Por Francisco Tijerina Elguezabal
“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta.” // Pablo Neruda
En el icónico Bar “Chapeados” el dominó era un asunto muy serio. No se trataba de sentarse a jugar para pasar el rato, ahí las partidas eran cuestión de honor y no cualquiera era bienvenido al círculo de los jugadores, había primero que demostrar que le entendías no sólo a contar fichas, sino también a ir de la mano con el compañero que te tocara en suerte.
Perder una partida por un “zapato” (que te dejaran en ceros) era una deshonra absoluta que te costaba una semana entera de burlas y chascarrillos, cometer un error era un pecado mortal.
Por otra parte, crecí en un Monterrey que todas las noches se iba a descansar escuchando el programa “Operación Cupido” que transmitía Radio Recuerdo “Canal 86” y que era conducido por el Maestro Raúl Alvarado Ortiz, un locutor pionero de la radio en México y que poseía una aterciopelada voz y una envidiable colección de música romántica y discos de poesía, que hacían las delicias del auditorio. En todas las casas, autos, restaurantes, estanquillos, cantinas y por supuesto en el “Chapeados”, era de ley sintonizar la radio para escuchar a Alvarado Ortiz en su programa.
Una noche en la que se desarrollaba una encarnizada partida de dominó que ya llevaba varias horas en un toma y daca entre los participantes, a alguien se le ocurrió llamar a Radio Recuerdo para pedirle al locutor enviase un saludo a los clientes del “Chapeados”.
Solicito y atento, don Raúl Alvarado Ortiz encendió su micrófono y dijo: “Sí, cómo no, cómo no, para toda esa gente bonita que a esta hora de la noche nos escucha… especialmente para ese grupo que departe amigablemente en torno a la mesa del dominó en el Bar Chapeados, va la siguiente melodía…”
Y nada, que justo en ese momento uno de los jugadores se puso de pie reclamando a gritos a su compañero de partida: “Si serás pendejo, me acabas de ahorcar la de seises y nos van a ganar, eres un imbécil”.
De inmediato todos mediaron para poner orden, pero así de “amigablemente” se jugaba al dominó en el bar de Padre Mier y Porfirio Díaz del barrio de La Purísima.