Por José Francisco Villarreal
3 No tengo nada personal contra Rosario Piedra Ibarra, tampoco tengo argumentos para calificar su gestión en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Estaba muy distraído durante su gestión. Una de las más graves consecuencias de la sistemática campaña derechista y ultraderechista contra el régimen de la 4T, es que no convencen pero sí distraen. Los seis años de gobierno de don Andrés estuvieron determinados por la crítica negativa, a priori, orquestada como campaña por la “oposición”. Una campaña tan estúpida que se caía por su propio peso. La gente no tuvo dificultad en desestimarla; puro sentido común y una mínima memoria histórica fueron suficientes. El debate popular, que sólo es posible en las redes sociales y medios alternativos normalmente oficialistas, se entretuvo confrontando los dislates de la “oposición” y disfrutando el ridículo de su estridencia en el Congreso de la Unión. La intensidad de esta campaña y de los gritos de esa especie de Euménides legisladoras, nos abrumaron tanto que toda la gestión de Andrés Manuel López Obrador nos pasó de noche. Hubo, por supuesto, indicadores positivos que nos facilitaron hacer una crítica, pero más bien superficial. Hay avances indudables, y la 4T y el humanismo mexicano se han convertido en un referente internacional, en un modelo para detener esa modalidad de IV Reich que intenta imponerse ya con franco cinismo. Hay avances contundentes, sobre todo en programas sociales, obra pública, distribución de la riqueza y estabilidad económica. ¿Y los Derechos Humanos? No…, pues no lo sé. Se ha logrado legislar en el tema, a contrapelo con el Poder Judicial y la “oposición” que interpretan SUS derechos humanos por encima de LOS Derechos Humanos. Por desgracia, la acción de doña Rosario ha estado un poco al margen, con menos prensa, disimulada frente a los “grandes” debates que ha intentado imponer la “oposición” o que dictó don Andrés desde sus mañaneras. Lo único que sí sé es que los Derechos Humanos en México siguen siendo escurridizos; se invocan con mucho entusiasmo, pero poco se respetan. Hasta un aumento en tarifas del transporte urbano o en impuesto predial, como en Nuevo León, pueden llegar a ser un atentado contra los Derechos Humanos. ¡Lo son! Total, las comisiones internacionales, nacionales y estatales sobre los Derechos Humanos pueden emitir millardos de recomendaciones legítimas y hasta legales. En los hechos son llamadas a misa. Mientras la colectividad no entienda y asuma los Derechos Humanos como un derecho, pero también como una obligación, da igual si ponen a san Francisco de Asís como titular. Sea doña Rosario, o quien sea que fuere, la reyerta legislativa por la (re)elección de titular de la CNDH es ociosa, cuando el verdadero debate debía ser por una definición más amplia de la figura legal, tanto de la titularidad como de la comisión. Lo demás me parece sólo otra distracción.
2 Hace días estaba yo de ocioso, en mi enésimo café con Losartán matutino, cuando leo una nota “on line” de la revista Proceso que advierte que, según la directora del Programa de Estado de Derecho del Diálogo Interamericano, Tamara Taraciuk, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenaría a México derogar la ley constitucional sobre el Poder Judicial, antes “reforma”, cosa que no sucedió. Seguía la fulana diciendo que si México no obedeciese, el caso se llevaría hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos que, previene la experta, resolvería en el mismo sentido que la Comisión. Ye veremos. Tuve la paciencia de leer algunos de los comentarios generados, y luego de unos minutos, los que leí se podrían resumir en una frase breve: “los mexicanos decidimos, nos vale madres las comisiones y cortes internacionales”. Supongo que la escasez de comentarios a primera hora a favor de la nota fue porque los legionarios de la mediocre pero hostigosa ultraderecha mexicana se levantan tarde; o que sus “bots” estaban el modo ahorro de energía. Revisando el trabajo reciente del periodista en cuestión, noto que lleva meses cubriendo el tema, con una gran mayoría de notas en contra de la nueva ley. O bien el periodista cree honestamente que tiene razón y encontró fuentes para demostrarlo, o sólo sigue la línea editorial de la revista. Podrá criticársele el enfoque pero no el rigor para armar su información. Muy su libertad de expresión. Lo que me dice esta nota, más allá de lo explícito, es que la apelación ante organismos internacionales es la siguiente instancia en esta rebelión golpista desde el Poder Judicial, además de cualquier especie de boicot sea legal o no. Supongo que la enfermera militar que comanda las agresivas huestes de trabajadores del Poder Judicial optará también por esa ruta que, por cierto, es más discreta que la abierta invitación de Marko Cortés, Lilly Téllez, et al, a la intervención extranjera, con otros fines pero los mismos objetivos. Habría, eso sí, otra batalla legal ante las “órdenes” que se atrevan a emitir esos u otros organismos internacionales. Olvidan que, según la propia Constitución Mexicana, los tratados están en igualdad ante las leyes nacionales, pero no por encima. En última instancia, los tratados son potestativos para cualquier país. Si un organismo internacional invoca un tratado para contradecir la soberanía de una nación, esa nación está en libertad para desligarse de ese tratado. Esto es un extremo indeseable para la comunidad internacional, y muy criticable que, para favorecer a un sistema corrupto, se interfiera usando esos tratados para imponerlo por encima de la voluntad popular. Esto no demerita al país que desacate, al contrario, desvirtúa al organismo internacional que intente imponerse (la OEA es un buen ejemplo). Por otra parte, en esa y otras notas del mismo autor se invoca la independencia del Poder Judicial en México, pero no se dice nada sobre lo que han hecho durante décadas con esa “independencia”, o ¿no se notó el más reciente “sabadazo” a favor del crimen organizado?
1 En lo personal, no me importan las elecciones internas, reales o ficticias, que se realicen en los partidos políticos vigentes o virtuales. Eso es cosa de sus militantes. Pero sí es interesante ver sus resultados, porque definen a la militancia no a sus líderes, es decir, muestran la médula como partido, ya sea “opositor” u “oficialista”. Me pasa lo mismo con las elecciones en Estados Unidos: no temo tanto a los dislates de Trump; temo al perfil de quienes votaron por él y al de su “guardia pretoriana”, es decir, su eventual gabinete. Mi ideal de un partido político es que se sume al proyecto de nación en turno, sin perder la perspectiva crítica, obligatoria para todos los partidos, necesaria para cualquier régimen. En el caso de la reciente renovación de la dirigencia del partido Acción Nacional, tenía mucha curiosidad. Es un partido político con poca militancia, al borde de la extinción. La gestión de Marko Antonio Cortés Mendoza ha sido un desastre, pero eso no implica que hayan desaparecido las nuevas afiliaciones. El PAN es un partido menor, pero no deja de tener mayor fortaleza respecto a otros partidos “opositores”. Hasta ahora, el “anzuelo” para captar más militantes no es una propuesta ideológica, sino la posibilidad de acceder a una plataforma que canalice el odio visceral al obradorismo, que se ha cultivado pacientemente durante años. Así que se ve difícil para el nuevo líder nacional reconstruir las ruinas que dejan Marko Antonio y su “padrino” Claudio Xavier, y más difícil refundarse con una ideología clara y sólida, con instrumentos objetivos para su activismo político; es decir, crear una verdadera oposición no una pandilla de reventadores. En general, todos los partidos “opositores” siguen la misma tendencia: boicotear a la 4T, pero sin un gramo de autocrítica ni de propuestas razonables. Siendo muy malpensado, veo en la elección de Jorge Romero Herrera una continuidad de la dirigencia de Cortés pero con “matices” astutamente “conciliadores”. Además, una jugada estratégica para blindar a ambos personajes. Marko se autorecetó el fuero con su curul. En cuanto a Romero, señalado como parte del “cartel inmobiliario”, no tiene fuero, pero en caso de demostrársele complicidad con ese grupo de delincuentes, siempre podrá esgrimir el argumento favorito de los políticos corruptos: ¡persecución política! Cada cual desde su trinchera, relativamente a salvo. Eso es lo que votó la militancia, que, por cierto, no completó la mitad del padrón. Me pregunto cómo usarán ahora los panistas el argumento de falta de legitimidad y representatividad de la doctora Sheinbaum por el número de quienes la votaron a favor, quienes la votaron en contra, y quienes no votaron. Tendrán que repasar un tratado elemental de Democracia y otro de Demografía.
0 Me parece un poco exagerado que se califique contundentemente a Jorge Romero Herrera como líder o miembro del “cártel inmobiliario”. Lo digo por la presidenta Sheinbaum, que lo exhibió en una de sus mañaneras, incluso tomando como referencia adicional a un libro escrito por el expresidente Felipe Calderón. En el caso de los simples mortales como su servidor, u opinócratas servidores de sepa Dios qué entidades diabólicas, vale aventurar acusaciones en aras de la libertina libertad de expresión. Vox populi también tiene fuero sobre ese tipo de linchamientos. Pero de parte de un funcionario público, una acusación así hace suponer que se tienen pruebas suficientes para sustentarla. Esto sólo alimenta esa frustración nacional que vivimos desde hace décadas, cuando se descubren fraudes al erario, pero ni se recuperan esos fondos ni se procesa a los culpables. La acusación expresa de la presidenta Sheinbaum contra Jorge Romero Herrera implica un compromiso de sustentarla con pruebas y concretarla con denuncias. De otra manera no pasa de ser un descontón contra una fuerza política que no es un adversario sino un enemigo jurado. Es verdad que lo que se ha desentrañado del “cártel inmobiliario” complica a una facción del panismo, y que todo apunta a que Jorge Romero es parte de esa facción. Pero durante todo este tiempo he visto a Romero tan sano y tan salvo de acusaciones formales y procesos. Su posición como líder del partido más pequeño de los partidos nacionales vigentes, pero no el más débil, ahora lo pertrecha detrás de un instituto político y de gritos en Congreso de la Unión, así haya sido una muy menor cantidad de militantes que lo eligieron. Esto va a poner en un predicamento a un régimen que se ha mostrado muy cauteloso a la hora de aplicar las leyes, omiso a veces. Ahí está el clarísimo caso del Poder Judicial que, de aplicárseles la ley, ya estaría purgado desde hace mucho por tantas ilegalidades que han cometido y siguen cometiendo. Y podríamos seguir hasta el infinito con otros casos que detrás de fueros y liderazgos siguen en su alegre ejercicio de la impunidad.
Ceterum censeo… Deberíamos ofendernos pero no preocuparnos tanto por las declaraciones del voluble embajador Ken Salazar sobre el gobierno mexicano. Debe seguir muy molesto porque la doctora Sheinbaum le impidió la tentación de andar de lobista con derecho de picaporte por las oficinas del gabinete. Deberíamos preocuparnos y prepararnos para la eventual ofensiva del próximo gobierno estadounidense, en vista de que Donald Trump está formando un verdadero gabinete de guerra con especial dedicatoria contra México. Eso ya ni siquiera es ultraderecha, es fanatismo y populismo, como el que surgió en Alemania en los años 20 del siglo pasado. Igual de peligroso. ¿Y Ken? Pues tal vez sólo quiere quedar bien con sus nuevos amos; después de todo ya se va, y debe estar buscando desde ahora en dónde acomodarse.