Por Félix Cortés Camarillo
Los votantes norteamericanos están en un tremendo brete: no les gusta ninguno de los dos probables candidatos a la presidencia de su país en las elecciones de noviembre próximo.
Para los llamados rednecks, esto es pescuezos rojos, su favorito Donald Trump está abandonando sus posturas radicales en temas como el aborto. Se les llama pescuezos rojos como una manera despectiva de calificar a los trabajadores manuales que se ganan el pan bajo el sol ardiente de este verano. Suelen ser conservadores y republicanos, pero gustan de las posturas antiinmigrantes y antiaborcionistas que se han filtrado al discurso del pelipintado. Su más reciente pronunciamiento retirando su apoyo a una prohibición nacional del aborto, dejando la decisión a los gobiernos estatales -como está hoy- no resulta nada grata.
Para los demócratas, la inquietud está en otra parte: la edad provecta, 82, del presidente Biden. No se trata solamente de que al terminar su mandato, si se reelige, ya tendrá 86; el asunto es que ya ahara muestra síntomas de senilidad y vacilación, pese a que él insiste en que está al cien.
Para un creciente número de legisladores demócratas la pregunta no es si cambiar de montura a mitad del río, sino cuándo. Mejor dicho, cuanto antes, mejor. No resulta fácil, dada la obstinación del presidente en no abandonar la carrera; se basa en los más de tres mil delegados de los cuatro mil que estarán en la Convención Nacional de su partido definiendo a su candidato en el muy complejo sistema electoral de los gabachos. Tampoco es sencillo, porque el gallinero de los dos partidos no abunda en gallos prestigiosos y de canto claro.
En ese campo, la vicepresidente Kamala Harris ha comenzado a ganar más apoyos implícitos, toda vez que las sugerencias de mandar de bateadora emergente nuevamente a Hillary Clinton o -mejor aún- a Michele Obama no han tenido mucho eco en ambas señoras.
El conservadurismo republicano está impulsando a figuras turbias de la hispanidad, como el señor Marco Rubio para vicepresidente y prospecto presidencial para las elecciones de 2028. El cubano descendiente legislador por Florida es igual de maligno que Trump, pero al cuadrado.
Es asunto de los norteamericanos, claro. Pero es bien sabido que un estornudo de ellos provoca fiebre en México; tal es la interdependencia inevitable de los dos países. Solo nos queda esperar con esperanzas sin sustento.
PARA LA MAÑANERA, porque no me dejan entrar sin tapabocas: Los disparates suben de intensidad en la farsa llamada consulta para la reforma del poder judicial. La abuela diría ¿para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo? El poder judicial será dinamitado y sometido a los dictados de Palacio Nacional. Eso votó una mayoría de mexicanos. Aceptémoslo.