El jefe de seguridad de un capo nunca es sólo un encargado de escoltas. Es, en los hechos, un mártir adelantado. Un caballo dispuesto a morir por su rey. Y El R8 cumplió a cabalidad con esa tarea: este martes eligió ser detenido, con posibilidades de morir en una celda, antes de permitir que militares y la Guardia Nacional aprehendieran a su patrón, Aureliano Guzmán Loera, El Guano, uno de los narcotraficantes más buscados en México y Estados Unidos; publica MILENIO.
Leal hasta la muerte o hasta la cárcel, Luis «N». hizo valer su otro mote dentro del Cártel de Sinaloa, El Loco, y salvó a su jefe a sabiendas de que no podría salvarse a sí mismo: vio un operativo militar desplegarse en su bastión, la comunidad de El Durazno en Tamazula, Durango, e intuyó que sus pistoleros agrupados bajo las siglas CDG —Cártel del Guano— no podrían contener a los soldados, por lo que se ofreció para retrasar el avance de las Fuerzas Armadas y darle tiempo al hermano de Joaquín El Chapo Guzmán de escapar, otra vez, hacia la sierra.
La versión oficial del más reciente intento del gobierno federal de aprehender al Guano es que un grupo de militares realizaban un patrullaje en aquel municipio del Triángulo Dorado cuando advirtieron hombres cargando armas de alto calibre, por lo que les siguieron hasta dar con el R8, o Luis «N», y arrestarlo bajo la sospecha de que se trata de uno de los generadores de violencia más importantes del norte del país.
La historia que se cuenta en Durango es distinta. Fuentes militares narraron a MILENIO que tanto la Defensa Nacional como la Guardia Nacional reciben datos precisos de los últimos movimientos del Guano a través de informantes anónimos que trabajan para Los Chapitos, quienes han dedicado sus últimos meses a poner a su tío entre el gobierno mexicano y la pared.
Los cálculos de Iván Archivaldo, Jesús Alfredo y Joaquín Guzmán es que, si precipitan el abatimiento o detención de su tío —por el cual el gobierno de Estados Unidos ofrece una recompensa de 5 millones de dólares— serán vistos como aliados de la Casa Blanca y la presión sobre ellos comenzará a disiparse, tras ser nombrados como los reyes del fentanilo, la poderosa sustancia que mata cada año a cientos personas en la Unión Americana.
Pero llegar hasta El Guano no es fácil. Menos en Tamazula, donde las montañas le sirven como torres. Además de la orografía, al capo lo defienden entre 100 y 200 pistoleros que cargan chalecos y gorras con las iniciales CDG, que al principio desorientaron a las autoridades locales creyendo que se trataba de los tamaulipecos del Cártel del Golfo. Y si los pistoleros con Barret 50, rifles AK-47 y drones explosivos no funcionan, entonces los vecinos toman las calles y con ponchallantas descomponen los vehículos militares para frustrar sus esfuerzos.
Quien los coordinaba, hasta hoy, era El R8, explosivo y sanguinario desde niño, cuando disfrutaba de sus fines de semana viendo el dolor de los gallos de pelea junto a su hermano.
Despiadado y gallero
El ascenso del R8 en la estructura criminal del Cártel de Sinaloa es una historia excepcional: no proviene de una familia con alcurnia delictiva, sino de padres sembradores de opio que trabajaban para la familia Guzmán Loera y que gracias a su carácter duro agradaron al Chapo y al Guano, según militares destacados en la zona.
Luis «N». y su hermano José «N». simpatizaron con los dos hijos más infames de Consuelo Loera por sus orígenes similares: se abrieron paso en la estructura del cártel por sí solos, su temperamento despiadado, su devoción al dinero y su lealtad a toda costa. Primero cuidando negocios, luego personas.
“El R8 es conocido en la zona por su gusto por los gallos. Desde niño le gustaba estar pegado a los corrales, a la sangre. Por acá (Durango) dicen que se hicieron sanguinarios por pasar los domingos viendo tanta muerte”, cuenta la fuente consultada. “Dicen que su papá era ley, pagaba siempre sus apuestas. La familia de ellos es apreciada acá”.
Acaso por eso es que El Guano veía con buenos ojos al R8. Provenía de una familia con reputación de pagadores, hechos en el campo, peleadores y leales. Dos cualidades más acercaron al hoy detenido con el capo de entre 77 y 78 años: su discreción y su voluntad para no convertirse en adicto a los productos que vende el cártel. Esa capacidad de estar siempre vigilante sólo con un cigarrillo entre los dedos lo llevaron poco a poco a tareas cada vez más complejas. Para un tipo desconfiado como Aureliano Guzmán Loera, la fiabilidad es todo.
Pronto, ser jefe de plaza no fue suficiente y hace unos ocho años El R8 se volvió un importante traficante de armas para El Guano, quien ya veía la necesidad de contar con un robusto brazo armado para frenar el ascenso de sus sobrinos, quienes reclamaban para ellos la estructura criminal que creó su padre. A la par, se volvió un hábil reclutador de sicarios y contratador de militares desertores que enseñaban a la tropa CDG desde conducción defensiva hasta tácticas para orquestar emboscadas.
“El R8 tenía buena relación con todos los grupos y El Guano le encomendó la tarea de mantener la paz en la región negociando con la familia Trejo Retamoza, jefes de plaza de Los Chapitos, y con la gente del Flaco, hijo del Mayo Zambada. Ahí se demostró que no sólo podía mover cargamentos y armas, sino que podía hacer tratos a nombre de su patrón.
“También incluso hablaba con los Cabrera Sarabia, con el G3 (Adelmo Niebla González). Y hacer esos tratos no es fácil, pero él mantuvo en Tamazula la paz por mucho tiempo. Aunque hay mucha familia criminal en el pueblo, la zona es tranquila. Por eso se ganó el cargo de jefe de seguridad”, cuenta el militar que ha participado en otros operativos contra El Guano.
Aquel salto del R8 en su carrera criminal ocurrió hace unos cinco años: de halcón a jefe de seguridad absoluto del septuagenario traficante en menos de 15 años. Una rareza, si se toma en cuenta el modelo matemático del investigador mexicano Rafael Prieto Curiel que calcula que una persona que ingresa al crimen organizado tiene en sus primeros diez años de “carrera” una posibilidad de cerca del 40 por ciento de ser asesinado, encarcelado o herido de manera incapacitante y definitiva.
Ese ascenso del R8 fue elogiado en un corrido del cantante Luis R. Conriquez, quien ha ganado millones de seguidores por temas como «JGL» y «Las hazañas del Doble R», asociados al Cártel de Sinaloa. En “No es una historia del montón”, el cantante entona “Antes no era nada y ahora soy / Alguien importante, alguien mejor / No es una una historia más del montón / Y para que sepan quien yo soy / Soy El R8, y aquí andamos al millón”.
El arresto
Tamazula, Durango, es un municipio de fronteras invisibles. Los habitantes, policías y militares caminan por la región con un mapa mental donde van registrando líneas imaginarias que dividen al pueblo: de este lado está la gente del Guano, de este otro la del G3, una calle marca el inicio de la zona del “Efra” y por el lado de Chacala están los de la familia Zambada. No conocer esos linderos implícitos puede matar a alguien o causar una guerra.
El R8 lo tenía claro, piensan los soldados de la zona. Imaginan que resistió el avance militar tanto como pudo hasta que fue empujado a una frontera invisible donde no había otro remedio más que inmolarse. Entercarse y perder habría llevado a la Defensa Nacional y Guardia Nacional a acercarse demasiado al Guano, cuya edad lo hace un objetivo lento. Sólo entregándose ganaría tiempo para su jefe.
Su historia terminó en un arresto exprés que quiso ser frustrado por uno de sus subalternos, quien pretendió sacar al pueblo de Tamazula a bloquear caminos y veredas para exigir su liberación. Una especie de Culiacanazo pequeño y modesto. Sin embargo, los militares maniobraron con rapidez y lograron no sólo el arresto del jefe de seguridad, sino de otros tres hombres que fueron extraídos por aire de Durango y arribaron a la Ciudad de México, donde se decidirán sus destinos.
Hasta la tarde de este martes, ni la Secretaría de la Defensa Nacional ni la Fiscalía General de la República han publicado los cargos que intentarán probarle y tampoco si tiene una orden de extradición pendiente hacia Estados Unidos.
Sin embargo, El R8 no vale tanto por preso, sino por conocedor. Es el cerrajero que tiene la llave del cajón de los secretos del Guano y de brazos armados conocidos como Los Acapadores de Droga, Los Cotero, La Válvula o Los Aboyta.
Con su arresto, el hombre que presumía no tener una historia del montón, hoy se ha vuelto un cliché: tendrá que elegir entre pelear con abogados por su libertad, una vida en prisión o convertirse en testigo protegido y delatar a su patrón.
El hombre que se inmoló en la sierra tiene una importante decisión que tomar.
Imagen portada: Cuartoscuro