Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor.” // Antonio Machado
Hoy, como nunca antes, los políticos en el poder hacen uso de instrumentos legales como el amparo, impugnaciones o recursos, para dirimir diferencias o para complicar el camino de sus opositores.
Vivimos en un pasmo permanente que cada vez que parece que terminará con una decisión de los jueces, resulta que vuelve a empezar por un nuevo artilugio, legal, sí, pero que dilata la solución de los conflictos y que provoca que aquello se vuelva el cuento de nunca acabar. Sin embargo las resoluciones que emiten las autoridades del Poder Judicial por lo regular son la mar de complicadas de entender por la gran cantidad de términos y porque diese la impresión de que les encanta enredar las cosas de tal manera que dentro de sus respuestas quepan mil y un posibilidades de interpretación.
Porque cada vez que se publica una determinación de los jueces o magistrados, cada una de las partes dicen que el fallo fue a su favor y uno se queda con cara de “what?”.
¿Habrá alguna manera en la que sin romper los términos y tradición legal y de procedimientos se pueda explicar en cristiano el fondo de cada determinación y decir, con peras y manzanas, o de perdido con palitos y bolitas, quién gana, quién pierde, qué es lo que debe ocurrir o cómo quedan las cosas?
Porque están peor que “El Perro” Bermúdez con aquello de “mía, tuya, te la presto, versallesco papa” y al final todos salen con su “tirititito”.