Por Francisco Tijerina Elguezabal
El problema de los tiempos modernos, estos que ahora vivimos, es que en el ritmo acelerado de todo se les ha ocurrido anticiparse y adelantar los tiempos antes normales de los procesos electorales sin detenerse a pensar en la serie de contratiempos que esto conlleva.
Jugar a adelantar el reloj no siempre es bueno, porque luego quedan, como en el caso que nos ocupa, unos larguísimos tiempos muertos en los que todos los involucrados andan como gallinas sin cabeza, sin saber qué hacer y como no lo saben, se inventan tonterías, porque de algo hay que hablar y en algo hay que ocuparse.
¿Para qué adelantarse y nombrar representantes, coordinadores y defensores para luego transformarlos en candidatos? Es que enseñar el truco desde antes hace que se le pierda el sabor del secreto y todo aquello del misterio.
Y ya cuando les hagan oficialmente candidatas a las dos clarísimas de hoy, pasará otro lapso en el que tampoco podrán hacer o decir nada, hasta que arranquen oficialmente las campañas y será el mismo problema, esos largos vacíos, esas lagunas en las que por la superficie todo aparenta quietud, pero en el fondo hay una intensa e inmensa turbulencia.
Y sigue igual el tema, porque tan pronto se sepa el triunfador de la contienda, viene ese otro periodo de la transición y la espera a que arribe el nuevo gobernante al poder; tiempo de eres y no eres, o eres sin serlo, que de nada sirve, porque ese montaje de los equipos de transición termina siendo un invento para perder el tiempo y gastar dinero.
¿Cómo mantener la agenda? ¿Qué pueden hacer Claudia y Xóchitl, Xóchitl y Claudia para pasar los días y conseguir el jalón mediático que tenían hasta hace un par de semanas? Pareciera que se les cansó el caballo, a ellas y a los medios, porque ya no generan el mismo interés de antes.
Valdría la pena retomar el reloj de antes y que todo fuese como debe ser, sin tantas pausas inútiles, sin tanto rollo, más directo sobre la esencia de las cosas y con menos faramalla.