que las falsas posturas de muchos que antes eran amantes de la tauromaquia y ahora se pronuncian en su contra, o en contra de quienes fuman o beben con todo y que no hace mucho fumaban, tomaban y hasta inhalaban o se inyectaban cosas peores, no los hace mejores personas o líderes de opinión.
Deberían predicar con el ejemplo más que con la boca o la pluma y recodar aquello de que “para tener la lengua larga, es necesario tener la cola corta”.