Por Jorge Narváez.
Recuerdo cuando mi papá me dedicaba tiempo para jugar fútbol, el deporte en ese entonces por excelencia del hombre. De un tiempo para acá las mujeres cada vez son más las que incursionan en el balompié. Es increíble cómo en este aspecto la sociedad avanzó para bien y se ha respetado al sexo femenino en su incursión en un deporte que por muchos años se creyó que será sólo para los varones. Los hijos ahora tienen la libre elección de practicar el deporte que más les parezca conveniente o en donde se puedan desenvolver con mayor facilidad. Los padres de familia juegan un aspecto muy importante en la decisión que tomen sus hijos y en que pueda convertirse en su prioridad o puede quedarse como un simple entretenimiento.
Es justo agradecer a esos padres, y madres también, que dedican el tiempo y esfuerzo por que sus hijos practiquen una disciplina que, a lo largo del tiempo, les ayuda en mantener una salud sana, en ser más sociables, en desarrollarse mental y físicamente y otros aspectos importantes para la vida.
Pero en el caso de los profesionales del balompié ellos deben de combinar su ‘trabajo’ con el ser un jefe o jefa de familia, algo que no debe ser fácil, pues en el deporte se pasa mucho tiempo fuera de casa y debe ser difícil dejar los momentos en familia por hacer una disciplina: Viajes, entrenamientos, actividades extra cancha que están obligados a realizar y que, por lo general, es tiempo que le restan a su pareja o a sus hijos.
Pero el deporte también une. Hemos visto en los juegos a la familia que acude para ver al jugador dentro de la cancha, o la afición que acude en familia para pasar un momento agradable.
Una celebración que por lo regular en el fútbol mexicano siempre llega sin Liga MX, pero aun así hay otros deportes de los cuales se puede poner en la televisión para comentar, reclamar o festejar junto al papá, mamá, hijos y demás miembros de la familia.
Por lo pronto, es cierto que el futbol ya no es un juego exclusivo para varones, pero sí destacan como mayoría en el deporte profesional. Desde el punto de vista de la afición, tiene todos los elementos para convertirse en un factor de unión familiar, aunque también tenga todos los riesgos de volverse una devoción fanática. Si desde la cancha, desde las barras, desde los sistemas educativos, se le impulsa al futbol como una referencia de unión para las familias, es seguro que habrá menos riesgos de caer en el fanatismo y la violencia: más mililitros de alegría y menos mililitros de cerveza, por ejemplo… como en Rusia, donde no se bebe alcohol en los estadios (sólo en el Mundial se permitió).
Desde el punto de vista de los jugadores, el futbol puede ser un factor de ruptura o por lo menos de disfunciones familiares. Las ausencias y las tentaciones del “estrellato”, las rivalidades entre clubes y barras, pueden hacer de los jugadores unos padres ausentes y exponer a sus propias familias. Cómo sean los jugadores como padres, es cosa de ellos. Pero la afición, y sobre todo los medios de comunicación, sí pueden ayudarlos. Al lo menos respetando su privacidad, y estableciendo un límite entre lo que representa un jugador en la cancha, y lo que es en el núcleo familiar, sea como padre, como esposo o como hijo.
Es mucho pedir, pero esto elevaría la calidad del futbol como deporte y como espectáculo, y además la moral de la afición y la utilidad real del espectáculo futbolístico para la sociedad.
En tanto esto pasa, feliz día del padre jugador y del padre aficionado.
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