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Preparando un futuro sin democracia

Por Carlos Chavarría

Aumentan las inquietudes sobre la posibilidad de futuros alternativos deseables a medida que las sociedades sin pensamiento crítico, se ven  manipuladas por populismos de todo tipo que ofrecen futuro sin sustento, dejándose arrastrar bajo el barbarismo y retroceso político que implica la anulación real de la democracia por medios electorales.

Hitler llego al poder a través de elecciones y solo cuando resulto canciller reveló sus intenciones hegemónicas. Castro diseñó un curioso sistema electoral de un solo partido y un solo marco de pensamiento acotado por su propio régimen, se elige entre personas proclives al sistema pero no hay opción sobre las ideas.  

Putin pasó desde la antigua URSS e intervino en la construcción de la democracia rusa que desde el 2012 lo llevó al poder y se mimetizó en el zarismo más rancio. Por 70 años el  viejo PRI mantuvo un sistema electoral controlado por el estado y una aparente división de poderes, pero que no cambiaría nada el sistema-nación presidencialista. Los EEUU mantienen vigente su democracia ponderada. Según su constitución La República Popular China “es un Estado socialista bajo la dictadura democrática del pueblo dirigida por la clase obrera y basada en la alianza de obreros y campesinos”. What?!

Chávez arribó también al poder en Venezuela en 2002 mediante elecciones y la promesa de fortalecer la democracia y si el cáncer no lo enferma, con seguridad continuaría como “presidente” de aquel país. Le siguió Maduro y está claro que no entregara el poder pero continuará con su falsa narrativa democrática. La lista puede continuar, pero lo cierto es que el poder ha hecho lo que ha querido con la democracia.

De acuerdo con la evolución de la civilización ya deberíamos haber entendido que de todos los sistemas de gobierno a la mano, la democracia es el menos malo. La historia demuestra que cualquier hegemonismo no es capaz de unir y llevar a las sociedades hacia un modelo de futuro profundo floreciente y deseable. ¿Qué futuro le espera entonces a la democracia en su lucha contra el poder activo real?

Al menos hasta 2015, se hablaba de que la internet y las redes sociales gozaron de enorme popularidad debido a sus cualidades democratizadoras. No había dudas, o aparentemente no suficientes evidencias, sobre un posible impacto negativo.

Los más escépticos simplemente cuestionaban la importancia de las redes sociales sin advertir efectos negativos. De hecho, durante la llamada Primavera Árabe (2010-2013), los medios occidentales y, en menor medida, las élites políticas y los círculos académicos  se apresuraron a destacar las virtudes de las revoluciones de Facebook, YouTube y Twitter.

Los jóvenes «conectados por internet» pusieron fin al «despotismo y la corrupción», destacó en su momento El País de Madrid. Las redes, según el New York Times, ofrecían «una forma para que los descontentos se organicen y movilicen» más eficazmente que los partidos políticos, continuaba, «la fuerza y agilidad de las redes claramente alcanzaron a las autoridades». La premisa era atractiva en su simplicidad: las redes daban voz a ciudadanos que se sienten subrepresentados por el establishment u oprimidos por líderes tiránicos.[ https://www.cfr.org/article/arab-spring-ten-years-whats-legacy-uprisings].

La narrativa optimista de que internet y las redes sociales eran un poderoso medio para la difusión de la democracia liberal perdió fuerza algún tiempo después. La historia se repetía: homo twitter resultó ser igual de manipulable que homo videns  (Cansino, C, BUAP). Y las redes sociales, un ágora compartida por ciudadanos comprometidos con la democracia, también fue utilizada por tiranos y extremistas. Las «alarmas democráticas» de Occidente sonaron después del triunfo de Donald Trump.

Como se supo más tarde, Cambridge Analytica, ayudada por las “omisiones” de seguridad de Facebook, había intentado manipular a los votantes estadounidenses convirtiéndose en un actor clave en las elecciones presidenciales de 2016.

A pesar de las dificultades para aislar este efecto empíricamente y establecer el peso de esta variable en la victoria de Donald Trump, vale la pena preguntarse: ¿hasta qué punto la democracia liberal se está viendo afectada por la actual revolución de la tecnología de la información? ¿Existe realmente una crisis democrática vinculada a la aceleración tecnológica? ¿Qué lecciones se pueden aprender del caso Cambridge Analytica? y ¿cuáles son los caminos disponibles para el futuro?

En términos generales, si bien es poco probable que en las próximas décadas enfrentemos una rebelión de robots (Yuval Harari), es probable que la democracia se enfrente, con mayor frecuencia, a ejércitos de bots que, utilizando la información que proporcionamos en línea, busquen vendernos no solo productos comerciales sino también productos e ideologías políticas de todo tipo.

La democracia liberal está en una aguda crisis de legitimidad porque las instituciones sobre las que se construyó ya no tienen la confianza de la población; ni los estados, los partidos políticos, la Iglesia Católica, el poder judicial ni los medios de comunicación, no tienen la legitimidad necesaria entre los ciudadanos, socavada en parte por la corrupción política, los escándalos mediáticos y la conciencia de la enorme desigualdad económica que caracteriza a las sociedades actuales.

Si bien es cierto que existen algunas excepciones en países particulares respecto a algunas de estas instituciones, que aún mantienen niveles significativos de confianza, los datos de las últimas décadas muestran una tendencia general descendente en la confianza y legitimidad de la democracia. [https://www.idea.int/gsod/2023/chapters/global/].

También debe destacarse que no se ha producido la promesa de expansión de la democracia liberal, junto con la ola de globalización de las tecnologías de la información a áreas distintas de «Occidente» en el siglo XXI.

Tanto es así que hoy la democracia liberal pareciera que agotó su recorrido histórico y es necesario refundarla en nuevas instituciones que despierten el entusiasmo y credibilidad de los ciudadanos para la tercera década del siglo XXI.

La democracia está en crisis. Esto no es nuevo, pero ahora se agrava por el impacto voraz de la última generación de tecnologías de la información. A pesar de sus limitaciones, ningún proyecto político ha logrado hasta ahora proporcionar simultáneamente mayores posibilidades de participación, representación, libertad e igualdad. Sin embargo, en el corto plazo, la falta de reformas, el escepticismo y las expectativas irracionales siguen dando lugar a campañas populistas.

Eventos recientes han expuesto el otro lado del mundo digital. En tiempos de escepticismo y una marcada dependencia de diferentes tipos de inteligencia artificial en una red llena de bots, trolls y falsedades, los niveles inéditos de polarización e intolerancia se están intensificando y cristalizando con el ascenso al poder de líderes de dudosa reputación democrática.

La confianza ciega en las “tecnologías para la liberación” y una trivialización de los efectos negativos del mal uso de la red y el big data, han generado una brecha significativa en la confianza de que todo sería democrático.

Las democracias actuales necesitan nuevas metodologías que les permitan blindarse contra la combinación tóxica de estos factores. En particular, vale la pena repasar los trabajos de Sheila Jasanoff y el concepto de cómo los “imaginarios sociotécnicos” se relacionan y fabrican poder. “Los imaginarios sociotécnicos ocupan el espacio en blanco entre dos narrativas importantes, la construcción de imaginarios en teoría política-cultural y la de sistemas sociotécnicos. [https://ru.dgb.unam.mx/bitstream/20.500.14330/TES01000840733/3/0840733.pdf].

Tendemos a creer que las democracias mueren espectacularmente, a manos de hombres armados; el problema es que la democracia puede morir a manos de líderes electos que se esconden detrás de la red.[ https://kaestner.medium.com/imaginarios-sociotécnicos-un-concepto-maravilloso-2a89b88bf351].

“En 2001 unos fanáticos mataron a estadounidenses, y ahora los estadounidenses matan a iraquíes. Cuando era niño, los nazis mataban a los judíos. Ahora, los judíos y los palestinos se están matando entre ellos. La política ha sido volátil durante miles de años, y sin sentido, porque todo se repite. Pero como ciudadano voto, por supuesto”. Woody Allen.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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