Por José Jaime Ruiz
Embobados en alguna psicología de la transferencia, las recientes elecciones de Venezuela sirven para despresurizar a la derrotada derecha oligarca mexicana. Como tema, Venezuela desplaza de las redes sociales a la falacia de la sobrerrepresentación. Ni siquiera la captura o secuestro de Ismael el Mayo Zambada sirvió para “desvenezuelanizar” la protesta de los iracundos que perdieron la brújula el 2 de junio. “Perdimos México, ganemos Venezuela”, parece ser la ingenua consigna. Toda política es local o la mejor política exterior es la política interior.
La lucha contra la presunta sobrerrepresentación pierde adeptos, mientras avanzan en la realpolitik mexicana el Plan C y los necesarios cambios en los mal llamados organismos autónomos. El golpe de Estado en contra de Nicolás Maduro aturde las conciencias de los “demócratas” y transfieren sus emociones primarias al país suramericano que México nunca será. Venezuela es el distractor perfecto para la consolidación institucional de la 4T.
El desencanto, la desilusión del 2 de junio conformaron una olla de presión al interior de la derecha que ahora se despresuriza, pero que no se traducirá en una lucha social contra la presunta sobrerrepresentación. Jorge Castañeda se equivocó de país porque la oligarquía internacional siguió sus recomendaciones no en México sino en Venezuela cuyos ciudadanos padecen el go negative!
Si la derecha mexicana prosigue transfiriendo su frustración político-electoral a las elecciones venezolanas y erige a Nicolás Maduro como su enemigo principal, las reformas constitucionales de la 4T van viento en popa. La marcha del 11 de agosto frente al INE será la confirmación del canto fúnebre del PRIAN y Claudio X. González.