Gabriel Macotela (Guadalajara, 1954) se sigue sintiendo miembro del grupo SUMA, una fraternidad de artistas que hace casi medio siglo tomaron las calles con arte y activismo en el México de la represión; informa MILENIO.
“Yo sí creo en nuestra generación”, comenta en entrevista con Laberinto en vísperas de recibir (el jueves 1 de agosto) un homenaje en el Palacio de Bellas Artes por sus 50 años de trayectoria y su cumpleaños número 70, que celebrará entre amigos y familia, con su hija, con una cena, enchiladas de mole (su platillo favorito), cerveza oscura y música mexicana, brasileña, rock, blues, jazz, clásica, barroca, ópera y hasta punk.
Conversa en su casa estudio en la colonia Roma, que recibe a los visitantes con un mural contra la guerra en su fachada, al que ese día alguien grafiteó, lo que el pintor, escultor, músico, escenógrafo y performancero acepta con la resignación de quien llevó a bardas y muros sus ideas estéticas y políticas.
“Hice un mural contra la guerra, y hoy me lo grafitearon. Pero, en fin, es parte de lo mismo”, suspira el fundador de SUMA, un grupo artístico formado en 1976 en torno al pintor y maestro Ricardo Rocha.
Relajado, en compañía de su amigo, el pintor Demián Flores, y sus perros golden retriever, Torito y Pitaya, con humor pide a la fotógrafa Ariana Pérez que no lo vaya a retratar “en pose de intelectual”.
Y cuenta entre risas que en esa misma zona de la ciudad se reunían los miembros de SUMA con los poetas infrarrealistas encabezados por Roberto Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro, todavía “más radicales”, con quienes siempre terminaban a golpes después de las discusiones y, al final, con abrazos.
“Ellos se juntaban mucho con Poli Delano, un escritor chileno maravilloso, padre un poquito de los infras. Se reunían con él y los SUMA también nos reuníamos ahí. Nos peleábamos fuertísimo. Siempre a golpes. A veces ganaban ellos, a veces nosotros. Hace 40 años. Bolaño era muy difícil de carácter; muy bello, pero muy difícil. Discutíamos mucho y nos peleábamos por la estética que teníamos los SUMA y los infras, aunque era parecida en el fondo. Éramos muy radicales todos. Nosotros éramos comunistas, queríamos mucho a la revolución cubana; ellos eran críticos. Y estéticamente nos peleábamos horrible. Tomábamos mucho y siempre terminábamos a golpes. Pero nos divertíamos mucho. Nosotros empezábamos a vender nuestro trabajo, a exponer, éramos totalmente underground”, cuenta Macotela.
No obstante semejantes batallas, se asume como pacifista y, en el fondo, anarquista, como los punks.
El 20 de julio pasado el Seminario de Cultura Mexicana (SCM) inauguró en su sede de Masaryk 526 la primera retrospectiva del tapatío, Gabriel Macotela: 70 años de Algarabía, con 75 obras que abarcan pintura, dibujo, grabado, escultura y fotografía, buena parte de ella de la colección de su amigo Rogelio Cuéllar, que curó la muestra. A la par, el artista celebra 50 años de trayectoria con Rendija de luz, una exposición en la galería Acapulco 62 (Dr. Átl 217, Santa María la Ribera), que incluye la instalación-maqueta El éxito de la guerra, en torno a la invasión de Rusia a Ucrania y el genocidio perpetrado por Israel contra los palestinos, con música compuesta por Eugenio Elías y Jorge Luri Molina. Y, desde el 25 de abril exhibe en el Museo de Arte de Sonora (Musas), en Hermosillo, La esencia de la repetición. Además, el jueves 8 de agosto se inaugura en la Casa Universitaria del Libro (Casul) la muestra Nuestro Macotela, en que se exhibirán 70 cartas que le escribieron amigos entre los que se encuentran Vicente Rojo, Brian Nissen y María Luisa Passarge y Rogelio Cuéllar.
Macotela confiesa sentirse conmovido, contento por los homenajes. Se dice muy decepcionado de la política y, hombre siempre de izquierda, subraya sus diferencias con el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aunque reconoce que hoy no es más el México represivo que le tocó vivir en los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Carlos Salinas o aun el de Enrique Peña Nieto.
Ahora que ve al fin una retrospectiva de su obra en el SCM ¿se reconoce en lo que ve?
Me sorprende. Hay obras que no veía desde hace muchos años y me sorprende que era y pensaba diferente, que era otra persona. Es increíble que ya no puedo hacer eso, que ya no pinto así, que ya no soy así. Me doy cuenta que cambia uno con la vida, hace uno cosas diferentes, piensa diferente, retomo o pierdo lenguajes que tuve de joven, que construí cosas de otra forma. Así es la vida, difícil definirla.
¿Y qué etapas reconoce en su obra?
Quisiera entenderlo como una línea que ha ido cambiando y cambiando y cambiando. O declinando y luego subiendo y luego bajando. Todos tenemos esa parte. Ya no tengo la energía que tuve, pero tengo otro tipo de energía para hacer otras cosas, la poética cambia, la misma pintura, la textura. Es muy complicado, complejo. Veo cosas que ya no puedo hacer y otras que ya son otra cosa. Eso pasa con la vida, con los pintores, cada uno es diferente: va encontrando cosas y va perdiendo cosas también.
¿Qué ha perdido usted en ese camino?
Ay, muchas cosas. Hay una especie de crueldad estética muy difícil de definir. Uno es otra cosa y eso no tiene nada de malo, ya no puede uno repetirse, mentalmente pienso diferente. No puede uno ser lo mismo.
Se define como abstracto. ¿Alguna vez lo tentó lo figurativo?
De estudiante, claro que sí. Pero encontré muy tempranamente que no era mi lenguaje. Me encanta la figura; de hecho, sigo haciendo figura dentro de lo abstracto que soy. Me considero no un abstracto puro, sino una mezcla entre la figuración y la abstracción. Me interesa el tema urbano, la cuestión selvática y salvaje, me encanta la parte arquitectónica, el constructivismo, la deconstrucción, el cubismo. Me siento un poco derivado de todo eso.
Después de medio siglo ¿cómo ve en retrospectiva a SUMA?
Sigo siendo un poco SUMA. Éramos grandes amigos. Mario Rangel Faz, Santiago Rebolledo, el mismo Ricardo Rocha… Aprendimos juntos la calle, el arte povera (arte pobre), a trabajar con desperdicios, a dibujar, a pintar. Empezamos a ser influenciados por movimientos que no conocíamos, como el dada, el surrealismo, el mismo arte povera, los abstractos. Buscábamos cada quien construir lenguajes personales, poéticamente, siempre aprendiendo unos de otros, esto fue muy importante.
Pero, no solo fueron artistas, había un activismo político detrás.
Estábamos muy conflictuados mentalmente por la cuestión social y política en México y América Latina, participando como activistas de alguna manera. Nos tocó una época muy compleja, al principio de los 70, de dictadores, de problemas políticos muy fuertes. Éramos muy jóvenes y estéticamente se nos mezclaban la realidad política y social con la estética. Nos tocó la época maravillosa de Manuel Felguérez, Vicente Rojo… de los últimos artistas pop, como Robert Rauschenberg. Y agarrábamos todo lo que podíamos en sentido estético para aprender y expresarnos. También de músicos, de escritores. Todo eso nos formó mucho. Creo en eso, hay quien no, pero para mí sí fue importante.
¿Qué unía a SUMA?
La fraternidad. Ricardo Rocha y Felipe Ehrenberg fueron muy importantes para nosotros. Gilberto Aceves Navarro, mi maestro, híjole, viví con él y fue como un padre. Luego estuvo Vicente Rojo también, por la cuestión catalana. Yo viví 15 años con Yani Pecanins, las Pecanins me formaron mucho, me ayudaron a ver pintura. Yo empecé a exponer con ellas en su galería. Y luego Yani y yo empezamos a hacer cosas juntos, libro objeto. En SUMA, más otros grupos, nos juntábamos mucho en (la Academia de) San Carlos. Era una época increíble también de críticos de arte, que apoyaron mucho nuestro trabajo: Jorge Alberto Manrique, Teresa del Conde, Juan García Ponce, los hermanos Castro Leñero. Yo sí me siento parte de esta generación mía, con Demián Flores, Boris Viskin y Roberto Turbull, que son los más jóvenes, que somos de alguna manera un poco lo mismo. Nos tocó una transición difícil, compleja después de la generación tan fuerte de la Ruptura, de (José Luis) Cuevas, (Francisco) Toledo, (Roger) von Gunten, (Francisco) Corzas, (Gunther) Gerzso, (Vicente) Rojo…
¿Cuál diría ahora que es su aportación generacional al arte en México?
Todavía no hay una definición real de nuestra aportación estética. Falta un poco de tiempo para definir lo que hacemos y seguimos haciendo, su importancia. Tuve una relación cercana con Toledo, un motor alucinante del arte en México, aunque yo no pertenezco a su raíz. Pero, la mezcla de todo eso, de ellos y de otros, construye una estética real de nuestro trabajo, de nuestra manera de hacer las cosas.
Mencionó también una generación de críticos. ¿Cómo es su relación actual con la crítica?
Pues ya casi no hay crítica ahora. Son fenómenos que fueron y ya no están. Vino el arte conceptual contemporáneo, que también es una complejidad muy padre y difícil de definir. Hay una realidad diferente en los museos, con los curadores, con los galeristas, a la cual no pertenece uno mucho, pero me emociona ver cosas. No creo tener una definición para eso. Es un momento no solo de México, sino del mundo. En el arte va a pasar mucho tiempo para asentar cosas y saber qué es, pero eso también es lo bello y extraordinario. Es una cosa demasiado compleja, a veces entre la torpeza de la difusión cultural y los medios, que no sabemos definir, pero siempre hay un contenido humano y poético.
Citó a la galería Pecanins. ¿Qué pasa hoy con las galerías? ¿El mercado se comió a los artistas?
Ay, qué difícil decir eso. Sí y no. Ahora estoy en una galería española, Galería Hispánica. Cada artista tiene una. Siempre, desde joven, trabajé en una galería, en casa de las Pecanins, luego en la Juan Martín, López Quiroga, ahora hay muchos artistas independientes que crean sus propios espacios, su propia difusión y forma de comunicar y difundirse; está bien es un fenómeno real. Se cierran espacios, se abren nuevos, pero siempre tenemos, afortunadamente, sobre todo amigos que le coleccionan a uno.
SUMA, al final, reunió a amigos. ¿Qué es para usted la amistad?
Es la esencia de la vida. Los amigos, los compañeros, la amistad, la familia. Yo creo en eso, amo eso, lo disfruto mucho, me gusta compartirlo. Y uno aprende de todos, todos aprendemos de todos. No me gusta complicarme mucho intelectualmente con eso, quisiera que fuera más natural, que no es fácil. Creo que en el regreso de la naturalidad del amor, independientemente de la estética y de la tecnología.
¿Cómo ha sido su relación con Rogelio Cuéllar? Él aportó su colección para la retrospectiva.
Desde muy joven él me ha guardado cosas mías, ha tenido el cuidado de guardarlas, de compartir juntos la vida, del quehacer del arte. De hacerlo así como la vida es.
¿Cómo ve ahora a México?
Ay, me preocupa mucho, me enoja mucho la violencia mexicana. A diario leo sobre las fosas comunes, la delincuencia, el Estado tomado por los narcos, un fenómeno que sí yo lo viví desde joven; la impunidad, los feminicidios, las desapariciones, es algo interminable. He tenido muchas diferencias con este gobierno (de López Obrador) en ese sentido. No es un tema del que me guste hablar, pero me preocupa mucho, lo manifiesto, lo digo, no puedo callarme. Obviamente, en México es otra cosa lo somos: la belleza de México, la vida, la pasión, las fiestas, el cariño… Pero, sí me preocupa la violencia. Cada día me separo más de la política, estoy muy decepcionado de la política mexicana, cada vez me alejo más de ella, no es lo que yo quisiera ver. Pero, con cariño, sigo trabajando.
¿Cómo se siente con los homenajes que recibirá, uno de ellos en Bellas Artes?
Conmovido, feliz. Me gana la emoción. Los amigos me han ayudado mucho en la vida, en la pintura. Es complicado decir cómo han sido 50 años de trabajo, la pasión, el cariño, la emoción, con altibajos, como todos. Y yo viviendo en México, en mi país, muy complicado en todos los sentidos. Pero, participando en todo lo que puedo hacer, con mis compañeros pintores, Demián Flores; amigos increíbles, Rogelio Cuéllar, Gustavo Monroy, Boris Viskin, Josefina Pacheco, Irma Palacios, los Castro Leñero (Francisco y Alberto), Yo sí creo en nuestra generación, aunque tengamos diferencias estéticas. Y creo en la formación que tuve con grandes maestros, como Toledo, Felguérez, Aceves Navarro, Rojo…
¿La música fue su frustración o el impulso para pintar?
Mi mamá tocaba el piano; mi hermana Rosita, que murió muy joven (en 2012), tocaba el violín. A mí me ganó la pintura. Sigo tocando mal, pero con gusto. Hice mis rolas, entré al conservatorio muy joven, aprendí música contemporánea, sigo oyendo cantidad de músicos. Y siempre pinto con música.
¿Y por qué bautizó a su grupo de rock como Los enemigos de Los Beatles?
Porque tocábamos de la chingada. Era de broma, de cariño, de amor, porque amo a los Beatles. ¿Cómo crees que me voy a burlar de esos monstruos? Soy roquero, blusero. Y se me hizo un homenaje bello, poético. Todo mundo se ríe y me pregunta lo mismo que tú. Imagínate con esos monstruos. Lo hice por sentido del humor.
Y las rolas que escribió, ¿las editó, las grabó?
Sí, por ahí están grabadas.
¿Cuándo las vamos a escuchar?
Me da mucha pena.
Alguien que tocó en un grupo llamado Los enemigos de Los Beatles no puede sentir pena.
No, ya sé. Buena aclaración. Imagínate: adorador de Led Zeppelin, Pink Floyd, The Beatles, Cream, Jimi Hendrix, Janis Joplin, The Who. ¿Qué te puedo decir? Hay algo de lo que me he arrepentido toda la vida. Un día mi hermana me habló y me dijo: “Hermano Gabriel, toca un grupo en el Hotel de México, un trío, vente”. Y yo estaba pintando y dije: “Ay, no, no voy”. Me arrepentí toda la vida.
Pues cómo no. Fue The Police. A usted también le tocó la época en que los conciertos en México estaban prohibidos por el gobierno. ¿Cuál fue el primer concierto al que fue?
Así es. Era The Police, imagínate lo que me perdí. Mi hermana me lo dijo: “Tocan increíble estos tres güeyes”. Mi primer concierto fue en Nueva York, en el Village. Con Yani Pecanis fuimos con Brian Nissen y Monserrat Pecanis. Era un concierto de punk. Me espanté cuando vi a los punks, pero era música increíble. Ahí mismo vimos tocar a Nina Hagen, a The Ramones. Increíble.
Los punks eran pacifistas y anarquistas. ¿Se considera usted anarquista?
En el fondo, sí. Aunque todavía no entiendo la palabra “anarquista”, porque es demasiado radical. Pero, no soy muy demócrata en instituciones políticas, me cuesta mucho la política, cada vez más.
Imagen portada: Eugenio Elias | MILENIO