La campana ha sonado y el Hijo del Santo ha decidido cerrar con todo en ésta, su última caída. Sí, la agilidad ya no es la misma, los lances cada vez cuestan más, pero la técnica y el estilo se mantienen intactos. Son 42 años desde su debut profesional y 40 -a cumplirse este 18 de octubre- de portar la máscara más famosa de la historia de la lucha libre mexicana; informó MILENIO.
Sí, el Enmascarado de Plata sabe muy bien que es momento de decir adiós, que ha llegado el día de eludir la tercera palmada o la llave de rendición. Solo resta despedirse de su público, ese que abrazó la continuación de la leyenda plateada, en una gira que comienza este domingo 22 -en homenaje a su padre que nació el 23 de septiembre de 1917- en la Arena Ciudad de México.
Para el hombre que está detrás de esa máscara, ¿qué representa decir adiós a los cuadriláteros como el Hijo del Santo?
Pues son sentimientos encontrados; el primero era tristeza, era incertidumbre, si sí o si no; después llega algo de tristeza, de sentimientos así como de añoranza, pero también, por otro lado, estoy contento de haber tomado la decisión de decir adiós, porque son muchos años, son 42 años de actividad. También el hombre que está detrás de la máscara quiere hacer otras cosas.
¿Cómo fue el momento en que tú te das cuenta que tu papá es el Santo?
Yo estaba muy pequeñito, tendría unos 7 años y me invitó a su trabajo. Yo sabía que mi papá era agente viajero, que es lo que me decían. Entonces, un domingo me dijo que si lo acompañaba a su trabajo y fuimos a la plaza de toros El Cortijo, en la Romero Rubio, que ya no existe, y yo venía desde el copiloto, Carlitos Suárez venía manejando, y mi papá venía en la parte de atrás; llegamos al Cortijo, y pues yo vi mucha gente y de pronto la gente se acercó al auto y empezó a golpear el toldo, y empezaron a gritar ¡Santo!, ¡Santo!, ¡Santo!, cuál era la sorpresa que el Santo venía atrás de mí. Fue algo muy fuerte, porque me hubiera gustado que me hubieran explicado un poquito de qué se trataba, pero los papás de antes eran así como más rudos.
Entonces debutas, pero no como el Hijo del Santo. ¿Esa decisión la tomaste tú o la tomó tu papá?
Yo jamás pensé llamarme el Santo, yo me quería llamar Acuario. Un día Víctor Martínez, quien le hacía los uniformes a mi papá, me dijo que no luchaba, ya estaba yo entrenando y me dijo, “debuta amigo”. Yo busqué ropa de mi papá, que tomé sin permiso y me hice mi propio equipo de Korak, y me fui a luchar a Santa Ana Chiautempan, ahí debuté, y los cómplices de todo esto fueron mis hermanos.
Tu papá sabía que contigo su nombre estaba bien, ¿no?
Bueno, pues mira, fuimos cinco hermanos y yo soy el menor de los cinco, y yo creo que a todos, de alguna manera, pues les dio oportunidad de hacer cine en algunas escenas, etc., pero ya era yo el último, o sea, la última oportunidad que quedaba, porque mis hermanos ya estaban dedicados a otras cosas; cuando me vio tan seguro de que sí quería luchar y de que sí quería ser luchador profesional, me hizo un examen en la Arena México y pues le dio mucho gusto y él me propuso ser el Hijo del Santo y después el Santo, y yo no le iba a decir que no.
¿Fue difícil?
Al principio sí. ¿Por qué? Pues porque la misma prensa hacía muchas comparaciones, la gente, o sea, no creían mucho en mí, y mi papá me decía que no hiciera caso; incluso en el medio, porque yo no me quito mi máscara y eso era un motivo de burla, en el vestidor se reían en mi cara. Lamentablemente creo que la puerta se abrió cuando mi padre falleció, porque cuando él falleció, pues fue algo muy fuerte para el público de México y de muchos lugares del mundo, pero siento que la gente me arropó a mí después.
En estos 42 años, ¿cuál fue la mayor humillación que le hicieron al Hijo del Santo?
No sé si se pueda decir humillación, pero algo que me dolió mucho fue que el Consejo Mundial de Lucha Libre pusiera carteles por toda la Arena México diciendo que quien trabajara con el Hijo del Santo estaba fuera de la Arena México. O sea, ¿por qué? No me lo merecía, porque yo siempre fui, fui fiel a la México, fui taquillero, le llené las veces que en el programa se llenaba la Arena México y después me lo hizo AAA, no Toño Peña, en el 2010 cuando yo regresé a AAA, que no quería regresar, pero lo hice por no ser rencoroso, pues me engañaron, quedamos en una cantidad de económicos, en una cantidad de dinero y nunca me lo pagaron.
¿La lucha libre ha cambiado mucho?
Sí, ha cambiado, ha cambiado y lamentablemente pues, yo creo que los luchadores de mi generación y generaciones de atrás no estamos muy de acuerdo, de hecho hay jóvenes nuevos que luchan muy bonito y que tienen mucho respeto por la lucha libre, pero hay otros que no tienen nada que ver con la lucha, y eso daña la lucha.
¿Y el legado?
Mi legado, pues no sé. Él debutó en 2015. Estoy contento con lo que yo vi que hizo. Yo pienso que tiene todas las bases para darle una continuación a este legado. Pero también era importante la Universidad, terminar la carrera. Y ahora, pues, él está en la música, pero también está entrenando. Entonces, no sé, ojalá me diera una sorpresa, pero si no hay tercera generación, no pasa nada. Porque la historia del Santo y del Hijo del Santo, pues han quedado hasta arriba
Dices adiós de los cuadriláteros, pero obviamente el Hijo del Santo sigue, ¿no?
Sí, sí, voy a seguir en la vida pública. Tengo proyectos, quiero hacer proyectos que quedaron pendientes, como la bioserie del Santo, como publicar un libro, poner mi santuario de una manera pública, un museo. Todavía sigo, pero yo estoy haciendo esto solamente por cuidar mi físico, mi integridad física. Porque sé que, si ahorita en 42 años, gracias a Dios estoy entero.
Imagen portada: Santiago Chaparro / MILENIO