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Oaxaca muestra su tradición circense en el Cervantino

José Alfredo Jiménez Bonilla, Pepe, dice que su vestuario no es especial, portan la ropa que les regala la gente, la más llamativa, para presentar de dos a tres horas de espectáculo nocturno en los pueblos de Oaxaca que lo solicitan; reportó MILENIO.

Él es uno de los 12 miembros de la familia Jiménez que siguen la tradición de la maroma, heredada del abuelo Erasmo (de 100 años de edad) y del padre Alfonso (el payaso del grupo, de 65 años y 42 en la maroma).

Antes en los pueblos era el mayor entretenimiento, era una función; últimamente han llegado los grupos y han olvidado las maromas. Entonces si nos contratan en los pueblos, vamos”.

Se trata de un arte circense que está perdiendo público ante los bailes de grupos musicales: “No podemos competir con su audio, nosotros no usamos micrófonos”, cuenta Pepe, de 46 años, 37 de ellos trabajando en la maroma que consiste en acrobacias, pantomimas, sketches y música.

La tradición data de la Colonia, se lee en la web del Cervantino, Pepe dice que él sigue la tradición que le inculcó el único hijo de Erasmo que se dedicó a este arte circense. “Él solo nos dijo que trabajó con otros grupos de maroma porque había varios. De ahí empezó a hacerlo”.

A Pepe le gustaría que hubiera un registro sobre la historia de estas actividades para que ellos también supieran qué tiempo lleva la maroma, y también para conocer la trascendencia social que ha tenido en los pueblos donde se ha presentado.

“Tenemos un cálculo de lo que hemos trabajado porque no tenía valor esto de la maroma, últimamente sí; le damos gracias a las autoridades culturales porque ellos son los que nos han sacado un poquito más lejos y se ha dado a conocer más; la mera verdad estaba muy abandonado esto”.

Los Jiménez han participado en encuentros de maromeros en México, incluido uno en el Centro Nacional de las Artes en 2015. También tuvieron una actuación especial en la película La tirisia (2014).

Familia en acción

“El espectáculo empieza desde que nosotros llegamos y paramos un cuadro (escenario). En nuestros pueblos, que ya conocen la maroma, dicen: ‘Va a haber maroma’. Las funciones siempre se han hecho de noche, nunca una de día. Llega la banda, se forma el cuadro, se empieza juntar la gente y ya, empieza”.

La música la toca una banda de viento, eso es lo tradicional para iniciar el espectáculo. En el cuadro están el trapecio y la honda, instrumentos para las acrobacias del grupo. También hay intermedios: “Son como un sketch”, dice Pepe, y agregan la pantomima, que es similar pero es la señal de que ya va a acabar la función.

En la compañía Maroma de San Miguel Amatitlán (poblado de la región mixteca), el personaje principal es el payaso, interpretado por don Alfonso.

“Nosotros tratamos de sacar los números más viejitos, eso era la maroma. Traemos espectáculos de un cura, de lo que se vive en nuestro pueblo, como un jaripeo. Por eso traemos un grupo de 12, porque todos trabajamos; todos hacemos un personaje; unos bailan un rato con la banda, para nosotros eso es la maroma”.

El FIC informa que la historia de este arte con la familia Jiménez se remonta al matrimonio de doña Victorina y don Erasmo. Ella participaba improvisando bailes al ritmo de la música, mientras él hacía acrobacias, era maromero y payaso de pueblo.

En los inicios de la compañía, don Erasmo enseñó a su hijo varios versos que hoy canta y también a maquillarse con la ceniza de la leña porque era lo único que había, aunque les lastimaba los ojos. Como don Erasmo no sabe escribir ni leer y ha comenzado a olvidar los versos, Alfonso y sus descendientes los rescatan en las funciones.

La competencia

La duración del espectáculo depende del público, comenta Pepe: “Como siempre se ha hecho de noche, si el público aguanta trabajamos las tres horas, si no dos horas y media o dos. Antes no había luz, se usaban unas candilejas”.

Sobre todo, lo que no había eran bailes. “La mera verdad la maroma se está acabando por ellos porque a nosotros, como payasos, si nos ponen un grupo enfrente ya no podemos competir con el audio. Y como no estamos acostumbrados a trabajar con el micrófono, como que se distorsiona todo”.

Pepe cuenta que trabajan con sus voces naturales, si gritan ya no es lo mismo. “Eso es lo que está acabando con nuestra tradición. Las mayordomías (una organización en los pueblos para llevar a cabo festividades) son las que nos contratan y con la maroma pues no van a recuperar nada y con un baile sí, por eso los prefieren”.

Por una función de maroma cobran unos 10 mil u 11 mil pesos, “y ya se les hace caro, eso es lo que también hace que se pierda la maroma. Nosotros empezamos a trabajar cuando pagaban 300 o 400 pesos por una función”, recuerda Pepe. Este dinero, “lo poquito que nos dan”, se reparte entre la compañía, conformada por la familia Jiménez, en la que actúan también mujeres, niñas y niños.

Nosotros no traemos vestuarios especiales, simplemente traemos ropita viejita, usada, que nos regala la gente y que nosotros sentimos que llama la atención. Es lo único, no traemos nada que diga usted un traje especial; solo el payaso y trapecista, son trajes que en viejos tiempos se usaron, puros colores llamativos, y eso tratamos de meter”.

El payaso (don Alfonso) es el cantante, tapecista y líder de la compañía. Lo acompañan bailarines, músicos, toda una familia dedicada al arte de la maroma, de entretener a los pueblos de Oaxaca, el estado invitado de honor del Cervantino.

Imagen portada: FIC

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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