Por José Francisco Villarreal
Siempre me ha gustado la Historia pero, como Enrique Krauze, recurro demasiado a las analogías, lo que me convertiría en un pésimo historiador, como Krauze. Excluyo una metodología científica, me deslumbra lo anecdótico, y acabo como don Alonso Quijano, con el cerebro recocido en falsas remembranzas y realidades fantásticas. Aun así, disfruto mi viaje. Es como si a diario me contara un cuento y al finalizar el día me dijera “Colorín, colorado, este cuento se ha acabado”. Un día ya no habrá un nuevo cuento, y no pasará nada porque habrá pasado todo. Procuraré no liberar el virus de mi mediocridad con frecuencia, para no contaminar a demasiadas mentes sanas. Por eso no soy historiador ni escribo libros de Historia. Mentiría si lo hiciera. Cuando se construye la Historia con mentiras, incluso con una sola mentira, se destruye la Historia y se dinamita la realidad vigente. Si además, en base a una fantasía histórica se intenta construir un futuro, el adefesio resultante no llega ni a utopía. Ni siquiera una obra de teatro es idéntica en la siguiente función.
Y siempre pienso eso cuando Alito Moreno, que parece el ajonjolí de todos los spots del PRI, cita un pasado priista impecable. ¡Por Dios! Alito es un producto de ese pasado. Si el derrotero del PRI como partido se perfecciona con liderazgos como el de Alito, no es en absoluto recomendable. Ni hablar de Marko Cortés, que firmó, con plumón, no con sangre, un pacto digno del Doctor Fausto, “por la Paz, la Vida y la Familia”, un compromiso que huele a la más rancia ultraderecha, negando al PAN la posibilidad de reconstruirse como un partido más empático con la gente, encadenándolo a un origen que tuvo sentido aunque no razón hace un siglo, pero que ahora ni razón ni sentido tiene. En ambos casos se ofrece un retroceso social que, decíamos antes, es inadmisible individual y colectivamente, y que sólo puede imponerse por medio del engaño o de la fuerza. Chuy Zambrano es más honesto, no ofrece nada, obedece igual que los cadáveres cuando los trastean en las morgues. Morena, PT y PVEM, como aliados, ofrecen cosas más concretas, empáticas y coherentes; tal vez mientan, pero si mienten han evitado el uso de la fuerza para imponerse. En cambio, la franquicia partidista de Claudio X ha violentado sistemáticamente las conciencias, la buena fe y la paciencia de los ciudadanos que podrían darle el triunfo.
A muchos les pareció divertida la “patriótica” oferta de Alito Moreno: declinar su liderazgo en el PRI y su aspiración al senado a cambio de que Máynez decline a favor de la señora panista (que dice que no lo es). A mí no me dio risa. Tampoco me sorprendió el cinismo del líder del PRI. Debería enojar a Movimiento Ciudadano y al propio Máynez, porque les quiso ver la cara de “tontejos”. Alito sabe perfectamente que no va a cumplir como líder ni puede hacerlo como candidato, y que la declinación sólo perjudicaría a MC y no les redituaría votos a los prianprdorganistas. El elector no se complica la vida. Los que eligieron votar por Máynez no tienen por qué migrar con él hacia la señora y el señor X. Una declinación, improcedente según las leyes electorales, sería vista como una traición. Es más probable que vieran a Máynez y a Bertha X como cómplices no como aliados. Tendrían dos opciones para desquitarse por el engaño: Claudia S o la abstención. Serviría sólo para una cosa: si Bertha X perdiera la contienda, su derrota sería menos ridícula. A estas alturas, los todavía indecisos tienen tres opciones: abstenerse, votar al azar, o reaccionar ante un escándalo mayúsculo. Aunque el frente del PAN, PRI, PRD y Ongs mangoneadas por Claudio X han demostrado ser capaces de las peores ignominias, la única manera de captar los votos de MC es que Bertha X y todos sus frentes, declinen a favor de Álvarez Máynez. Ellos sí pueden reorientar la mayoría de sus votos, redirigir sus estadísticas estáticas, y Movimiento Ciudadano todavía no puede hacerlo. El problema es que sólo podría ser una migración masiva en la candidatura presidencial, pero selectiva en otras, lo que pondría de nervios a los electores cardiófilos, sobre todo en zonas como Nuevo León, en donde está tensa la liga desde hace mucho. Inviable por donde se le vea, pero en la desesperación todo es posible. Por ahora, creo que todos en el frente cardiaco están más ocupados en su futuro político y en su estatus económico respecto al erario. La alianza de PAN, PRI, PRD y Ongs “ciudadanas”, no funcionó, en el futuro próximo tampoco podrán deshacerse de esta poligamia política. Ya nadie los verá como entidades separadas y, las que sobrevivan, tendrían que pelear ferozmente entre ellas para demostrar su independencia, que ni así será creíble durante algunas generaciones más. Lo que de veras me indigna es que en todo esto hay un factor que no se toma en cuenta y no es el elector sino el progreso de todo el pueblo de México.
Leyendo esos libros viejos y raros que se me antoja leer a deshoras para arrullar a un soponcio o al insomnio, me enteré de las diferentes maneras como se ha entendido el progreso. En general, siempre se ha procurado ese progreso para una minoría a costas de una mayoría. A esa mayoría se le han regateado o dosificado los beneficios del progreso.
Siempre, invariablemente, se ha mantenido el sistema de castas, incluso en donde se proclamara la igualdad: los que pueden y los que no, los ricos y los pobres, los jodones y los jodidos. Usando mi tramposo método historiográfico, concluí que el mundo no puede progresar si se insiste en mantener al neoliberalismo inmutable.
No se trata de comunismo, esa idea fija de los ultraderechistas alucinados y de los derechistas ignorantes. No sería socialismo. Tampoco la abolición del capital y el exterminio de la libre empresa. Se trataría de reivindicar a la gran masa jodida, poniéndolo como objetivo fundamental, no caritativo; dejar de hacer política levantando corrales para ganado laboral, y cotos exclusivos para el señorío económico. Supongo que los grandes, medianos, pequeños, ínfimos e imaginarios capitales temen que desaparezca la pobreza, porque al no haber pobres, rebajaría su calidad de ricos. Serían igual de ricos pero no se notaría tanto. ¡Qué oso! En un sistema así, hasta un mandatario tendría que viajar en el metro, y el más exitoso empresario tendría que levantar la caca que deja su perro en la vía pública… Ojo, hay países no “comunistas” donde esto ya sucede. Equilibrar el progreso a favor de una mayoría arruinaría el estatus de una minoría. Tampoco es que el pobre no aspirara a algo mejor, no es conformismo como aseguran loros derechistas, era parálisis social, un coma inducido. ¡En fin! Lo dicho, mi análisis de la Historia no es el mejor, pero lo disfruto mucho. Y ya tengo sueño… así es que “¡colorín, colorado…!”