El grupo armado Hezbolá confirmó la muerte de su líder político y espiritual, Hassan Nasrallah, tras los bombardeos que llevó a cabo Israel en Beirut el pasado 27 de septiembre, en el que destruyó seis edificios departamentales con un número aún incierto de víctimas.
El líder supremo de Irán, el Ayatolá Jamene, condenó el asesinato de “personas indefensas en Líbano” e instó a “todas las fuerzas de resistencia en la región a apoyar y unirse a Hezbolá. Mientras que el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, Nasser Kanaani, declaró que el ataque israelí en Beirut constituía un «crimen de guerra», por el que tanto Israel como Estados Unidos tendrán que rendir cuentas.
Por su parte, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, expresó que “está profundamente preocupado por la dramática escalada de los acontecimientos” en Beirut en las últimas 24 horas: “Este ciclo de violencia debe detenerse ahora, y todas las partes deben dar un paso atrás y alejarse del borde del abismo.”
Hassan Nasrallah fue el líder del grupo chiita Hezbolá desde 1992, donde mantuvo y defendió una fuerte posición antioccidentalista, se manifestó en contra de Israel, y logró llevar a la milicia de una posición marginal en lugares alejados del luchar en las montañas a tener lugares en el Gobierno libanés, con una fuerte presencia en instituciones políticas.
