Por José Francisco Villarreal
Hace cerca de una semana, en Madrid, España, explotó un escándalo mensurable en dos millones de euros por el cobro de unas comisiones en una compra hecha por el gobierno local. Una bicoca si comparamos con los enjuagues que han enriquecido a políticos mexicanos durante décadas. El periódico El Diario hizo la investigación e involucra al novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, y además presidenta del Partido Popular de esta comunidad. Sí, la señora es correligionaria política de la marquesa “AMLO heater” Cayetana Álvarez y etcétera. No es un asunto menor, embarra además a la vicepresidenta de ese gobierno, miembro del Partido Socialista Obrero Español. La Agencia Tributaria y la Fiscalía Provincial de Madrid, hicieron públicos algunos correos emitidos por la defensoría del implicado. Un error que, en los malabarismos de la retórica legal, podría considerarse como la vulneración de la presunción de inocencia (el pospretérito no es mío sino de los censores del caso). Esta presunción que se presume mucho en México, pero se aplica a voluntad en la Justicia y se evita en algunos medios, remedios cibernéticos y remedos oficiosos. Volviendo a Madrid, chulonas y chulones míos, dijera Lara, la Asociación Profesional de Fiscales y el ilustre Colegio de Abogados de Madrid pusieron el grito en el Cielo, el Cielo de los abogados, porque en el Cielo y el Infierno cristianos se reservan el derecho de admisión. Los “expertos” se lanzaron abiertamente en contra de la indiscreción de la agencia y fiscalía madrileña. Por su parte, el jefe del gabinete de la presidenta de la comunidad, Miguel Ángel Rodríguez, fue todavía más lejos y amenazó a una periodista de El Diario: “Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Que os den. Idiotas”. Un evidente atentado al derecho a la información y a la libertad de expresión. Sigue el escándalo con publicaciones en medios y redes, la típica reacción de la Reacción. ¿Y qué fue de los dos millones de euros? ¡Sepa Dios! Porque los “expertos” y el agresivo funcionario desviaron la atención del desvío llevando el pleito a la calle. Siempre llamará más la atención del respetable público un pleito callejero que un drama en el erario.
Recién, luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación fallara a favor del “Tío” Salinas y le trasquilara unos millonarios piquitos a su deuda con Hacienda, se encienden titulares nacionales con la “toma” de un campo de golf de Huatulco, Oaxaca, que había sido concesionado a una empresa de nuestro entrañable “McPato”.
Ya estaba yo ensayando la métrica clásica para ponerme a escribir un enorme poema épico glorificando la proeza de estos modernos espartanos. Pero no: el gozo se me fue al pozo. Porque entonces escuché el testimonio de un testigo, el periodista local, Omar Gasga, director de un medio oaxaqueño, que describió la hecatombe. Se trató de dos patrullas y alrededor de doce oficiales de la Guardia Nacional que acompañaban a un grupo de inspectores de la Profepa, que llegaron a verificar sellos de clausura en accesos al lugar. La inspección se hizo con acompañamiento de empleados de la empresa y el ingreso de sólo dos oficiales de GN. ¿Y los “espartanos”? Pues estaban haciendo inventario y, durante la inspección del predio, se congregaron en la entrada a echarse su lonche, sin protestas ni violencia. La réplica desde los medios controlados por el “Tío” fue la descripción de un asalto policiaco y un llamado a liberar el control de armas en México, porque si “un soldado en cada hijo te dio”, es inconcebible una milicia ciudadana con resorteras. ¿Qué no? En toda esta rebambaramba hay dos términos que se intenta instalar en la opinión pública: “concesión” y “propiedad”. Los detalles del caso no sólo implican una concesión vencida, además la toma ilegal del agua del subsuelo, cuyas concesiones (dos) no son para regar pastos sino para acuacultura, es decir, para criar peces, y supongo que los hoyos del campo son excelente hábitat para bagres y mojarras. En cualquier caso, la reacción mediática, que casi casi convoca a una insurrección armada, perfiló una movilización policiaca para despojar al pobre tío rico de su propiedad, e impedir que una empresa mediática críe pececillos de agua dulce.
De nuevo, aunque con menos argumentos que en España y más “ingenio” literario, se lleva el caso al ámbito de un pleito callejero, distrayendo al público de la verdadera naturaleza del caso, y del interés electoral que rezuma. De este lado del Atlántico, también se imponen verdades resucitando técnicas de manipulación que alguna vez causaron una guerra… ¡y mundial! ¿Intervendrá de nuevo la Suprema Corte de Justicia de la Nación para amparar al desvalido empresario? No lo aseguraría, pero tampoco me extrañaría que la ministra Piña y sus togados secuaces emitan otra bula Orbi et Orbi para otorgar Justicia a tan distinguido posesionario. Total, él ya es cliente. ¿Desmantelar una flamante área natural protegida para mantener un campo de golf? No hay bronca. ¿Qué tanto es tantito?
Entre estos bulos y bulas, nuestro desconcertante proceso electoral sigue siendo el más absurdo de todos a los que he sobrevivido. Sigo en ayunas al tratar de digerir los proyectos opositores, tanto el naranja como el variopinto cardiaco. Hasta ahora sólo he visto promesas desarticuladas e inconexas, y desde los frentistas cardiópatas, el uso desmedido del miedo como argumento e instrumento. Su propaganda, la legítima, que ya satura los medios de comunicación, nos ofrece el remedio y el trapito para males sobredimensionados o de plano inventados. Una cosa sí entiendo: están hablándole a un país abúlico y pasivo que ya no somos y que estamos tratando de superar. El elector no “endiosa” a la 4T, la usa como instrumento. Pero la oposición no ofrece ser instrumento alternativo de los ciudadanos, sólo nos ofrece su liderazgo, lo de siempre. Hablan mucho, pero no hablan con nosotros, hablan para nosotros. En el extremo oficialista, las propuestas y el proyecto son más inteligibles. Hasta el más tonto puede comprender que lo sustancial es una oferta de continuidad. Básicamente, refuerzo de la economía, redistribución de la riqueza, soberanía en todos los sentidos, y depuración de las instituciones.
Las necesidades del ciudadano y del país cambian constantemente, por lo tanto hay que adaptarse a las nuevas condiciones. Por desgracia la oposición política y económica ha metido mucho ruido durante seis años. No nos han proporcionado ni argumentos ni instrumentos para hacer una buena crítica del régimen; en cambio, sí nos han dado argumentos e instrumentos para criticarlos a ellos, no como un frente político sino como una facción sediciosa. Nos empujan hacia lo que ellos dicen rechazar: la preponderancia de un frente político en el poder, en este caso, un movimiento social.
Si bien habrá países o personas que caigan en el juego sucio de una guerra de estiércol, no ha sido el caso generalizado en los mexicanos. El ejemplo que expuse al principio, de España, muestra que hay una oposición extremista subordinada a grupos e intereses extranjeros. En México se está siguiendo la misma estrategia de su manual, ese manual tan querido del ex canciller Castañeda, y que ya se ha aplicado con éxito en otras latitudes americanas. La estrategia “sucia sucia” del manual internacional quiere ponernos como espectadores de un pugilato callejero, sin embargo estamos aprendiendo rápidamente que nuestro papel ya no es de mirones sino de árbitros, y que el cuadrilátero callejero puede ser divertido pero la decisión inapelable se toma en las urnas. Contra eso no hay bulos que funcionen, ni bulas pontificias de la SCJN o el TRIFE. Sobre la narrativa de violencia y miedo que se quiere imponer, será determinante para el país y ejemplar para el mundo entero si el elector mexicano sale a emitir su voto a pesar de las amenazas, insultos, agresiones y violencia que han normalizado durante todo este sexenio y han exacerbado durante este proceso electoral. Y será mejor que se dejen de campañas para implantar en México una versión chaparra de la segunda enmienda de la constitución gringa para el porte de armas, porque un pueblo armado y enojado nunca garantizará la paz. Y sí, estamos muy enojados todavía, porque quienes nos engañaron, robaron, despojaron, humillaron, asesinaron durante años, siguen libres e impunes.