Por Félix Cortés Camarillo
José Gerardo Rodolfo Fernández Noroña, capataz de ese terreno árido, que huele a hacienda del siglo 19 y se llama la cámara de Senadores, abrió el sábado ahí la sesión para insacular a los candidatos a jueces y magistrados del poder judicial de la Nación, calificando la reunion de inédita e histórica.
Se quedó corto en adjetivos, pero eso no es extraño en persona de tan pobre vocabulario. Según su libreto, debió haber dicho que la sesión era máxima, óptima, sintética, célebre, patriótica, democrática, y magnífica.
Yo le añadiría por mi parte que fue cómica, a la vez que mísera, irónica, hipócrita, huérfana, pródiga, canónica, fantástica, sicológica, antipática, monótona, demagógica, patética y estólida.
Por encima del cinismo gramatical ha de consignarse que el presidente López consumó el sábado pasado el golpe de Estado que había prometido y que liquidará a muy corto plazo el poder Judicial de la Federación. Mediante la reforma constitucional dictada por Lopitos y avalada por la señora Presidente Sheinbuam, en lugar de una transformación que modernizara un sistema judicial anquilosado y con graves fallas de corrupción, los legisladores han optado por su destrucción para sustituirlo por un aparato burocrático y, sobre todo, dócil.
No es mi vocación ni papel defender a los jurisprudentes que van a quedar sin empleo a raíz de este circo. Ellos sabrán negociar con los nuevos amos de hacienda alguna salida materialmente cómoda. Lo que a mí me preocupa es no poder imaginar que yo, o alguno de los míos, tenga que someter mi destino, el de mi libertad o patrimonio al criterio de un leguleyo cuyo único mérito es haberse sacado un premio mediano, terminación o reintegro, emanado de unas urnas que ni siquiera tienen la majestad de la gran bola de bronce que gira en el edificio frente al Caballito de Sebastían, en una lotería cínica; no se diga ya de los insaculados para un premio mayor o los mismísimos “gordos” de la Supema Corte de Justicia de la Nación.
Desde luego que tengo derecho a expresar mi repulsa a esa atrabilaria actitud de la pandilla en el poder y he de seguir haciéndolo. Pero yo no tengo razón. En la desviada interpretación de que democracia quiere decir en derecho y filosofía una mayoría numérica, y no una actitud ética que favorezca a los más urgidos, López Obrador ha conquistado ya el mando total y autártico del país, mando al que nos vamos a tener que someter al menos seis años más los mexicanos.
Así les llamaría el olvidado Jesús Martínez Rentería “Palillo”, quien además de la guapa Ana Martín engendró otros cinco hijos y cayó al bote varias veces por criticar con su humor ácido a la autoridad. Aparentemente a los mexicanos no nos queda otra válvua de escape que el grito de la carpa, ya desvanecido.
PARA LA MAÑANERA (Mientras me definen si son peras o los mismos olmos de antes): ¿A quién sorprende que el estadio en Puebla en el que los ratoncitos verdes empataron con un famélico Valencia no se haya llenado? NI siquiera la aficion regia, que tiene fama de vaciar sus talegas para ir a ver un pinche futbolito enre Tigres y Rayados en Texas les hizo el milagrito. Los resultados en taquilla son solamente el reflejo de la calidad del futbol mexicano. Y si los empresarios que lo manejan piensan que el Vasco Aguirre los va a sacar el agujero, parece que no se enteraron que en España hubo causa penal en su contra por andar vendiendo resultados. O, si lo saben, a eso le apuestan.