Por Félix Cortés Camarillo
Estos montes, que el mundo estremecieron
Un ratoncillo fue lo que parieron.
El Parto de los Montes
Como en la fábula de Esopo, los rumores del parto de los montes comenzaron mucho antes del viernes, cuando Marcelo Ebrard anunció que ayer a las diez de la mañana anunciaría su futuro político, convencido él de que el destino de la Patria pendía de esa débil hilacha.
El monte había hecho estruendos y anunciaba preñez y parto magnífico, glosa Horacio. Y todos nos pusimos a esperar la sorpresa.
Dice el poeta Quinto Horacio Flaco que al final los montes parturientos nascetur ridiculus mus. No requiere traducción, ¿verdad?
Marcelo Ebrard, hombre culto y en teoría político hábil e informado, dejó pasar, como buen dramaturgo, las cotas del fin de semana para registrarse como candidato independiente a la presidencia, habiendo sido engañado por la maquinaria de “su” partido que es dizque desde el año dos mil; le hizo el pase que dicen los taurinos se llama del desdén, a la carta blanca que le había ofrecido públicamente Dante Delgado Ranauaro, y así competirle internamente al muchachito tiktotero de Nuevo León (así se dice ahora lo que antes se llamaba mitotero) la candidatura por movimiento Ciudadano. Esa posibilidad le daría mejor sabor al caldo que el veracruzano había cocinado con Lopitos para debilitar al proyecto Xóchitl.
Y dieron las diez de la mañana y no pasaba nada. Y dieron las diez y media; y a las once apareció el personaje para hacer el tremebundo anuncio.
Dijo (yo no grabo como otros): Morena reconoce que hubo chanchullo en la selección de la señora Scheinbaum; dichas “irregularidades” se investigarán y los culpables serán victimas de garrote vil. Morena acepta en su estructura interna una paleta de colores más amplia que la de los LGBTTYTS…
Dicho lo cual, el ex canciller, eficiente gestor de la compra de pipas cuando faltaba la gasolina, de las vacunas cuando el Covid de la mano de López-Gatell amenazaba con diezmar la población de nuestro país y de suavizar las relaciones con Donald Trump, se hace gentilmente a un lado.
Marcelo no va a inclinar el peso de sus seguidores, no pocos, para que voten a favor de Xóchitl; eso hubiera sido una peripecia política sabrosona en este menudo desabrido que es la susesción. No va a dejar Morena, que le tiene tatuado en la nalga el número de inventario. No aspira a un cargo público, vamos qué ya fue embajador, y en Francia, que no son enchiladas.
Pero sí va a apoyar a la candidata Claudia, que en otros tiempos en Morena le llamarían candidata espuria. Porque ahora ella representa un nuevo movimiento político que tolera las intolerancias, las discrepancias y las disidencias. Siempre y cuando estén dentro de la disciplina. Y en un esquema en el que el que no gana no pierde: siempre hay, como dijo Mario Delgado, el ojón administrador de Morena, premios de consolación, como el Senado o la Cámara de Diputados.
De pasadita, se nos olvida que Mario Delgado fue el secretario de finanzas del gobernador del DF que entonces casualmente se llamaba Marcelo Ebrard, y quién fue el que aprobó todo lo que haya costado la infame línea 12 del Metro del DF. La llamada línea dorada, que fue el primer trampolín de Marcelo a Los Pinos, y, que pasado este pasaje, se desplomó cuando Claudia le debía dar mantenimiento y se murió tres docenas de seres humanos.
Democracia pura, vamos.
Debo confesar, que en más de una ocasión en mi mesa de amigos dije que para el 2024 lo menos peor que nos podía pasar a los mexicanos era Marcelo Ebrard. Creo que yo tenía razón. Pero también sospecho que le pasaron el chisme a Lopitos.
Pero ayer los montes parieron. Y Marcelo Ebrard tomó la barca de Caronte pensando que es una balsa que tarda cuando mucho seis años en llegar a puerto.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Cuando de inversión extranjera directa y comprobable en Nuevo León, ¿hablamos de Billions de Dólares, Billones de pesos, o barajitas del Monopoly?. Digo, a ver si le entro.