Por Félix Cortés Camarillo
Perro que ladra, no muerde, reza el decir popular mexicano. Pero de que asusta, asusta.
El anuncio de Donald Trump de que el 20 de enero próximo, y saliendo de la ceremonia de toma de posesión como presidente, firmará todo lo que haya que firmar para imponer de inmediato y “hasta que cese la invasión de indocumentados y de fentanilo” aranceles del 25 por ciento a toda importación proveniente de Canadá y México, asustó a muchos.
El susto mayor, en Canadá y México. Aquí el peso se devaluó de manera importante. Doug Ford, gobernador de Ontario, la mayor provincia de Canadá con más de quince millones de habitantes, dijo que era un “insulto” de Trump comparar Canadá con México. El primer ministro Trudeau tuvo una conversación “buena”, dijo, con Trump el lunes por la noche y hoy miércoles conversará por larga distancia con los gobernadores de las 10 provincias y tres territorios.
La respuesta de la señora presidente Sheinbaum a la amenaza arancelaria de Trump ha sido presta, puntual, breve, inteligente y razonable: no es con amenazas ni aranceles como se va a resolver los problemas migratorios o del consumo de fentanilo en los Estados Unidos. La imposición de aranceles extraordinarios a las exportaciones de México y Canadá a los Estados Unidos, se llevará entre sus patas primeramente a empresas norteamericanas en México avecindadas, y luego al consumidor final de sus productos. Por lo menos en política exterior estamos viendo un cambio en nuestro país. Sheinbaum invoca al diálogo.
En donde no hay cambio es en el otro lado. De los siete compromisos de campaña hay algunos que Trump podrá hacer, como despedir al fiscal general Smith, que lo llevó a juicio por la invasión del Capitolio en 2021: no se puede juzgar a un presidente en funciones. No podrá penar el aborto en todo el país: eso va por estados. Deportará a cuanto migrante indocumentado con delitos encuentre; eso lo puede hacer.
Lo de los aranceles tiene más aristas. Para entenderlo hay que consultar el libro “The Art of Deal” (1987) dizque escrito por Trump, o tener en cuenta los repetidos consejos para triunfar en los negocios. Cito: “ Yo apuesto muy alto y luego comienzo a empujar, y empujar y empujar hasta conseguir lo que busco. Sé brutal, sé duro. Ataca fuerte al adversario y cuando se doble, negocia”.
Esa última estrategia le funcionó con la anterior amenaza del 25% de aranceles y Lopitos. Nunca tuvo que implementarlo: Lopitos mandó 25 mil soldados a la frontera a perseguir migrantes. Trump presume, cada vez que puede, de como dobló al mexicano. Marcelo Ebrard lo sabe: estaba frente a Trump. No cabe duda de que la señora presidente Sheinbaum no se va a doblar tan fácilmente, antes de llegar a una negociación.
Espero.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras nos aclaran si son peras, o si son frutas del mismo olmo): El evidentemente corrupto gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, me recordó en su entrevista con Joaquín el otro día el consejo que daba mi hermano Fernando Alcalá para cuando me encontrara en situación comprometedora: niega todo y en última instancia métele el “no me acuerdo”. Rocha Moya tiene esa cualidad indispensable de los demagogos, el cinismo.
Nunca conoció a ninguno de los protagonistas del zipizape de julio 25 en Huertos del Pedregal, en una finca cercana de Culiacán, en donde fue asesinado su rival político y ex rector de la Universidad local, Héctor Melesio Cuén Ojeda. Siguió en su falacia de que él había estado en California el día de los hechos, con su familia. Dice que se fue en un avión privado.
Probablemente el señor gobernador no lo sepa, pero cuando uno ingresa por vía aérea a los Estados unidos, el agente de migración imprime en el pasaporte un sello con la fecha de entrada. Ese pequeño documento no ha sido mostrado nunca por el señor gobernador. Tan fácil que sería.