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El banco de los sueños y mentiras

Por Carlos Chavarría

Mal esta la cosa cuando el único recurso que le quedo al régimen para subsistir es recurrir a la demagogia para inspirar alguna esperanza que tendrá que ser financiada por el banco de la ilusión, ese cuyo balance de recursos es inagotable y se capitaliza sin aportarle nada.

No se trata de acabar con la utopía, parafraseando a Galeano, “…la utopía, esa ilusión que sirve para que sigamos caminando algunos pasos más sin cansarnos”. Que obsceno, que a 100 años de que Calles fundara la “dictadura perfecta “, bautizada así por Vargas Llosa al darle su verdadero sentido como trampa histórica para el desarrollo político y social de una comunidad hambrienta de bienestar y siempre demasiado lejos de sus visiones y sueños.

Qué repugnante que todo haya cambiado para que  volviera a seguir igual que antes, o quizás nunca cambio en la realidad. Qué triste espectáculo que la política solo sirvió para que los de ahora, tal como los de antes, usen a la siempre permanente proporción de mexicanos pobres para hacer de las suyas, convirtiendo a la historia en un coliseo de vanidades y egos que todo destruyen en su paso veleidoso hacia el desastre.

La misma vieja estrategia de ofrecer creación de derechos para ganar votos a sabiendas de que vivimos en una economía, como si no supieran o quisieran entender que la economía es el arte de administrar en la escasez, tarea en la que siempre han fallado todos los gobiernos que viven de buenas intenciones pero magros resultados, dejando siempre como residuo una nueva crisis que repite lo que ya sabemos. La historia es recursiva y el único modo de construir y romper paradigmas, es salirnos de la caja obscura de la mentira que todo lo deforma y aprender a observar el limitado espacio de nuestras circunstancias y posibilidades, como ocurre en toda economía real.

La reticencia de los gobiernos mexicanos para adoptar la ortodoxia financiera y económica solo se explica por el exceso de pragmatismo demagógico y el profundo desprecio que tienen por la democracia y la participación ciudadana.

De nueva cuenta el fantasma del “presidencialismo callista” prepara sus garras mostrándonos que en tanto todo el poder se encuentre concentrado en una sola persona, nuestro querido México se hace cada vez más inviable.

Es un suicidio económico el tener que quitarle recursos a áreas prioritarias y de alta rentabilidad social, como son educación, salud o infraestructura, para ubicarlo en temas que si bien son deseables, su disposición es seguro que creara compromisos financieros exponenciales sin considerar  la velocidad del crecimiento económico global del país.

Todo acaba con 20 iniciativas, 20 formas intencionales diferentes, diseñadas como una trampa admirablemente demagógica que nadie podría rehusar, 20 vectores que apuntan para destruir la economía y todas las visiones de millones de familias de mexicanos que lo único que requieren es una sociedad abierta y segura, donde puedan desplegar su potencial de realización y capacidad para lograr su progreso.

Por 100 años nuestra sociedad le ha entregado a todas las generaciones de demagogos que han medrado en la política mexicana, más que suficientes recursos para que ya se hubiesen creado las condiciones para alcanzar el bienestar, pero todo ha sido engaño y simulación. Hoy van por más de lo mismo ya sin pudor alguno.

Es un fastidio para todos continuar en un camino histórico que se reconstruye en sus mismas viejas formas. Ofertar derechos sin garantía, que crearan más pasivos nacionales y déficits de confianza, cuando lo que se demanda es trabajo, seguridad, salud, alimentación y educación de calidad.

¿Es tan difícil mantener la estabilidad constitucional y jurídica el suficiente tiempo, para con ello promover la inversión, la educación, el trabajo remunerado y el ahorro?

“El secreto del demagogo es parecer tan tonto como su audiencia, de tal forma que esa gente crea que son tan listos como él es”. Harry Zohon, «Medias Verdades».

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// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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