El 15 de mayo se cumplieron 12 años de la muerte del escritor mexicano, quien en su departamento en la capital inglesa tenía un acervo de 7 mil libros que no han podido trasladarse a México por kafkianos trámites burocráticos.
Las bibliotecas personales son el espacio geográfico que nos permite conocer cómo se configuró el pensamiento de sus dueños; son extensión de la vida intelectual y de las inquietudes académicas; de los gustos y placeres; de las simpatías y diferencias. El libro leído, remarcado y renombrado, con anotaciones, detalla el diálogo del lector con la obra, discusión permanente que forma el conocimiento. La biblioteca, entonces, muestra la manera cómo está amueblado el cerebro del lector, es un mapa que te ayuda a recorrer sus lecturas, autores y es, también, guía de su canon personal. La formación de una biblioteca se conforma a través de años de lectura, de búsquedas incansables, de la compra de objetos únicos e inigualables. La biblioteca es la plaga que el lector extiende por los lugares que habita y se convierte en el espacio más íntimo donde tiene una conversación consigo mismo usando la voz de los otros; es el espacio donde se condensa la historia de la humanidad. La biblioteca personal es la exposición pública de la vida privada del lector; publicó MILENIO.
Como tal la biblioteca en nuestros días, donde los espacios para habitar son más pequeños y las tecnologías han simplificado y facilitado el acceso al libro electrónico, es un espécimen en extinción que debe de ser preservado por quienes defendemos las sensaciones que solo puede provocar el contacto físico del libro con sus formas y olores.
El lector debe, entonces, estar comprometido con la defensa de las bibliotecas, pedir que se preserven y se acerquen a la sociedad posmoderna. En el puerto de Londres se encuentra varada la biblioteca personal de Carlos Fuentes, el escritor mexicano dejó estipulado que ella quedaría en manos de la Universidad Veracruzana. En el año 2020 se iniciaron los procesos legales, necesarios, para que la biblioteca de Londres, que tenía en su departamento ubicado en el barrio de Kensington, fuera traída a México y se cumpliera con la voluntad de Fuentes, lamentablemente el inicio de la pandemia detuvo el trámite y hasta el momento el proceso se mantiene en un laberinto kafkiano-burocrático.
La biblioteca de Carlos Fuentes se encuentra en México y Londres, no son dos bibliotecas. Ambas se complementan y permiten conocer el mapa intelectual del escritor. Cuantitativamente en México hay más de quince mil títulos y en Londres siete mil.
Londres para Fuentes era el espacio donde vivía seis meses del año, esto le permitía tener el esparcimiento cultural y la soledad necesaria para construir sus novelas, por ello se entiende la presencia de textos históricos, filosóficos y políticos; destacan también los distintos idiomas en los cuales leía: español, inglés, francés, italiano y portugués.
Es de destacar que en Londres hay mayor presencia de libros de poesía, entre los autores destacan Pablo Neruda, Charles Baudelaire, Paul Varlaine, Arthur Rimbaud, Walt Whitman, Ezra Pound, T.S. Eliot, Yeats, Federico García Lorca; pero, también se encuentran filósofos como Fréderic Nietzsche, Habermas, Edgar Morin, Jean Baudrillard, Isaiah Berlin, Walter Benjamin, José Ortega y Gasset, María Zambrano, Aristóteles; hay autores del siglo de oro español y de literatura japonesa.
Esta lectura es distinta a la que realizaba en México, lo cual nos indica que en Londres tenía el tiempo y las condiciones para profundizar en lecturas que exigen atención, paciencia y una vida entregada a la contemplación que le permita asimilar las ideas. Estas obras nutrieron los libros que publicó los últimos años de su vida, podemos pensar en En esto creo (2002), La silla del águila (2002), La voluntad y la fortuna (2010), Federico en su balcón (2012), en estos existen diálogos filosóficos, personajes que construyen la historia desde una vida contemplativa que demuestra experiencia y conocimiento acumulado.
La lectura que Fuentes realizó habla de su diálogo permanente con el conocimiento. Sus libros los encontramos subrayados y anotados, con pluma verde, algunos con un código secreto (El Código Fuentes), existen dedicatorias y dibujos que él mismo realizaba.
Esperemos que pronto la biblioteca deje el puerto de Londres y llegue a Veracruz, estado que ha sido puerta de entrada y salida a lo mejor de la cultura. Tener en México la biblioteca de uno de los escritores más importantes de nuestra lengua tiene que ser un acontecimiento que no pase desapercibido, puede ser la oportunidad para la reconciliación por parte del gobierno con la cultura. Destaco la labor de guardiana y custodia que ha realizado la señora Silvia Lemus para mantener vivo y prolongar el legado de Carlos Fuentes.
¡Habrá que romper una botella de champagne cuando el barco con la biblioteca de Fuentes llegue a su amado Veracruz!