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Por Félix Cortés Camarillo

La anécdota más mencionada de los orígenes de Cien Años de Soledad afirma que un paisano suyo, escritor también viviendo en México, le aventó una tarde a Gabriel García Márquez sobre su escritorio un ejemplar de Pedro Páramo, diciéndole: toma esto, para que aprendas a escribir.

Años después García Márquez confesaba que no pudo dejar de leer dos veces la más importante novela mexicana de todos los tiempos, y que podía recitar de memoria párraos enteros; eso solamente le había pasado antes cuando leyó La metamorfosis, de Franza Kafka. Pedro Páramo es un antecedente directo de la novela del colombiano. Comparten las dos lo que se ha dado en llamar el realismo mágico y el juego de realidades alternas de seres vivos con fantasmas que deambulan por las calles tan semejantes de Macondo y Comala.

Acabo de ver en Netflix la más reciente adaptación al cine de Pedro Páramo y la fantástica historia de Juan Preciado, quien llega al pueblo -y a la hacienda de la Media Luna- para encontrar y conocer a su padre, el enigmático y cruel cacique del pueblo.

Poca fortuna ha tenido García Márquez cuando sus textos son llevadas al cine, a pesar de que él mismo escribió libretos cinematográficos cuando era pobre, como En este pueblo no hay ladrones. Las versiones en cine de El amor en los tiempos del cólera, Eréndira y su abuela desalmada, El coronel no tiene quien le escriba, no hicieron honor a los textos que las inspiraron. A Pedro Páramo le persigue un destino similar. De hecho, solo la realización en cine de El Gallo de Oro, gracias al elenco con Lucha Villa, Narciso Busquets e Ignacio López Tarso pasa la prueba del ácido.

El primer Pedro Páramo en cine lo hizo Carlos Velo en 1967, con John Gavin, quien se hizo famoso por su frase ante un comité del Senado que tenía que aprobarlo como embajador de Estados Unidos en México: tengo docenas de películas que prueban que no soy actor. A su lado estaban López Tarso como Fulgor Sedano, Pilar Pellicer y Julissa.

En 1978 José Bolaños hizo su versión con Manuel Ojeda, Blanca Guerra, Patricia Reyes Spíndola y la música del mismísimo Enio Morricone. Pésima; no la música, la película.En 1981 Salvador Sánchez protagonizó y dirigió su Pedro Páramo contando en el reparto con actores como Claudio Brook, Guillermo Gil o Cristina Rubiales.

Finalmente, este noviembre se estrenó el cuarto intento (hay una versión frustrada que nunca llegó a las pantallas) esta vez con la dirección de Rodrigo Prieto. Como todas las anteriores, se apega fielmente a los diálogos fantasmales que Rulfo escribió: pero la atmósfera mágico-tétrica-onírica del imagnario universo rulfiano, no existe.

Este Pedro Páramo transformó una obra maestra de la narrativa literaria en un vulgar melodrama, arrinconando a los protagonistas Juan Preciado y Pedro Páramo o Fulgor Sedano, a esquemas de telenovela. No se diga de las mujeres Susana San Juan, Eduviges Dyada o Doloritas.

Debería el cine dejar en paz a nuesros grandes escritores, para que volvamos a emprender un oficio olvidado por los mexicanos, la lectura.

Me temo que el próximo estreno de la superproducción de la novela máxima de García Márquez, también hecha por Netlix tendrá el mismo destino que Pedro Páramo.

PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras son peras o son sámaras, fruto de agradable vista, pero vano, del mismo olmo): Dice la señora Pesidenta que no hay motivo de temor ae la llegada de Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca. Con todo respeto, se equivoca doña Claudia. Dice la Real Academia de la Lengua Española que el mexicanismo hocicón se refiere a alguien que habla más de lo que debiera o es pertinente. Pues con sus hociconadas Trump logró arrinconar al régimen de López Obrador con la mera amenaza de los aranceles. Al baile vamos.

felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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