Por Félix Cortés Camarillo
El tránsfuga ha existido desde siempre y México no tiene exclusividad de esta figura política. Sin embargo, en nuestros tiempos recientes su presencia es ominosa. La conducta de esos saltarines insectos sociales no solamente denigra a la fauna sino a su modalidad particular que es la política.
Errar es de humanos, repite el tlatoani de Macuspana cada vez que le conviene o le acomoda a su propia conducta. En realidad, la capacidad de rectificar rumbo, modificar percepciones y reajustar juicios es, hasta cierto punto, razonable y deseable: después de todo, es lo opuesto al dogmatismo y un elogio a la razón.
No obstante, cuando el chapulineo se convierte en una herramienta para la corrupción más extrema que es la que persigue ventajas personales, de manera especial la obtención del poder a toda costa, estamos frente a una de las más extremas manifestaciones del cinismo. Es justo y necesario, como dicen en la misa, buscar el bien común cambiando de actitud o militancia. Pero cuando se cambia de camiseta para poder elevar el precio propio en la compra de un voto, simpatía, apoyo o una militancia, los políticos adquieren una de las facetas más detestables de la mutación y chapulineo, la de prostituta.
Tampoco la prostitución, bien se sabe, es un fenómeno reciente en la Humanidad.
Pero suponemos desde los griegos, que la política es oficio generoso y noble: algo que dignifica la condición humana y hace más loable el servicio público.
La palabra servicio es la clave en el asunto este del chapulineo, que lleva priístas al Pan, panistas a Morena, morenos a ningún lado, desorientados a todos. El asunto es que, mientras todos afirman que quieren servir a los demás, a los únicos que quieren servir es a sí mismos.
Así nos va a ir con nuestros políticos del cerro del Chapulín.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El cambio climático ha convertido no solamente a las costas de todos los mares en víctimas de inundaciones que harán desaparecer en el futuro que no veremos, ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Barcelona o Estocolmo. Por lo pronto, el clima de nuestras ciudades es impredecible. Y aléguenle al árbitro.
felixcortescama@gmail.com