Por Carlos Chavarría
En una inesperada coincidencia, la muerte de Henry Kissinger ocurre al mismo tiempo que el realismo político (realpolitik) que practicó el avezado diplomático norteamericano durante el Siglo XX, vuelve a ponerse de moda por casi todos los países, México no es la excepción.
Con el colmillo retorcido que le define, el presidente López Obrador, que vence cualquier regla de etiqueta política, busca con todo el poder del Estado realizar su proyecto personal transexenal, convirtiéndose en el nuevo fiel “callista” de una nueva balanza del poder público mexicano, incluso está dispuesto a exhibir todas las debilidades del desvencijado y deformado sistema político mexicano y las instituciones que lo integran.
Con una oposición que también busca al precio que sea sacar a López Obrador del poder, buscando el único objetivo de regresar a los mejores momentos de los dulces acuerdos versallescos, evidenciando el sometimiento absoluto del Estado al servicio de las muy selectas elites económicas de cada sexenio y todos los satélites que giran alrededor de las mismas. Organizan desde ya un espectáculo que le pone el ultimo clavo ataúd al sistema de partidos políticos, que antes representaban la vía para aglutinar a los grupos sociales en una simulada democracia representativa en la que ya poco importa la gente.
Con una elección que será entre dos candidatas, también sin proyectos propios para el futuro de nuestro país, el partido Movimiento Ciudadano trata de alzarse como partido bisagra para sacarle los votos que hagan la diferencia para el único triunfo posible, el regreso al pasado. Las dos señoras que son las protagonistas de este teatro lo que ofrecen es un solo futuro: la regresión.
La generación de jóvenes antipolíticos, que alguna vez representaron el futuro de México, están mostrando lo peor de las esperanzas que podemos guardar para la nación. El escenario de esta actuación fue montado en Nuevo León donde jóvenes imberbes le sirven a los titiriteros que mueven las piezas para mostrar que solo ejecutan los dictados que hacen sus superiores. Nada les importa la esfera publica de Nuevo León.
El sistema judicial, por su parte, confirma la imposibilidad de moderar al poder real, al prestarse a todas las maniobras, marrullerías y manipulación de los hechos con tal de no entrar al fondo del asunto político-electoral, argumento central de las críticas del Poder Ejecutivo hacia la Corte Suprema. Demostrando que las leyes de la materia ya están totalmente rebasadas por la realpolitik imperante.
“Lo ilegal lo hacemos inmediatamente, lo inconstitucional demora un poco más”. // Henry Kissinger.