Por Félix Cortés Camarillo
En el Año del Señor de 1137, el rey de Francia Luis VI, llamado El Gordo, ordenó sacar del viejo París, que entonces era la Isla de la Ciudad y el Hotel de la Villa, los mercados abiertos de viandas, esto es, carnes, aves, pescados, mariscos, verduras y todo lo comestible, a un lugar más lejano que no inundara con sus pestilencias las narices de la corte, que ya teniá sus propios hedores, que trataban de ocultar con sus perfumes, contribución a la cultura nuestra de hoy..
Así surgió Les Halles, que gradualmente se convirtió en el “ventre de París” hasta que tuvo que salir en 1969, muchos siglos más tarde. Estoy hablando de una gran central de abastos, que creció con la ciudad y evolucionó de puestos callejeros a los bellos pabellones de acero y vidrio del arquitecto Victor Baltard en el siglo XIX.
Todo ese barrio ha pasado, de ser la panza de París en su corazón. En donde estuvo la central de abastos ahora hay bajo tierra una magnificente central de transporte que se llama justamente Châtelet-Les Halles, mientras que los comestibles se mudaron a las afueras de la Ciudad Luz, cerca de uno de los viejos aeropuertos.
Tres trenes de cercanías llegan y salen de ahí, así como cinco líneas del metro y quince de autobúses. Todo ello alojado en un mundo subterráneo de cinco o seis pisos que aloja 26 salas de cine, tiendas de lo que se ocupe, y todo lo que pueda imaginar la masa de ochocientos mil seres que por ahí pasan todos los días. Un poquito más que por el AIFA.
Precisamente frente a uno de los pabellones Baltard, en 1946 -posguerra- un tal Clement Blanc compró un bistro que había quebrado en el número 6 de la calle de Coquillière y lo convirtió en un restaurante abierto 24 horas al día. Además de novedad, los dos aciertos principales de Blanc fueron la sopa de cebolla y la desconocida entonces pata de cochino asada. Para los parisinos ricos de la posguerra, que andaban saliendo a medios chiles de sus antros a las cuatro o cinco de la mañana, se iban a ponerle un alto a la cruda inminente con la sopa de cebolla gratinada o la pata de marrano. Au Pied du Couchon fue desde 1947 su nombre. Hay una buena sucursal en la Ciudad de México, por si se quieren ahorrar el boleto trasatlántico.
Todo esto viene al caso por las abundantes críticas a la señora Ana Gabriela Guevara, a cargo de la CONADE, por el resultado de los atletas mexicanos en los juegos olímpicos de París. Que no haya duda: los resultados de nuestros deportistas son mérito única y exclusivameente de ellos, a pesar de la señora Guevara. Ella se dedicó a bloquear a los que le salieron respondones.
Lo que no me parece correcto es que las críticas a la medallista olímpica convertida en funcionaria del poder, se limiten a los supuestos excesos de su gasto en París, técnicamente a cargo del erario, como si eso fuese lo esencial y no el diseño de un programa deportivo inteligente y honesto.
No tengo la menor intención de defender a la señora del maldecir, quien al defenderse dijo “todo lo que gano, me lo trago, me lo unto y me lo visto como me da mi chingada gana. No tengo ni marido, ni marida (¿cómo era aquello de la acusación manifiesta?) ni concubino ni nadie que me exija en qué gasto”. A fin de cuentas, como dicen en mi pueblo, ¿de cuánto estamos hablando?
Ana Gabriela también confesó que en la desvelada cena en Au Pied de Cochon, sin decir quién pagó ni si la propina fue aparte, dijo que la cuenta fue de 230 Euros por seis personas. A la tasa de cambio de ayer resulta 4,710.40 pesos. Más menos a 800 pesos por plato. Una cena con cabirto en Monterrey me sale más cara.
Como mera brújula, hete aquí datos del menú del restaurante, en el cual no se pueden perder las ostras ni el plato emblemático.
El menú más barato, de precio fijo, que se usa mucho en Europa para los que no tienen gastos del gobierno mexicano, cuesta 26 euros por cabeza.Una entradita de tomate asado con queso de cabra; de plato fuerte, un filete de besugo o un pastel de carne de cerdo y de postre pastel de chocolate o helado. Por las cuentas, no le llegaron a las especialidades de la casa, que son muchas y muy sabrosas. De buen vino, no hablar.
Ya dejen en paz a la señora Guevara, chingada madre. Uno no escoge a sus padrinos.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Nadie, en su sano juicio, pudo haberle rechazado uno solo de los principios de su gobierno de la presidente Claudia que ayer recibió su constancia. El asunto es que del hecho al lecho…..