Por Félix Cortés Camarillo
Cuando en el verano de 2006 Stephanie Clifford acudió a un torneo de golf en Nevada y conoció a Donald Trump, entonces un afamado millonario y conductor de un programa de televisión exitoso que se llamó “The Apprentice”, nunca imaginó que iba a tener la notoriedad y fama que hoy tiene. Hizo, con el nome de plume (seudónimo) Stormy Daniels, 353 películas de las que se llaman porno, en el papel protagónico, y produjo y dirigió varias docenas de otras del mismo género. Le dejaron dinero, pero poca fama.
Ayer, en una corte de Manhattan, Stormy Daniels compareció en el juicio que por diversos delitos se sigue a quien quiere ser el próximo presidente de los Estados Unidos. Resulta que en el mencionado torneo golfístico, el señor Trump invitó a la mujer a su cuarto de hotel y cometieron, dice el buen libro, fornicación.
Ella ya tenía 27 años pero todavía, 18 años más tarde, está bastante apetecible, según veo yo las fotos, pero ahora ya uno no sabe. Hasta ahí no pasaba nada: el magnate le promete a la actriz que la incluirá en su programa de tele, cosa que no sucede, hasta que de pronto, diez años más tarde, la señora pacta con Donald que si le da 130 mil dólares ella borrará de su memoria aquel encuentro sexual y no hablará de ello.
Michel Cohen, en aquel entonces abogado personal de Trump, en octubre de 2016, en plena campaña por la presidencia de los Estados Unidos entrega el dinero a la mujer. Trump toma posesión como presidente en enero de 2017. El señor Trump regresa el dinero a su abogado en cómodos abonos de 35 mil dólares, registrando la suma en sus libros como honorarios por servicios legales, cosa que hoy en el estrado del juicio el señor Cohen niega. Y ahí es donde la puerca de Trump tuerce el rabo.
El testimonio de la señora Clifford solamente le ha venido a dar más sabor al caldo judicial con los detalles de la relación erótica. Más debilidad a la defensa de Trump. Y más notoriedad a la rubia; ya en marzo del año en curso Sarah Gibson estrenó la película “Stormy”, un documental con la participación de la doña. No le fue tan bien.
Para que no se confundan los machos mexicanos, infieles por naturaleza, el señor Trump no está acusado de haberse echado un polvo con la actriz porno; eso se vale en todo el mundo cuando es de mutuo consentimiento. Lo que la ley de los Estados Unidos, cuáquera de orIgen y dual en su desarrollo, es haber mentido y haber disfrazado el soborno a la mujer como gastos lícitos.
Claro que todo esto no tiene nada que ver con el acueste: Trump es en algunas mediciones favorito para ganarle a Biden las eleccioes de noviembre a la presidencia. La actitud retadora de Trump, que ha desobedecido mandatos del juez, podría llevarlo al bote, aunque sea brevemente. De todos modos, para un votante, es difícil depositar la papeleta en favor de un convicto.
Este telenovela tiene todavía varios capítulos. Veinte años (para el caso 18) no es nada, dice Gardel.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): 20 años tampoco es mucho para el presidente López si de venganzas se trata. Desenterrar la muerte del esposo de María Amparo Casar y convencer al mundo que el señor se suicidó por lo que su viuda e hijos no tenían derecho a su seguro y su pensión, es una bajeza de lo más vil. Aún si tuviera razón. Veinte años no es nada, Lopitos: tú llégale.