Por Carlos Chavarría
Todos los gobiernos son especialistas en la dispersión de información sesgada bajo el argumento de crear expectativas positivas, lo cual no estaría mal si dentro de sus medidas prudenciales se disponen de suficientes coberturas para los riesgos imperantes.
Los principales organismos que sostienen la gobernanza financiera del mundo, el FMI [https://www.imf.org/en/Publications/WEO] y el Banco Mundial [https://openknowledge.worldbank.org/server/api/core/bitstreams/1200ef25-5b73-49a0-b213-926154ddcd8e/content], mantienen su pronóstico de bajo crecimiento y alta inflación para al menos los próximos tres años y muestran su preocupación por al aumento de las deudas públicas y privadas, en especial de los países en desarrollo, entre los cuales se incluye a México.
Ahora en nuestro país se festeja que la deuda pública solo aumentara un 5% del PIB para llegar al 50% del valor total de la economía [https://www.imf.org/en/Blogs/Articles/2023/09/13/global-debt-is-returning-to-its-rising-trend]. Para consolidar su proyecto político, el oficialismo tomó todas las reservas que se constituyeron aprovechando los altos precios del petróleo del año 2000 al 2008, que permitieron navegar la crisis de las hipotecas sub-prime (que aún hace estragos), así como la pandemia de influenza del 2010.
La debilidad financiera del sector paraestatal terminara cargándose a la Tesorería de la Federación [https://mexicobusiness.news/energy/news/cfe-pay-us16-billion-debt-2023] y esta tendrá que cargar la cuenta en las tarifas de productos y servicios del sector público. Comprobarlo es simple, con solo revisar los recibos de agua, electricidad, etc..
Se implantaron una serie de prestaciones sociales que no son sostenibles y se cargaran al gasto público anual de una economía que no crecerá en el corto y mediano plazo. También se realizan proyectos de inversión pública que en el mejor de los casos tendrán su repago en muy largo plazo. Todo se ha hecho con deuda y usando el ahorro de otros países, pagando tasas de interés insostenibles también para apuntalar el peso mexicano y que no se derrumbe todo.
Al mismo tiempo se festina que ha aumentado la presión fiscal sobre la economía, pero no para mejorar el perfil de riesgo país, sino para mantener el flujo de gasto que demanda el proyecto político oficial del 2024.
Los mexicanos ya sabemos donde termina esta mezcla de ingredientes, en un ajuste estructural de la economía cuyos impactos lo pagará la sociedad entera. De hecho la presión inflacionaria continuará en tanto se mantengan los incentivos a la demanda sin ninguno por la oferta, monetarismo puro.
Por mínimas que sean las perturbaciones del exterior, el circuito monetario del país que dirige el gobierno que no tiene excedentes, requerirá de un rescate, y sin reservas entonces sí se reflejaran los contingentes en la deuda real que caerá con todo su peso sobre la siguiente administración.
Todo este fenómeno, más su agravamiento por la percepción de inseguridad, se debe a la negación de una sola persona, que deben hacerle entender que hay límites prudenciales ortodoxos y bien conocidos con los que no se debe jugar, y menos con un propósito que no tiene fondo real económico sino de dominancia política.
“¡Hasta el cofre más grande repleto de monedas de oro, si solo le sacas, pero no le metes, le verás el fondo!”. Dicho popular.