Por Félix Cortés Camarillo
No me atribuyan el título a mí: lo ha puesto en boga el presidente López en sus peroratas, cuando quiere referiré a lo que él llama politiquería, cuando alguien se atreve a tener alguna opinión disidente de su catecismo mañanero. En estricto sentido, las temporadas de la paloma ala blanca, la de conejos, la de borrego cimarrón o la de venado siete puntas se dan cuando los cazadores van a por estos animales, para matarlos a balazos.
En sentido opuesto la temporada de zopilotes del presidente López es cuando las aves carroñeras se lanzan sobre sus víctimas. Otro error del presidente es olvidar que los zopilotes se alimentan de los restos de animales muertos ya por la agresión de otra especie más fuerte, ya por otras causas casi siempre naturales. En ese sentido el hombre es injusto, al o reconocer la labor séptica que esas aves malqueridas le presta: se hacen cargo de la limpieza de los restos en proceso de descomposición.
Los zopilotes a los que hace referencia López prefieren seres vivos y son otro tipo de animales rapaces: se trata de profesionales de la mentira y el desprestigio, que cohabitan todo el tiempo con los políticos para luego, en los períodos de oportunidad ofrecer armas sucias para dañar a quien escoja el que paga sus servicios. Esta práctica ha tenido un auge lógico en estos tiempos de fortalecimiento y uso amplísimo de las llamadas redes sociales. El anonimato que éstas propician, es inseparable del trabajo de estos pajarracos.
De esta manera, lo que antes se soltaba como un rumor repetido de boca en boca -¿se acuerdan del Chupacabras?- ahora se introduce de una manera sumamente sencilla en la distribución de las equis, los instagramas, los facebuques o cualquier otro vehículo que proteja la identidad del originador.
Aprovechando la notoriedad que la historia verídica del plagio de la tesis de abogada de la magistrada de la Suprema Corte, Yazmin Esquivel de Riobó, que tuvo siempre a Guillermo Sheridan como el documentado autor del hallazgo, alguien soltó la liebre de que Xóchitl Gálvez habría obtenido su título de ingeniero por métodos iguales, el plagio de su tesis profesional.
No creo que la señora Gálvez necesite defensores, ni yo me estoy ofreciendo para tal papel; no obstante, a mí me queda claro que su trabajo final no fue una tesis profesional sino un informe de labores sobre el que ella misma ha confesado que se “apendejó” al no haber proporcionado la bibliografía de las citas de otros autores que usó en ese informe. Además, ofreció someterse sin chistar a lo que decidan las autoridades de la UNAM, y si estas consideran que su título requiere validarse, ella lo hará. Actitud totalmente opuesta a la de la magistrada esposa de un favorito constructor de Lopitos desde que hizo el segundo piso en el Periférico del DF. La señora de Riobó insiste en que ella no plagió nada.
De manera similar fue sembrada una pregunta a Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación para implicar a Omar García Harfuch, líder en las preferencias para ser el gobernador de la ciudad capital, en la manipulación de hechos y datos sobre los muertos de Ayotzinapa. Tuvo que salir el presidente López para decir que una cosa era una cosa y otra cosa era otra. Aunque es sabido que García Harfuch formó parte de los colaboradores del innombrable García Luna –que se menciona todos los días- nadie puede hacerle imputaciones delictivas. Pero en tiempos preelectorales, todo se vale. Como el meter al doctor muerte López-Gatell a la baraja del futuro.
Aquí en Nuevo León, los no-tan-gratuitos defensores del gobernador Samuel García sugieren que los que nos preocupa la violencia que está dominando al estado y además no nos tragamos el cuento de que la sequía de Monterrey ya está resuelta por diez años, lo que estamos buscando es descarrilar la supuesta candidatura de Sammy a la presidencia de la República. ¡Ni lo mande Dior!
Mejor que siga por ese camino: entonces los zopilotes de la política tendrán banquete.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¡Qué bueno que dentro de Morena todo es unidad y armonía! ¿Qué tal que anduvieran del chongo y por la calle?
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