Salomón Chertorivski, recargado sobre un barandal en el andén del Metro Pantitlán, espera pacientemente a que alguien lo reconozca y quiera estrechar su mano. Son las 4:00 de la tarde del 7 de mayo y aunque está en una de las tres estaciones más concurridas de la capital, a su equipo le cuesta trabajo acercarle personas. No hay música, porras ni banderines. Visto desde lejos parece un jugador de banca esperando para entrar a un juego ya empezado y que es el más importante del año en la Ciudad de México; informa MILENIO.
“¿Quiere conocer en persona al candidato?”, pregunta una chica con gorra naranja. “¿Le tomo una foto con Salomón?”, insiste otra con volantes en los brazos. La mayoría pasa de largo, excepto dos adultas mayores que, con más pena que convicción, se acercan al candidato a jefe de Gobierno por Movimiento Ciudadano y lo escuchan con apatía. Es uno de los días más calurosos del año y la Línea 1 es un horno con 33 grados del que todos quieren escapar.
Chertorivski está en tercer lugar de la contienda. Tres de tres. Es el sotanero de la tabla general con un promedio en las encuestas de 6 por ciento de los votos, pero a juzgar por su paciencia pareciera que cree que ganará la partida. En lugar de correr para buscar electores, camina despreocupado por la banda. Eventualmente, confía, alguien lo notará.
“¿Salomón?”, pregunta tímidamente una joven de 20 años y el que fuera secretario de Salud con el presidente Felipe Calderón voltea sorprendido. “Voy a votar por ti y por Máynez”, le suelta y al emeecista esa frase le sabe como agua fresca en el día 67 de campaña. Enseguida un estudiante de Psicología lo invita a su examen profesional con la condición de que llegue con la constancia de mayoría.
Otro le promete tachar su nombre en la boleta el 2 de junio. Y una boxeadora de 18 años dice que la convenció en el debate. “Tú eres el bueno”, suelta por su parte Diego, del CECyT 9, estudiante politécnico de la carrera Sistemas Digitales, pero para mala suerte del candidato Diego tiene apenas 16 años. Son sólo cuatro votos en 20 minutos, pero en el rostro de Chertorivski parecen 4 mil y le inyectan energía como de goleador en estadio visitante.
Los adultos mayores parecen no sentirse atraídos por el economista de 49 años. Quizá sus tenis Nike naranja, jeans azules y playera negra lo hacen ver poco mandatario; acaso por eso lo ojean y siguen su camino.
En cambio, los más jóvenes esperan sudorosos para tomarse una foto con la emoción de haberse topado por azar con una celebridad. Con cada uno, se despide con la misma frase: “¡Necesito votos!”.
Aún no lo sabe, pero horas más tarde, en el Simulacro Electoral Universitario 2024, su intención de voto se duplicará hasta 11.3 por ciento entre los estudiantes. Lo intuye por los números que recibe todos los días en su Casa Naranja en la colonia Del Valle: sus seguidores están en la franja más joven, los que son fans de Samuel y Mariana –así, a secas, como Messi o Cristiano–, pero que no conocen a Patricia Mercado ni Dante Delgado.
Los analistas electorales dicen que ese es el segmento poblacional que menos vota y que menos se moviliza, pero Chertorivski confía en que saltarán al terreno de juego. Tanto así que, a 26 días de la elección, está convencido de que dará una remontada histórica. Una voltereta para los libros de historia. Se mira a sí mismo como un Emmanuel Macron, el actual presidente francés, pero en versión chilango.
Macron en 2017, como él, estaba en tercer lugar de las encuestas a cuatro meses de la elección. Los jóvenes galos lo veían como político con buenas ideas y un futuro prometedor, pero miembro de un movimiento político inmaduro. Nunca había gobernado ni una colonia, había crecido en cuna de oro y educado en las élites universitarias. Una calca de Chertorivski que creció en la colonia Condesa, es hijo del ex presidente ejecutivo de Bacardí y estudió en el Instituto Tecnológico Autónomo de México y después en la Universidad de Harvard.
La derrota rondaba a Macron hasta que en la recta final un jugada de último minuto lo llevó hasta el Palacio del Elíseo: un escándalo de corrupción del primer lugar en las encuestas, una candidatura del segundo lugar que no aprovechó el cambio en el tablero y la aparición de los más jóvenes en las urnas en los últimos minutos cansados de los partidos políticos de siempre.
El emecista cree en esa fortuna: una súbita lesión de Brugada, una cruzazuleada de Taboada, las piernas frescas de los jóvenes que bailan en TikTok los jingles de Yuawi y ¡bum!, llegará hasta el Palacio del Ayuntamiento sin experiencia ejecutiva, igual que Macron, Barack Obama o Gabriel Boric.
“Claro que podemos ganar”, repite mientras camina por el andén, ahora hacia la estación Pino Suárez, aprovechando sus 180 centímetros de altura para buscar con la mirada a quien lo reconozca y se deje estrechar la mano. Pero muy pocos se paran a saludarlo. En el trasbordo de la Línea 1 a la 3, usado a diario por más de 60 mil personas, apenas logra cinco fotos. “¡Necesito votos!”.
Chertorivski sabe que las multitudes no van hacia él, así que –como Mahoma– él va a las multitudes. Y si no va al Metro, donde ha hecho más de 120 actos de campaña, entonces irá a su tercer lugar favorito donde espera ser reconocido, luego de los cruceros viales donde reparte volantes y pega calcomanías: las escuelas.
Dos días después de la populosa Pantitlán, Chertorivski va al sur de la capital, donde está la Universidad Intercontinental de corte católica y privada. Llega hasta la explanada de la Unidad de Comunicación Audiovisual del mismo modo en que arribó al Observatorio Nacional Ciudadano, a la Confederación Patronal de la República Mexicana de CDMX y al Colegio de Ingenieros Civiles de México: sin batucada, aglomeraciones ni alboroto. Su equipo es menor a 20 personas. Lo más llamativo es su auto híbrido, un Prius plata, cuyo valor ronda el medio millón de pesos.
Faltan 15 minutos para su charla con alumnos y de las 138 sillas colocadas apenas 26 están ocupadas. Pero a unos minutos de que inicie su participación, los maestros se encargan de llenar la grada. Un miniacarreo. A punto de que el evento sea una catástrofe, las sillas comienzan a ocuparse y Chertorivski toma el micrófono frente a unos 100 chicos que se comportan como si estuvieran frente a un profesor más en el plantel.
Chertorivski es un autonombrado “nerd”. Lo dice en público y en privado. Le apasionan los números, las proyecciones, los datos duros. Propios y extraños reconocen que le sobra aula, pero le falta cancha. Es cálido cuando está con pocas o decenas de personas y frío si se trata de conectar con la porra.
Acostumbrado a cumplir con altas expectativas, comparte sus frustraciones con su público estudiantil: “Todos me dicen que tengo las mejores propuestas, pero también me dicen que no van a votar por mí porque no voy a ganar”. Unos cuantos le aplauden, otros asienten con la cabeza.
Al final de la charla de una hora, un alumno apodado Chazz se acerca para darle ánimo al candidato. “Aún falta el tercer debate”, le recuerda y, en recompensa, se lleva en la mochila un libro autografiado por Chertorivski. “Si no gana en esta, ojalá lo vuelva a intentar”, dice una estudiante empujada por su maestra a tomarse una foto grupal.
Si los resultados del 2 de junio no le favorecen, esta será su tercera derrota al hilo. En 2018 perdió la nominación opositora a jefe de Gobierno frente a la entonces perredista Alejandra Barrales, y en 2021 fue derrotado por la panista Margarita Zavala en las campañas a diputación federal por el Distrito 10 en la alcaldía Miguel Hidalgo. Aunque sólo logró 4 por ciento de los votos, su doble puesto como plurinominal le aseguró una curul en San Lázaro, desde donde entrenó para este 2024.
La página del INE marca que el emecista ha gastado, hasta el 10 de mayo, unos 22.1 millones de pesos –de 63.4 millones que tiene disponibles– en 404 eventos. Tiene 59 menos actos públicos que la morenista Clara Brugada, pero 288 más que el panista Santiago Taboada. Como aficionado al club Necaxa sabe que eso tiene nombre en el futbol: es jugar muchos minutos tirando a la portería, pero sin meter goles.
Chertorivski está en la recta final del partido que busca convertir en una voltereta inédita, pero no hay quien le tire un pase a gol: a diferencia del oficialismo y el PRI, PAN y PRD que suelen estar acompañadas de jugadores estrella como Claudia Sheibaum, Xóchitl Gálvez, Omar García Harfuch y tantos más, el de Movimiento Ciudadano es un mediocampista solitario al que muy pocas veces se le ve acompañado de su capitán Jorge Máynez y de las candidatas a senadoras Alejandra Barrales y Sandra Cuevas.
Le falta equipo, pero eso no sería tan grave si no careciera de hinchada. A pesar de la tribuna callada, Chertorivski asegura que no fingirá lesión alguna ni entregará su casaca a otro jugador. Fiel al estilo de su ídolo César Luis Menotti, fallecido el 5 de mayo, camina la cancha enfrentando lo imposible y sin sacrificar su estilo de juego: quiere coronarse campeón. Aunque el tiempo se agota… y va perdiendo por goleada.
Imagen portada: MILENIO