Por Félix Cortés Camarillo
El 9 de febrero próximo y en el estadio de Nueva Orleans tendrá lugar el juego de futbol americano más deseado del año. Se llama Super Bowl. Yo todavía no sé cuáles serán los equipos que jueguen ese partido de lujo, pero sí puedo adelantar que hoy, finales de noviembre, los boletos más baratos disponibles para ese partido cuestan seis mil seiscientos dólares, y subiendo. Están hasta gayola; también, en las esquinas los había de 4,981, pero ya se acabaron. Los de primera fila y en la yarda 50 cuestan cifras de seis ceros mexicanos.
Con esos precios, no importa que la ración de guacamole, el platillo favorito del Super Bowl desde hace rato, en lugar de 30 dólares cueste 150 ese día. Para eso las monedas son redondas, para que rueden, y los billetes de papel, para que vuelen. Especialmente cuando hay muchas y muchos.
El ejemplo es banal pero es válido: el 90 por ciento de los aguacates que consumen los Estados Unidos va de México, notablemente del apaleado y violento Michoacán. Si el presidente Trump cumple su baladronada, los aguacates importados de México allá pagarán un arancel del 25%.
Después de enero, una camioneta Pick-Up en Estados Unidos costará -dijo ayer Marcelo Ebrard, secretario de Economia- tres mil dólares más en automático, por el arancel. Eso sin contar que la camioneta haya sido armada con piezas que vienen de allá, y que obviamente van a tener que pagar un arancel recíproco que fijará México cuando lleguen acá.
Lo mismo pasa con los textiles: las grandes fábricas gabachas nos mandan el 53% de su producción de telas: tendrán que pagar al llegar a México el arancel de la venganza. Las costureras mexicanas, económicamente convenientes, coserán los pantalones y les pondrán la etiqueta “made in Mexico”. En cuanto pasen la frontera, costarán 25% más. Y así el Tequila, el Mezcal, y otros apetitosos productos del trabajo de este lado de la frontera.
Hay otros menos sabrosos y más dañinos. (abro paréntesis para el caso de Canadá): de sus productos de exportación a los Estados Unidos, los principales son petróleo y gas. De 2025 en adelante, 25% más caros para la industria gringa, que necesita gas.
Y aquí entramos nosotros.
México exporta a Estados Unidos (¡Bravo, Pemex!) crudo de ínfima calidad y altos contenidos de azufre. Pagaría el famoso arancel. La gasolina que usa mi carro es importada de Texas. Deberá pagar el arancel que México establezca en consecuencia.
¿Quiénes somos los que vamos a pagar finalmente el precio de este desaguisado? No los industriales, ni los mercaderes, mucho menos los políticos. Vamos a pagar los consumidores finales de todos los bienes y servicios. De aquí, de allá y de acullá.
Parece un galimatías. No parece, lo es.
Porque eso es lo que busca Donald Trump a dos meses de ser investido. Aguas turbias para un pescador hábil.
Eso es lo que México debe evitar y llevar las negociaciones al único terreno aceptable: el que parta de la premisa de que el subcontinente norteamericano, del cual los mexicanos somos importante parte, debe trabajar en conjunto para ser el factor primario de la economía mundial.
Rol que busca, con afán y eficiencia, China.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras nos aclaran si son peras, o si son frutas del mismo olmo): Señora Presidente: ante la estúpida actitud amenazante de Donald Trump, en vez de mandarle comedida, inteligente, sobria, firme y prudente carta, que seguramente no leerá, Usted debiera darle las gracias.
A ocho semanas de tomar posesión, el presidente electo de los Estados Unidos logró con un tweet lo que los estrategas mexicanos de comunicación, que le heredó Lopitos, no han logrado en los meses que lleva Usted en Palacio Nacional: unificar a todos los mexicanos en torno a su mandataria.
Es regla por ahí escrita, que un enemigo externo propicia la unidad nacional del agredido. Cuando el agresor reúne la brutalidad y transparencia del señor Trump, logra que incluso adversarios suyos tengan que reconocer la forma en que Usted ha enfrentado la embestida. Prueba de ello es la integración inmediata de un grupo de notables empresarios en lo que sus propagandistas llaman Plan México (se les pudo haber ocurrido algo mejor), que los mexicanos no podemos menos que desear tenga avances importantes, si no éxito pleno.
Agradezcale al pelipintado.