Por José Jaime Ruiz
Mano de hierro envuelta en guante de terciopelo, así Claudia Sheinbaum Pardo en su firme pero cortés respuesta al presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump: “Se requiere de cooperación y entendimiento recíproco a estos grandes desafíos. A un arancel, vendrá otro en respuesta y así hasta que pongamos en riesgo empresas comunes. Sí, comunes”. Hija del ’68 y, por tanto, de las izquierdas, las peroratas de Donald no la intimidan; estadista y científica, busca no profundizar problemas sino ofrecer soluciones.
Es innecesario cualquier nacionalismo trasnochado, cualquier “masiosare”. La presidenta regresó de Río de Janeiro con una visión global y con reuniones importantes con China y con los personajes progresistas de Latinoamérica, ahora falta reunirse con el presidente electo de Uruguay. El presidente Andrés Manuel López Obrador no se coció en el primer hervor, tampoco lo hace ahora la presidenta Claudia Sheinbaum. Desplantado y desorientado, Trump poco sabe de ecuaciones. Sus desplantes debieran orientarse, precisamente, al Lejano Oriente. Ya Claudia le dio unas clases de economía y geopolítica en su carta de respuesta.
“El 20 de enero, como una de mis muchas primeras Órdenes Ejecutivas, firmaré todos los documentos necesarios para cobrar a México y Canadá un arancel del 25 por ciento sobre todos los productos que entren a Estados Unidos, y sus ridículas fronteras abiertas”, comunicó Trump manteniendo el “castigo” hasta que los dos países tomen medidas drásticas contra el fentanilo y otras drogas y con los migrantes que cruzan la frontera ilegalmente.
¿Qué tiene que ver la migración y el tráfico de drogas con los aranceles? Nada, en absoluto, son áreas distintas y distantes. En efecto, Trump debiera mirar al Lejano Oriente, allá es donde se producen los precursores del fentanilo que se procesa en los laboratorios gringos. En efecto, Donald debiera mirar al Lejano Oriente, allá, en China y en el sudeste asiático, se encuentran quienes están derrotando a los Estados Unidos en la guerra comercial. Mundano sí, nunca cosmopolita, al provinciano de Queens le hace falta mundo. Decadentes, cada vez es más común que los vaqueritos gringos se den un tiro en el pie o que los tiros les salgan por la culata.
