Por Carlos Díaz Barriga
Hay invitados. A portarse bien, por favor. Aunque sea hoy. Para que no se llevan una mala impresión. Se llena el sillerío del salón Tesorería. Además de reporteros y youtuberos habituales, están los directivos del Instituto Politécnico Nacional y los alumnos egresados de la primera generación de Ingeniería Ferroviaria.
De pronto, entra el Presidente. Camina sin prisa al atril. Traje de un azul cobalto, corbata magenta con estampados. Los jóvenes pensarán que este fin de semana descansó. Y sí, pero ‘haciendo adobes’. Viernes, sábado y domingo visitó cinco estados de la República. Zacatecas, Aguascalientes, San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro. Tiene conciencia del tiempo; y de que se acaba. Está exprimiendo cada uno de los minutos que de aquí al 30 de septiembre, corran. Él prefiere que caminen. Como él. Más pausado que de costumbre.
Estar frente un grupo de jóvenes lo instala en el papel de ‘el profesor’. Explica con detalle cómo opera la dinámica de trabajo de ‘la mañanera’ y de la reunión previa del gabinete de seguridad: “recibimos el parte de lo sucedido en las últimas 24 horas, de todo lo que pasa en México en materia de seguridad, y conjuntamente tomamos decisiones… todos los días, para ir avanzando frente a este problema, flagelo, de la violencia”.
En buena hora su nada casual visita cuando ahora “la presidenta electa ya se pronunció y se van a hacer trenes de pasajeros hacia el norte, en todo el sexenio”. Luego de la sección ‘quién es quién en los precios’, que tiene el encanto de un vagón de ferrocarril -por abajo-, habla el Director del Tren Maya. Promete que se operará al 100% en septiembre. No pone año, pero se sobrentiende. Que quizá sea 2024. Si es tren, tiene que llegar a tiempo, decían los abuelos. Se ve una luz al final del túnel.
Habló también Diego Prieto, arqueólogo apasionado, sobre el mejoramiento, rescate e integración de zonas arqueológicas a la ruta del tren. Captura la atención, incluso el interés, de los jóvenes. Luego otros funcionarios involucrados, pasan ‘al pizarrón’.
En algún momento, más tarde, se hará con los jóvenes ingenieros una pasarela de abrazo y foto, una a una, uno a uno; es una especie de ceremonia de graduación. Sin papás. Con Presidente. Se une: “Huélum, Huélum !Gloria! ¡A la Cachi Cachi Porra! ¡A la cachi cachi Porra! Pim Pom Porra, Pim Pom Porra ¡Politécnico, Politécnico! ¡Gloria!”
Cuando llega el turno a la gobernadora campechana, Layda Sansores. Le habla de tú, pa’ se sepa. “Andrés Manuel, el más mejor presidente de México, durante 27 años con él escalamos riscos, enfrentamos tormentas, cada roca vencida, cada golpe en el corazón, cada lección aprendida, hasta que el esfuerzo empezó a florecer en la montaña ruda… la terminación del tren coincide con el fin de tu mandato, con la orfandad en la que nos dejas… pero ¿qué quieres hermano Andrés? Duele hondo. Las mañaneras, las evaluaciones del Tren Maya, serán pronto sólo nostalgia y recuerdo”.
Los muchachos del ‘Poli’ se contienen, no levitan; ella prosigue… “traigo permanentemente un nudo en la garganta, que vivo tragándome las lágrimas y que lo más dulce que puedo decirte es que, para recordarte en una mezcla de felicidad y pérdida, diré como alguien del jardín de mis delicias, arrancaré una flor de sangre para ponérmela en el pelo”. Ahí eran los aplausos; nadie se anima. Besote nomás. Oh, jaguara de la alabanza macuspánica. Al infinito y más allá.
Estoy imbuido. Erre con erre cigarro / erre con erre barril / rápido ruedan los carros / cargados de azúcar del ferrocarril…