Por José Jaime Ruiz
Si el cambio también es reversa, es “bueno saber oponerse a lo que cambia en mal; el cambio puede ser una decadencia”, escribió Ikram Antaki en su El manual del ciudadano contemporáneo. En 2024, el país cambiará de presidente, un cambio que, con Xóchitl Gálvez, indica reversa, volver a las políticas neoliberales con su extractivismo, colonialismo, y el cambio con continuidad que representa Claudia Sheinbaum, lo que denomina el segundo piso de la Cuarta Transformación iniciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Se trata de un cambio de régimen, no un cambio en el régimen.
Le cuesta la cuesta –y la encuesta– de enero a Xóchitl Gálvez, ¡cuánto le cuesta! La candidata del Frente Amplio entró en un declive irreversible, su objetivo ya no es competirle a la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, su meta inmediata es dejar de caer, que su debacle no se convierta en caída libre. Hasta sus más pundonorosas defensoras, como Guadalupe Loaeza, olfatean no solo el fracaso, también el fiasco. Y la llegada de Max Cortázar como estratega en la comunicación le restó puntos, no fue adición.
Hasta el pavo y la pizza le salen mal a Xóchitl, sus videos ni mueven ni conmueven. Una encuesta archicuchareada la ubica arriba de Claudia Sheinbaum cuando todas y cada una de las otras, según la plataforma Oraculus, le dan gane a Claudia dos a uno sobre Xóchitl, 30 puntos por debajo del 60 por ciento de Sheinbaum. El problema de la candidata del Frente Amplio no es su dicción, es la contradicción, sus contradicciones.
La estrategia electoral de Gálvez, de nuevo, da un golpe de timón, un timonazo que prefigura naufragio. Como legisladora Gálvez y el PAN se opusieron a los programas sociales para jóvenes y adultos mayores, ahora los reivindica y su perfil en su página de “X” destaca su abrazo con una anciana. Y mientras a los jóvenes les dice que cuentan con ella (“Sé que quieren vivir mejor, tener buenos empleos con todos los derechos y contar con seguro social y acceso a vivienda propia. Por eso quiero ser su candidata, para juntos hacer todas sus metas realidad”) organiza una fiesta con alcohol en su casa, donde se presume que asistieron menores de edad y ella se “echa” una cerveza Victoria.
Nada le sale bien a Gálvez y su nueva estrategia, junto a sus corifeos de los medios de comunicación, se centrará en la inseguridad, en la violencia, destacando sucesos como los de Tamaulipas y Guerrero: “la 4T es un peligro para México”. Y volverán a su trillada “venezolanización” de México. Xóchitl inició el año montándose en un supuesto gasolinazo que no fue, le mintieron y mintió y eso le costó, tal vez, tres puntos porcentuales.
El declive de Xóchitl provocará el ascenso de las campañas negras en contra de Claudia Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador y sus cercanos. Byung-Chul Han precisa que la fuerza de las shitstorms reside en el anonimato, que las shitstorms separan el mensaje del mensajero. Las campañas sucias se basan en la indiscreción, en las tormentas de mierda, no en el respeto. En una sociedad adentrada finalmente en la civilización del espectáculo solo puede transformarse en una sociedad de escándalo. Sin escándalo, sin sobreexposición no se existe, no se es. Aunque el “escándalo” termine por diluirse en “des/narrativización”.
La cuesta de enero le cuesta tanto a Xóchitl. El Titanic hizo agua y antes del naufragio, los tránsfugas se multiplican, ahí están como ejemplo Guadalupe Loaeza, Rommel Pacheco, Eruviel Ávila, Alejandro Murat… a Xóchitl no la revivirá la rediviva Beatriz Paredes. Los xóchitlovers se transformarán, de nuevo, en los iracundos. Inicié este artículo con Ikram y lo finalizo con Antaki: “El Evangelio concede el derecho a la ira, a condición de no acostarse con ella: entonces se corre el riesgo de preñarla con odio y violencia”.