Por José Jaime Ruiz
Joe Biden se aferró hasta donde pudo, terminó naufragando en los oleajes pútridos del Potomac. Antes de lanzar el arpa hizo efectivo su dedazo y con ello vino la cargada: Kamala Harris lo sustituirá como candidata a la presidencia de los Estados Unidos. Impreciso timing o error de cálculo, too late. Los poderes fácticos doblaron a Biden; su salud mental, también. Un Donald Trump recargado merece una dupla recargada.
Para ello habría que aventurarse en la imaginación política y no sólo en la realpolitik de Washington. En primer lugar, Biden tendría no sólo que dejar la candidatura, como ya lo hizo, también la presidencia, cosa que no hará. En ese supuesto, Kamala Harris asumiría la presidencia imperial y con ello la responsabilidad de las políticas públicas en un gobierno de inversión política y no de desgaste. La presidencia le daría a Harris el impulso que requiere para derrotar a Trump.
Casi Hollywood, su compañera de fórmula para la vicepresidencia sería Michelle Obama, que también tiene un gran arrastre electoral. Dos mujeres, un camino: la Casa Blanca. Golpe inédito en la política gringa para atajarle la cada vez más cercana presidencia a Donald Trump, un misógino y proteccionista confeso. Frente a la singularidad de Donald, la pluralidad de Michelle y Kamala.
Y nosotros a lo nuestro, lo peor de nuestra relación bilateral ya sucedió: la entrega de nuestro territorio en el siglo XIX y el saqueo, la privatización y extractivismo trasnacional de más de tres décadas por los alumnos mexicanos de Harvard y otras universidades. El Segundo Piso de la Cuarta Transformación va, sea quien sea el o la que dirija el destino del “mundo libre” desde la Oficina Oval.