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Por Francisco Tijerina Elguezabal

Quod natura non dat, Salmantica non præstat. // Miguel de Unamuno

Los avances tecnológicos de los últimos tiempos han permitido a la humanidad grandiosos avances en diferentes disciplinas y la comunicación es una de ellas.

Hoy, gracias a los nuevos dispositivos, programas y aplicaciones, lo que antes resultaba oneroso y complicado, se ha convertido en algo tan sencillo que hasta pareciera un juego de niños.

Antes publicar un artículo sólo estaba reservado al espacio de los diarios y revistas o bien los libros; tomar fotografías requería contar con una cámara y conocimientos para su manejo; grabar tu voz para que otros la escucharan ocupaba de equipos y si querías que muchos te oyeran tenías que buscarte un espacio en la radio.

Realizar o simplemente ver grabaciones en video ocupaba costosos aparatos y el espacio de la difusión de programas era exclusivo de la televisión, con su parafernalia de sofisticados equipos.

En unos cuantos años el mundo cambió y las restricciones desaparecieron. Internet y la Web abrieron los espacios y poco después llegó la fotografía y el audio digital, con equipos económicos para los que no se ocupaban muchos conocimientos, después los teléfonos inteligentes se encargaron de cerrar la pinza.

Sí, cualquiera puede escribir y publicar, como también es sumamente sencillo hacer un podcast de audio o una emisión en video en cualquiera de los nuevos formatos de moda, sin realizar cuantiosas erogaciones y sin tener muchos conocimientos sobre la parte técnica.

Sin embargo toda esa facilidad se va al traste cuando esos nuevos “productos”, llámense textos, audios o videos, carecen, como diría el ranchero de “lo mero, mero prenceptal”: contenido.

Sí, cualquiera se siente y se dice periodista, fotógrafo o videógrafo porque tiene la herramienta para hacer las cosas, además del lugar para mostrar su “trabajo”, pero eso no los hace profesionales.

Puede usted adquirir un taller mecánico completo, dotado de la más sofisticada herramienta, pero el hecho de que lo tenga no significa que ya puede empezar a reparar vehículos. Ahí es donde empiezan las diferencias.

Porque los improvisados “periodistas” no tienen nociones de redacción y en la mayoría de los casos ni siquiera de la ortografía más básica; no conocen de sintaxis ni de géneros o estilos periodísticos. Lo mismo ocurre con los neófitos en materia de creación de contenido radiofónico que tienen cómo grabar, pero desconocen reglas, formatos y la manera de comunicar sólo con sonidos.

El acabose está en la televisión. Hoy se puede hacer una emisión desde un teléfono y los equipos semiprofesionales de grabación están al alcance de cualquier bolsillo; montar un estudio, que antes costaba un dineral, o se puede hacer con muy pocos recursos. Como ocurre con los “fotógrafos” pueden tener los mejores fierros, pero si no saben de composición, encuadre, iluminación, el resultado final seguramente será ínfimo.

Cheque usted la web y se dará cuenta de que estamos inundados de programas de entrevistas; ya cualquier pone una mesa, dos sillas y dos micrófonos y lleva a un invitado para preguntarle una sarta de obviedades o tonterías. Todos se ven iguales, planos, sin fondo y no te dicen nada.

Diferenciarse hoy es la clave y hay que hacerlo con calidad tanto en la producción como en el contenido. La moda de hoy será pasajera, pero terminarán hartando a los públicos que ya no voltearán a ver este tipo de programas y todo gracias a la modernidad, pero sobre todo a la improvisación.

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// Francisco Tijerina

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Autor: stafflostubos
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