Jonás N. Díaz estrenó en el Festival Internacional de Cine de Róterdam 2023 su ópera prima, Antes que lleguen los zopilotes, homenaje al cine mexicano de la época de oro y al universo de Juan Rulfo, que después de recorrer el circuito de muestras del planeta, se exhibe comercialmente a partir de octubre; publica MILENIO.
“Fue muy interesante porque en Róterdam traían como una resistencia a ciertas películas mexicanas que les llegaban”, señala en entrevista el realizador sobre la acogida que tuvo su filme en Países Bajos.
¿Se refiere a las narcopelículas, sobre la violencia del narcotráfico?
Sí. De hecho, sí estaban un poco hartos de este tipo de películas, o eso nos platicaban. Y lo que encontraron en Antes que lleguen los zopilotes fue un poco la reminiscencia de nuestro propio cine, de lo que somos como cine mexicano. Fue algo que se nos dijo mucho allá. Era el gusto y el placer de encontrar un cine que parecía que ya no iba a existir nunca más. Entonces, mi película es como el cine mexicano de raíz. Ese fue el recibimiento que tuvimos en el festival de Róterdam.
El filme en blanco y negro de 96 minutos reúne en una barca que navega en un cuarto a un trío rulfiano: La Tuza (María del Carmen Félix, muy parecida a su tía María Félix), su amante Justino (Francisco Pita) en versión cadáver y la viuda de éste, la abnegada Luvina (Tsayamhall Esquivel).
A partir de las relaciones entre los personajes se va desprendiendo un mundo simbólico y apocalíptico.
“En los festivales mexicanos donde se presentó, el recibimiento fue muy curioso. Yo pensaba que, con lo experimental que es, pues iba a causar un poco de resistencia, pero estoy muy sorprendido del gusto que ha tenido la gente por esa misma reconexión con la raíz del cine mexicano”, subraya el realizador, quien llevó el filme al festival Black Canvas y a la muestra Talento Emergente de la Cineteca Nacional.
Jonás N. Díaz nació en Ciudad de México en 1985, año del terremoto, quizás por eso su filme se antoja apocalíptico. De niño jugaba al cineasta, sin tener conciencia de que quería convertirse en uno. Su hermana menor actuaba de su actriz para recrear todas las películas que veían por televisión, en particular mexicanas de la época de oro. Sus cineastas favoritos: Roberto Gavaldón y Luis Buñuel.
Habla de rendir homenaje a “nuestro cine” con su película. ¿A qué cine mexicano se refiere?
Al de los años 50, sobre todo; casi al cierre de la época de oro, poco antes de que empezara el cine de ficheras; que era un cine muy intenso y se prestaba mucho a experimentar más y más. Tenemos ya obras de Luis Buñuel de los años 50 con experimentos muy interesantes. Eso es lo que reconectamos, con ese cine que pareciera de la época de oro. Pero, no estamos haciendo una oda tal cual, porque Antes que lleguen los zopilotes es un filme que se siente más contemporáneo en muchas cosas, en el tipo de narrativas, hasta en la manera en la que es nuestro radio de aspecto de la imagen. Queríamos justo eso: poder agarrar ciertos ejes de la historia, pero reflejarlos en algo más contemporáneo.
¿Por qué Rulfo? Justo el compositor Antonio Juan Marcos estrenó una pieza basada en el cuento Macario. Y Rodrigo Prieto debutó como cineasta con su versión de Pedro Páramo. Y he visto una excelente pieza escénica, Comala, Comala, basada en la novela. Está de moda Rulfo.
Una de las cosas que tiene Juan Rulfo, y que es muy claro en su estilo, es el tema del lenguaje. Es algo que rescató muy bien y que sigue existiendo ese lenguaje oculto en las comunidades, en los pueblitos. Y no me refiero al lenguaje ancestral, sino al mismo español que ha tenido una variación, pero ahí sigue, latente. Y la cosa que me reconecta mucho con Juan Rulfo es el lenguaje, porque hoy en día todavía escucho a mis tíos, a mi familia, sobre todo la más grande, dicen muchas palabras que ya no se usan, que ya no son tan comunes, pero las entendemos. Por otro lado, está el tema de la raíz, de la familia, de la escencia de nuestra sociedad, que es algo también muy claro en las historias de Rulfo. Yo soy particularmente afín a los cuentos de El llano en llamas, me gustan muchísimo, por todos esos ejes.
Pero su guion es original. ¿Cómo surge esa idea loquísima de navegar con una cama en un lago dentro de la habitación de una casa? Parece salida de Samuel Beckett o incluso de Luis Buñuel.
El primer chispazo fue pensar en esa experimentación de qué pasaría si el universo que ve la gente no es el mismo universo que ve el espectador, y que eventualmente converjan. ¿Qué pasaría con el espectador, que escuche cosas que no ve? A raíz de eso, y un poco también por las limitaciones que teníamos para la película, al ser esta independiente no podíamos hacer una producción enorme y tener un lago a nuestra disposición. También ayudó un poco entender en qué parámetro estábamos creando esta historia y esta experimentación, y que igual se preste incluso hasta un poco de crítica social, sobre estos dos universos de la gente de la ciudad y la gente del pueblo.
Un tema muy actual y lamentablemente siempre vigente que aborda es la violencia contra las mujeres. ¿Cómo fue incorporando ese trasfondo en Antes que lleguen los zopilotes?
Fue muy interesante. Y lo platiqué muchísimas veces con María del Carmen Félix y Tsayamhall. A pesar de que el guion ya estaba escrito, se hizo mucho trabajo previo con las dos actrices. Y fueron ellas las que empezaron a deconstruir y reconstruir el guion, entendiendo cosas que solamente ellas viven. Así que el guion empezó a nutrirse mucho de sus propias experiencias, de la manera en la que ellas resonaban con las escenas y que me decían: “Oye, yo como mujer o como mi personaje haría tal cosa. La película se empezó a nutrir de una verdad de ellas, y eso le dio un giro y un alcance muy distintos.
¿Y cómo se siente después de esta primera experiencia como cineasta?
Me sigo sintiendo muy sorprendido. La verdad es que traía un poco este estigma del cine que nadie quiere ver. Y el ver que sí ha funcionado, el que hemos llegado, hemos tenido alcances, a pesar de las circunstancias, a pesar de ser una película tan chiquita, en cuestión de presupuesto, estoy muy sorprendido, la verdad. Y me sigue sorprendiendo constantemente.
A mí me parece que Antes que lleguen los zopilotes rinde tributo al cine mexicano no por la historia, sino por la técnica, por la experimentación incluso. La fotografía de Rigel González García remite obviamente a Gabriel Figueroa, aunque con su propia personalidad, por supuesto.
Sí, fíjate que es curioso, porque un poco la reminiscencia que hacemos, como bien lo dices, radica más en la técnica y de ciertas cosas, no de todo. Fue un proceso muy interesante de justo tratar de buscar darle al color, al juego de luces y sombras. Estuvimos experimentando mucho con la imagen antes del rodaje para lograr tener esta textura que queríamos. Y fue muy agradable ver cómo Rigel, el fotógrafo, se subió completamente al barco a experimentar con ese tipo de iluminación, que es como iluminar más sin iluminar, y entonces le empezó a dar ese tono y ese toque. Y también, obviamente, el tema más teatral que tiene la película, que, igual, de manera técnica jugamos un poco más con tener hasta los sets armados, como si estuviéramos tal cual filmando a veces en un set de teatro.
El fotógrafo literalmente se subió al barco.
Literalmente se subió al barco, exacto.
Los rostros de su película son femeninos, sus actrices. ¿Cómo trabajó con María del Carmen Félix y con Tsayamhall Esquivel?
Fíjate que hicimos mucho trabajo, como se hace usualmente en teatro. A pesar de que está el guión, se empieza a hacer mucha experimentación con los actores. A mí me gusta mucho que los actores se involucren y transfieran cosas y vivan la historia porque ellos nutren algo que a veces uno como escritor, viéndolo yo desde el ángulo de escritor, pues no logro ver completamente. Y fue muy padre porque se hicieron muchos ejercicios, incluso hasta para que ellas se conocieran. Ellas se conocen… Digo, ya se conocían antes, pero sabiendo que iban a participar una con la otra en la película, se conocen recreando la misma escena en la que los dos personajes se conocen.
Así que tenía a Tsaya encerrada en la cabaña y a María llegando a decirle que había sucedido un accidente sin saber quién iba a interpretar a la otra. Y sin ninguna dirección. No tenían que seguir el guion, sino más bien saber dónde empieza y acaba esta escena. Y les decía: Ustedes tómense su tiempo, si la escena va a correr en dos minutos o en dos horas, no hay problema. Y ahí es donde empezó a nutrirse y ellas empezaron a jugar y a experimentar y a darse cuenta de qué personaje interpretaban.
No hay más personajes, no se ve a nadie más. Son dos mujeres, un espacio muy cerrado, casi buñuelesco, de El ángel exterminador. Y muy apocalíptica su película.
Es curioso porque toda la película, absolutamente toda, la filmamos en una casa de la colonia Del Valle. La casa fue muy noble con nosotros, porque nos permitió crear la cabaña, por ejemplo, que se construyó en la parte de la azotea. E hicimos un forito, como en pantalla verde, para hacer toda la parte del lago, más todos los espacios de la casa. Y también eso lo hizo muy íntimo porque fue una película en la que todos nos encerramos en la casa. Cada día que entrábamos y no salíamos. Y ahí mismo estaban los camerinos, ahí mismo teníamos todos los espacios para trabajar. Entonces se volvió como una película muy íntima para todos los que trabajamos en ella. La rodamos poco antes de la pandemia, tuvimos la suerte de que al terminar, estábamos revisando el primer corte y entonces cayó la pandemia.
Imagen portada: MILENIO