Por Félix Cortés Camarillo
“¡Cuán gritan esos malditos!/ Pero mal rayo me parta,/ si en terminando la carta/ no pagan caro sus gritos”.
Estos cuatros octosílabos dan inicio a la escena uno del acto primero del más famoso Don Juan –que no el mejor– que José Zorrilla pergeñó en 1844 aunque la acción se ubica en la Sevilla de los últimos tiempos de Carlos V, alrededor de la mitad del siglo XVI. Don Juan Tenorio, de antifaz; los “malditos”, celebrantes del carnaval, gritones y beodos que pasan debajo de su balcón; la carta, que largo plumea, es una misiva seductora para cierta dama que debe ser entregada a su dueña y así establecer hora, entrada y llave para la lujuriosa acción que arranca todo el desarrollo dramático que sigue en verso fácil.
Yo no sé si sea aplicable, cinco siglos después, y miles de millas náuticas aparte, la ira del escribiente.
De lo que no tengo duda es que el presidente López no estuvo nada complacido con los malditos que llenaron la Plaza Mayor de México el domingo pasado, y docenas de otras plazas en toda la república, para expresarle a Él, su repudio por las explícitas intentonas de no sólo intervenir, como lo hace todos los días, en el proceso electoral de junio próximo, sino incluso modificar la Constitución para mutilar el órgano electoral que aunque lo olvida, fue el que le reconoció un triunfo legítimo hace seis años, y subyugar al Poder Judicial a los caprichos del inquilino –que no paga renta– de Palacio Nacional.
Para Lopitos, los más de cien mil asistentes al ombligo de México –y los otros miles de mexicanos en más de un centenar de ciudades–, no fueron más que expresión de un grupo de mexicanos que representa a la oligarquía corrupta, que se disfraza de demócratas para tratar de recuperar los privilegios de antes, los fueros que disfrutaban de la corrupción.
Porque ellos, dice, defienden “la democracia de ellos, la democracia de los corruptos y no la democracia del pueblo”. Que quede claro, hay democracias a la carta. Pero, además, el presidente López tiene conciencia estadística y admite que los que marcharon el domingo no son todos los conservadores que gritan “fuera López”; según su estadística –o la de sus cercanos– sólo somos entre quince y dieciocho millones de mexicanos que no estamos de acuerdo con su ejercicio.
Los que queremos regresar a nuestro modo de vida democrático que nos ha costado cuarenta años construir lentamente esa “escalera” al poder, que mencionó el domingo en el Zócalo repleto, y sin bandera nacional en su asta, por órdenes de ya sabemos quién, Lorenzo Córdoba Montoya, hijo de un digno y notable comunista mexicano. En el verbo del presidente López, él también quiere que regresemos, pero, dice, regresar al pueblo lo robado. Buena rima Tacho.
Yo me guardo la cifra de 18 millones, supongo, de votantes. Invito a confrontar pronto conmigo el cómputo del primer domingo de junio con la evaluación presidencial. Hay que ver cuántos fueron los “malditos” de Lopitos en el país. Y cuántos vamos a votar, sin rajaderas, el primer domingo de junio.
Porque lo demás es historia. Ya se sabe que don Gonzalo perdió ante don el Tenorio en la contabilidad de virtudes rotas y que el Comendador se apareció brutal en la última cena y toda la moraleja decimonónica. De todos modos, los malditos seguimos aquí. Y seguiremos gritando, diga lo que diga el Tenorio. O Lopitos.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Sí, muy bien, el Cruz Azul dejó de andar “cruzazuleándola” y se colocó a la cabeza de la tabla de posiciones después del pinche desempeño de los dos equipos de Nuevo León. No coman ansias; ni le crean a las encuestas manipuladas. Falta mucho para la final.
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