Por Félix Cortés Camarillo
Casa donde no hay pan. Ocurren tantas cosas en la vida que no me gustan, pero que la terca realidad me obliga a aceptarlas, así sea sin disfrute. Mi más reciente experiencia en este campo se dio con el resultado, para mí inesperado, de las elecciones del dos de junio con el que se confirmó que hay una sola manera de ganar los votos: abasteciendo la panza. Sea: tampoco es nuevo.
Por debajo de esa obviedad se me ratifica mi convicción de que los mexicanos interesados en las cosas de la res publica terminamos una etapa histórica luego de que la reforma política que inventó para salvar al sistema don Jesús Reyes Heroles se hizo realidad en las transiciones, las representaciones proporcionales y otros artilugios de uno de los últimos grandes políticos de este país. Y esa nueva etapa, se ha ratificado el 2 de junio, es el necesario rediseño de la política electoral; fundamentalmente, en una nueva concepción de los partidos políticos.
Los partidos políticos, dice el francés Maurice Duverger, llevan en su nombre su destino. Son partidos, porque son parte de, “facciones que dividían a las repúblicas antiguas, a los clanes”. Y así ha sido en todo el mundo; los partidos politicos son expresión de una afinidad gremial, comunión con una corriente ideológica, o menos pensada como es la militar.
De regreso al planeta tierra, y en específico a México, el más antiguo partido del país es el PAN, expresion del pensamiento y la acción del empresariado mexicano. Indudablemente inteligente, que lo fue, Plutarco Elías Calles entendió muy pronto que esa bola de rufianes -entre los que se incluia- que habían matado a un millón de mexicanos en la Revolución tenían que ponerse en orden. Inventó el Partido Nacional Revolucionaario, el hoy PRI. Es todo. el PARM, el PSM, el mismo PC, el PSUM, todos ellos y los que se apunten, son derivados de lo mismo. Morena no es un partido político; es una vacilada que inventó Lopitos como su instrumento de poder: López Obrador aprendió muy bien de su experiencia en el PRI.
El punto es que los partidos políticos mexicanos, todos, deben desaparecer, no solamente el PRD -por cierto Lopitos fue su presidente- que ya recibió acta de defunción. El PRI es una miseria insostenible, agencia de empleos y discurso indigno. No hay priístas decentes, que los hay, que darían el pellejo para salvar el sitio en el legislativo que ya tiene Alito Moreno. El PAN acaba de exhibir parte de sus miserias resumidas en acusaciones mutuas sobre quién es el culpable del fracaso del partido hace un mes. ¿Marco Cortés, quien se aseguró su chiche a la cabeza de la lista infalible? Yo sugiero que se cambie el apellido, me cae que se puede. ¿Los que no se enteraron del talento de García Luna como productor de thrillers y enlace con los narcos? Todos ellos, y muchos más; desde antes del de las botas y la mota.
Mario Moneforte Toledo, inteligente guatemalteco quien fue mi compañero de páginas en la revista Siempre!, me compartió un sabio proverbio portugués que he citado en algún lugar: casa donde no hay pan, todos discuten y nadie tiene razón. El maná de hoy es la credibilidad de los partidos.
Lopitos, con su habilidad, ha desviado la atención nacional hacia la implacable destrucción del poder judicial que pudo en su momento refrenarlo en sus abusos. No quiere que nos demos cuenta de la sobre representación de su pandilla en el legislativo, que le da carta blanca. Y no es cerveza.
El sistema mexicano de partidos es obsoleto e inoperante. Debemos inventar otro, inteligente, justo y democrático.
Ahora, si nos va a salir como las elecciones del dos de junio, votos a cambio de las limosnas del Bienestar, dice el Quijote: mejor no meneallo.
PARA LA MAÑANERA, porque no me dejan entrar sin tapabocas: “Cuando el el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo disolver los vínculos políticos que lo han ligado…” Hoy, 4 de julio, los Estados Unidos celebran su independencia. Las letras que anteceden son el primer párrafo de su Declaración de Independencia. Que cada quien lo lea como quiera leerlo.