Después de protagonizar El padre, el drama de Florian Zeller, Luis de Tavira montó en el teatro Helénico el clásico de Bertolt Brecht Madre Coraje y sus hijos, una obra ambientada en una guerra del siglo XVII, cuya actualidad lo lleva a reflexionar sobre la barbarie en conflictos como del mundo actual; informa MILENIO.
“Seguimos haciendo teatro rodeados de barbarie”, dice en entrevista con MILENIO sobre la puesta en escena que tendrá temporada hasta el martes 16 de julio, en funciones lunes y martes, a las 19:00 horas.
Perla de la Rosa interpreta a Anna Fierling, una comerciante ambulante con tres hijos, que hace negocios durante la Guerra de los 30 años (1618-1648), hasta que pierde a los dos varones por la conflagración entre católicos y protestantes y emprende su búsqueda junto con su hija Kattrin (Katy), una adolescente muda como consecuencia de un abuso, que encarna soberbia la Saura Emilia Subiate.
Para el hombre de teatro, Madre Coraje es muchas cosas, entre ellas: una sobreviviente que juega a llevar el carro por los caminos del horror. Compara su historia con los conflictos actuales en Ucrania, Palestina o la violencia en México como consecuencia del crimen organizado y el narcotráfico.
De Tavira subraya que la compañía de Ciudad Juárez, Chihuahua, Telón de Arena, le pidió montar una obra para conmemorar sus 22 años de trabajos, en esta urbe que para él resume la barbarie en México.
Y justo al considerar que la compañía ha resistido con el teatro toda la violencia en Ciudad Juárez, propuso que justamente fuera la actriz que la encabeza quien interpretara a la poderosa Madre Coraje.
A ella se suman, Roberto Soto, María Guadalupe Balderrama, Guadalupe de la Mora, César Cabrera, Alan Escobedo, Estefanía Villa, Jesús Piña, Saura Emilia Subiate, Ezra Padilla de la Rosa, Aarón Antonio Ríos y Marco Pearson. También una orquesta en vivo con los músicos Claudia Salinas Rincón Gallardo (violín), Pablo Ramírez Márquez (clarinete), Alan Braulio Hernández Fernández (fagot), Ernesto Juárez Soto (percusiones) y Juan Luis González Gómez (trompeta).
Viene de hacer El padre y ahora monta Madre Coraje… Anda muy familiar, maestro.
Ja, ja, ja. Pues sí, verdad. Faltan los hijos.
Justo pensé que su siguiente obra sería Todos eran mis hijos.
Ah, eso estaría magnífico, sería un proyecto maravilloso.
Sobre Madre Coraje y sus hijos ¿No le asusta la actualidad siempre del teatro?
Es tremendo. Lo sabemos pero cuando lo verificamos sí es muy sacudidor ver cómo el teatro anuncia, cómo se adelanta incluso a través de un texto que supondríamos pertenece a otro momento que, diríamos, hemos superado. La vigencia de una obra como Madre Coraje es sorprendente, alarmante por cuanto implica precisamente eso que dices: la actualidad que nos muestra cómo no hemos sido capaces como humanidad de superar lo que habíamos pensado que estaba superado.
¿No lo llena esto del pesimismo? Ver que la historia de Madre Coraje y sus hijos está vigente hoy mismo, con las guerras, con el ascenso del fascismo en Europa ¿no es desesperanzador?
Hay una frase de Nietzsche que dice: “Soy tan pesimista que ya solo me queda ser optimista”. Por otro lado, el teatro y una obra tan despiadada como esta, es una obra que devuelve la esperanza. Yo lo formularía así: Hay un teatro que nos muestra lo que está pasando, y eso es un buen teatro, esa es la aspiración del realismo en el arte y del teatro y su vigencia y actualidad, mostrarnos a los espectadores lo que está pasando a nuestro alrededor. Hay uno mejor, que además de esto, nos muestra porqué pasa esto, cuál es la causa del sufrimiento de tantos, qué está detrás de esto terrible, esto está mejor.
“Pero todavía hay algo mejor: un teatro que nos muestra lo que está pasando, por qué está pasando y que finalmente nos muestra que eso puede cambiar o que pudo ser evitado. Cuando nos muestra la posibilidad de un cambio, nos devuelve la esperanza. En esta obra terrible de una guerra permanente, que nunca se acaba, con esta violencia normalizada, que pareciera que es un destino inapelable, de pronto aparece una pequeña acción solidaria, que puede evitar una masacre, que es la que puede estar en las manos de cualquiera de nosotros. Entonces nos damos cuenta de que es posible cambiar”.
¿En el teatro de Brecht?
También es posible que no aceptemos lo que la realidad nos plantea de modo sorpresivo e inesperado. Todos los personajes de Brecht siempre están conminados a tomar una decisión, a subirse a un tren o no, a dar una señal o huir, a seguir jalando el carro de la historia o parar. Y la decisión está en cada uno de nosotros. No hay acción por pequeña que sea que no pueda ser enormemente importante. Aquí una niña muda solidaria, abandonada, es capaz de alertar a los ciudadanos sitiados, a los que duermen, a los niños desamparados, alertarlos de lo que va a suceder y despertarlos. Y evita la masacre.
¿El personaje de Kattrin?
Exacto. Eso es lo que la esperanza da, cuando el teatro nos descubre ese momento de revelación que nos hace pensar, que nos pone enfrente de lo que está pasando y nos lo pone de esta manera parabólica. La obra se trata de una guerra del siglo XVII, pero al hacer la crónica de aquella guerra de los 30 años, que es lo que duró, pero para quienes lo vivieron fue toda una vida, al ver esa guerra vemos otras guerras. Cuando Brecht la escribe está pensando en la segunda Guerra Mundial que termina en el estallido nuclear. Pensaríamos que hemos escarmentado, que el siguiente momento será la destrucción de todo. Inmediatamente después estalla la Guerra Fría y no ha parado. Y ahora volvemos a las guerras étnicas y de religión, cosas que pensábamos completamente superadas. Es decir, la atrocidad humana es terrible mientras siga siendo un buen negocio, no es la razón de la guerra, no es ni un destino ni tampoco lo que se aduce como razones ideológicas, ni como razones de prerrogativas o derechos.
Y estamos viviendo otra vez guerras y genocidios.
Quien presume, en el caso de Rusia, no sé qué históricos derechos sobre Ucrania, pierden toda razón cuando invaden y matan inocentes. Y lo mismo podemos decir de las razones que aduce Israel para defenderse. Pero una vez que empieza la masacre de niños y de civiles ya perdió toda su razón. Eso queda desenmascarado qué es lo que está detrás y qué está detrás de la complicidad internacional: un poderosísimo negociazo que están haciendo algunos. Mientras siga siendo un gran negocio y no encontremos otra manera, seguirá habiendo guerras, como la guerra de México que hace que el comercio de narcóticos siga siendo un gran negocio, seguirá existiendo el crimen organizado y todas sus complejidades secuestrando a las comunidades.
¿Kattrin es la profunda metáfora de la obra, una simbología silenciosa?
En efecto. Es el personaje en el que se consuma la posibilidad de pensar en que siempre hay algo que se puede hacer, curiosamente en una niña que se quedó muda por la violencia de un soldado, por el acoso, la que no puede hablar, la que está callada por la misma violencia. Al acotar Brecht la escena pone una frase que es exactamente la metáfora ante lo que va a suceder, que es algo que podría estar hoy sucediendo en Palestina; es decir, ante la invasión, el acoso sorpresivo sobre la población civil, sobre los niños que duermen. Dice Brecht que “las piedras gritan”. En efecto, es el grito de las piedras, que se indigna ante la masacre, ante la crueldad humana despiadada. Sí, es la barbarie. Es ahí donde estamos. Y seguimos haciendo teatro rodeados de barbarie. Y seguiremos haciendo teatro rodeados de barbarie, porque mientras nos reunamos en una sala de teatro para convertirnos en espectadores de lo que nos sucede y contemplar la pequeña epopeya de una niña violentada, que en su solidario silencio es capaz de dar la señal para evitar una masacre, todavía hay esperanza.
Perla de la Rosa interpreta a Anna Fierling. ¿Fue deliberado escogerla para el papel, que viene de Ciudad Juárez?
Fue al revés. Ellos me invitaron. Esa heróica compañía resistente que es Telón de Arena, que cumple 22 años de resistencia, de tenacidad para que el teatro siga existiendo, que representa y sintetiza tan elocuentemente el sufrimiento de este país, ellos siguen haciendo teatro y ellos me invitaron, a que montáramos una obra que tuviera que ver con esta celebración de su batalla de su resistencia. Y pensando en esa compañía, evidentemente lo que de inmediato salta es la presencia de una actriz capaz de convocar, de resistir, ahora sí que una actriz con coraje y una espléndida actriz. Y fue lo que propuse. Si vamos a hacer esta obra en Juárez para hablar de lo que sucede tenemos esta compañía y ahí a esta actriz, hagamos por qué no esta obra maestra del siglo XX.
La actriz que interpreta a Kattrin es sensacional, mantenerse en silencio toda la obra es antiteatral.
Es el gran reto actoral. Es ahí donde está la mayor complejidad de la actuación. Aquí lo que es prodigioso es que sea una actriz muy joven, que acaba de terminar su formación y que tiene una enorme capacidad y un enorme talento y un alma muy grande. Porque, tienes razón, si no tenemos a Kattrin, no tenemos la fuerza que hay que tener para esta obra. Hay que tener a las dos, a Madre Coraje y a Kattrin. Y también al resto. El capitán, el cocinero, Ivette, son personajes tremendamente exigentes.
“Hay una anécdota de la sabiduría actoral. Cuando Strindberg propone hacer La más fuerte, un monólogo de una actriz que platica en un salón de té con una actriz más joven, en ese monólogo trepidante, prodigioso, la actriz joven nunca habla, no tiene un solo parlamento. Y cuando Strindberg pregunta a Elenoroa Duse si aceptar hacer el papel, ella contesta que le parece bien la obra, pero que escoge hacer al personaje que nunca habla, porque ese es el personaje clave, donde muestra ahí toda su inteligencia actoral. Kattrin es el personaje que nunca habla pero hace gritar a las piedras y a Brecht”.
El padre y Madre Coraje son dos teatros tan distintos, ¿cómo concilia ambos?
El teatro es una prodigiosa invitación a la pluralidad, a la diversidad, a las distintas búsquedas para hablar de lo que sucede en el corazón humano. Su tarea es la reunión humanizadora que nos convierte en espectadores de las cosas. A través de distintas formas, géneros y propósitos finalmente el teatro es el teatro y la reunión es lo que importa. Hacer El padre fue una invitación que agradezco muchísimo. Yo no me habría atrevido a hacer esa obra y mucho menos actuarla. Eso es responsabilidad de quien pensó que yo lo podría hacer, y que agradezco mucho. Hay que tener cierta temeridad para arrojarse porque de lo que estoy convencido es que es el teatro el que nos elige, el que nos va poniendo los proyectos enfrente. Y a uno le toca decir sí o no. Si uno dice que sí, pues tiene que ir a las últimas consecuencias.
¿El personaje de Andrés en El padre lo va a marcar como emblemático del actor que lo interpretó?
Creo que deja una huella enorme, profunda y valiosísima que es objeto de una profunda gratitud el haber habitado el continente de este personaje tan prodigiosamente construido por el dramaturgo, que conoce a fondo el corazón humano y lo contempla con misericordia diría yo. Y que nos propone una revelación de un drama cada vez más frecuente y cotidiano, que sucede mucho más, pero que curiosamente la sociedad lo esconde.
Y, por otro lado, esta condición de que nadie se salva solo, estamos en la interacción. Sí sé que El padre no solo trata de la terrible enfermedad que vive ese hombre y de su proceso de degeneración frente a ella, cuanto del colapso de la cuidadora, la hija que tiene que entrar al dilema de hacer su vida o de encargarse del padre. Es un drama muy frecuente, muy callado, y se vive con mucha culpa.
Escuché en el teatro que hizo olvidar a Anthony Hopkins. Yo lo suscribo.
Pues no sé qué hacer con ese comentario. Lo único que puedo hacer es agradecer, no atreverme a pensar en ninguna comparación. Ese actor es prodigioso, es un monstruo de la actuación, en esa película y en muchas más. Es asombroso, admirable, yo jamás me atrevería a hacer ninguna comparación con él. Uno se mide con el personaje, no con otro actor. Te agradezco. Escucho el comentario con mucha humildad.
¿Quién es para usted Anna Fierling?
Es muchas cosas. No es sólo una. La encontramos por todos lados. Es la sobreviviente que juega a llevar el carro por los caminos del horror. Es una contradicción absoluta. Es alguien que vive del negocio de la guerra. Es una madre soltera, pero es una madre, es una mujer que tiene coraje. Pero también es una buscadora, porque finalmente en eso termina, en seguir arrastrando el carro con la esperanza de encontrar al hijo que no encuentra, es una comerciante, una ambulante, es una migrante, es una mujer cómplice del crimen organizado, es una mujer que sobrevive y frente a la sobrevivencia deja a un lado a la moral. Es un personaje muy incómodo, muy cuestionador, muy desenmascarador y enormemente poderoso. Como dice su nombre, es ante todo una madre que, tratando de salvar a sus hijos, los perdió, por estar jugando al negocio de la guerra.
Y también amó y quiso amar, se enamora de alguien que no es que sea un canalla, sino que resulta un canalla. Aquí el cuestionamiento de Brecht es ético frente a la hipocresía moral. Es un personaje muy complejo, muy cuestionador, sí hay un debate que pensar mucho entre lo que consideramos la moral y la ética y la necesidad de cambiar el mundo. El gran dilema que plantea el teatro de Brecht es qué hacemos: cambiamos al ser humano o cambiamos el mundo. ¿Es posible hacer una cosa sin hacer la otra? ¿Se puede hacer el bien en un mundo atroz como éste? ¿Se puede no intentar cambiar como persona sin tener valores? Madre Coraje es un personaje tremendamente cuestionador.
Imagen portada: Luis Quiroz | MILENIO