Cidio. Del lat. -cidium,
de la raíz de caedĕre “matar”
Los niveles de destrucción de la infraestructura civil alcanzados por los intensos bombardeos israelíes no tienen precedente en comparación con otros conflictos recientes. Se trata de una de las campañas de bombardeos más intensas realizadas en una zona densamente poblada desde la Segunda Guerra Mundial: más de 80 mil toneladas de bombas lanzadas sobre Gaza en el lapso de un año. Las imágenes satelitales y los datos analizados por los investigadores Scher y Van Den Hoek de la Universidad de Oregón y de la Universidad de Nueva York, mostraban ya desde diciembre de 2023, es decir, solo 3 meses después del comienzo de los intensos bombardeos, que el daño causado en Gaza por las bombas israelíes era mayor que el daño causado en las ciudades de Dresde, Colonia y Hamburgo juntas durante la Segunda Guerra Mundial (1). Al día de hoy, más del 60 por ciento de los edificios y alrededor del 70 por ciento de la infraestructura en Gaza está completamente destruida, es decir, más de 160 mil estructuras en total. La mayor parte de la infraestructura hidráulica ha sido devastada. Han sido bombardeados también innumerables mezquitas e iglesias y el 100 por ciento de los hospitales; publica MILENIO.
En efecto, la amplitud de la destrucción de las bases e infraestructuras que hacen la vida posible, sobre todo el número de hospitales e instalaciones de salud tampoco tiene comparación en la historia moderna. El colapso de los servicios de salud es indescriptible: hasta septiembre de 2024, solo 17 de los 36 hospitales y 52 centros de atención médica de Gaza continuaban siendo parcialmente funcionales, el resto está fuera de servicio. Con la destrucción del hospital Al-Shifa y del complejo médico Nasser, se rompió la columna vertebral del sistema de salud en Gaza.
El director de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales Queen Mary de la Universidad de Londres, Martin Coward, ha utilizado para explicar la destrucción de Gaza el término urbicidio —del latín “urbs” ciudad y “cide” matar. Urbicidio se refiere a la destrucción deliberada y generalizada del medio ambiente urbano. No se trata solo de la destrucción de objetivos estratégicos o de viviendas, sino de una amplia gama de tejidos urbanos; y no proporcional a los objetivos estratégicos de la guerra y, por tanto, viola las leyes de la guerra. Para el investigador inglés “es una forma de hacer imposible que una población viva en el espacio urbano”. Coward comentó que los palestinos viven en colchones entre los escombros o en tiendas de campaña improvisadas pues ya no tienen hogar; a esto lo llama domicidio, una extensión del concepto de urbicidio, que significa la destrucción deliberada y sistemática de las viviendas. Concluye que la destrucción de Gaza es tal que “incluso si Israel dejara de bombardear Gaza mañana, sería imposible vivir allí”.
También ha sido una guerra contra la educación: 75 por ciento de las estructuras educativas y las doce universidades de Gaza están completamente destruidas o dañadas por el ejército israelí. Esto ha dado lugar a la utilización del término educidio, es decir la destrucción metódica y deliberada del sistema educativo palestino; además, se han asesinado a cientos de profesores y a varios rectores de las universidades palestinas. Culturicidio es un término que se refiere a la destrucción del patrimonio y de los sitios históricos. Al 17 de septiembre de 2024, entre los 120 sitios que la UNESCO había podido evaluar mediante imágenes satelitales (por lo que se trata de datos preliminares) 69 sitios han sufrido daños: 10 sitios religiosos, 43 edificios de interés histórico y/o artístico, 2 sitios que albergaban bienes culturales muebles, 6 monumentos, 1 museo y 7 sitios arqueológicos. Ambos fenómenos revelan el deseo de aniquilar deliberadamente la identidad palestina, su historia, su cultura, su gente.
Asimismo, la catástrofe medioambiental es indescriptible y según expertos, provocará otros desastres en el futuro. Se observa así en Gaza un ecocidio deliberado: campos quemados, árboles arrancados de raíz, tierras contaminadas con fósforo blanco. En lugar de los huertos, las playas y los campos de fresas, que eran el orgullo de los habitantes de Gaza, se observa un paisaje en ruinas. Como lo comenta Lucía Rebolino, coautora de un estudio de Forensic Architecture, un colectivo que trabaja con datos satelitales: “El medio ambiente no es solo un daño colateral, sino un objetivo del ejército israelí”. El ejército israelí está arrasando campos y huertos para despejar una zona de seguridad de más de 300 metros de profundidad a lo largo de la frontera norte entre Israel y la Franja de Gaza. Por otro lado, según un estudio publicado por investigadores de la Universidad de Lancaster y Queen Mary y otras organizaciones (2), las emisiones de gases de efecto invernadero generadas durante los dos primeros meses de la guerra de Gaza fueron mayores que la huella de carbono anual de más de 26 países (3).
Uno de los reportes más documentados, presentado por Francesca Albanese, relatora de las Naciones Unidas, fue publicado en marzo pasado. El reporte se titula “Anatomía de un genocidio”, y en él se describe la escalofriante situación en Gaza. La relatora estipula que existen motivos razonables para pensar que se ha alcanzado el umbral para cometer el delito de genocidio. En este caso, se ha observado una intención claramente expresada por varios líderes israelíes que va acompañada de acciones genocidas indiscutibles. Albanese concluye que “la naturaleza abrumadora y la escala del ataque israelí a Gaza y las condiciones de vida destructivas que ha infligido revelan una intención de destruir físicamente a los palestinos como grupo” (4).
Cabe mencionar que algunos especialistas y juristas que formaron parte del Tribunal Russell sobre Palestina —podemos mencionar a Stephan Hessel, coautor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos— ya hablaban desde 2012 de un sociocidio de los palestinos, término para describir la política de Israel llevada a cabo en Gaza y Cisjordania. Este se refiere al “acto cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, un grupo nacional, étnico, racial o religioso, en particular mediante el asesinato de miembros del grupo, mediante daños graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo, y por la sumisión intencional del grupo a condiciones de existencia destinadas a provocar su destrucción”.
La destrucción en Gaza ha dado pie a la utilización del término futuricidio. La historiadora Stéphanie Latte, explicó en un artículo en el periódico Le Monde (8 de octubre 2024), que todo lo que permitía vislumbrar un futuro en Gaza fue atacado: todos los estratos de la población civil fueron atacados indiscriminadamente, al igual que todas las infraestructuras (casas, hospitales, escuelas, redes de electricidad y agua, etc.), los lugares de culto y el patrimonio histórico y cultural. Esta eliminación de personas, de lugares, del pasado, los efectos traumáticos sobre generaciones y el desastre ecológico constituyen para la historiadora un “futuricidio”.
Pero lo más doloroso, terrible y angustiante es sin lugar a dudas el infanticidio en masa que Israel ha perpetrado desde hace más de un año. La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), publicó recientemente un reporte en donde se concluye que el 70 por ciento de las muertes en Gaza, verificadas por la organización, son mujeres y niños; siendo los niños de 0 a 14 años las más representadas entre las víctimas verificadas. Recordemos que, al día de hoy, se cuentan más de 40 mil palestinos asesinados en el lapso de 13 meses; aunque muchos doctores y especialistas de salud advierten que el número podría ser mucho mayor. Así, doctores publicaron en la prestigiosa revista médica inglesa The Lancet (5), un estudio en el que la estimación del número de muertes en Gaza podría ser de alrededor de 186 mil o incluso mayor, debido a las muertes indirectas relacionadas con la escasez de atención médica, a las condiciones sanitarias, al hambre, a la sed. Estaríamos hablando entonces de cerca del 10% de la población de Gaza aniquilada.
Desgraciadamente este exterminio del pueblo palestino puede agravarse aún más en las próximas semanas: la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en días recientes, un comunicado en donde se alerta a la comunidad internacional que “la hambruna, la desnutrición y la mortalidad excesiva debida a la desnutrición y las enfermedades están aumentando rápidamente en el norte de Gaza y que es posible que ya se hayan cruzado los umbrales de hambruna o que se crucen en un futuro próximo”.
A pesar de todas estas evidencias, la comunidad internacional no ha logrado detener la empresa devastadora y colonizadora de Israel. La impunidad con la que goza gracias a la complicidad de los países que se consideran aliados, con Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania a la cabeza, le ha permitido continuar asesinando un pedazo de la humanidad. Así, mientras sus gobernantes envían armas y ayuda económica a Israel, sus medios de comunicación mienten y sus aparatos represivos acallan a las voces disidentes, los palestinos filman en vivo su propio genocidio. No denunciar lo que sucede equivale a renunciar al último reducto que nos puede salvar como especie.
(1) https://www.scientificamerican.com/article/inside-the-satellite-tech-revealing-gazas-destruction/
(2) Neimark, Benjamin and Bigger, Patrick and Otu-Larbi, Frederick and Larbi, Reuben, “A Multitemporal Snapshot of Greenhouse Gas Emissions from the Israel-Gaza Conflict” (5 de enero, 2024).
(3) https://reporterre.net/Guerre-a-Gaza-l-environnement-une-victime-silencieuse
(4) https://documents.un.org/doc/undoc/gen/g24/046/11/pdf/g2404611.pdf
(5) https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(24)01169-3/fulltext
Laila Porras
Profesora en el Instituto Nacional de Lenguas y Civilizaciones Orientales (INALCO), Francia.
Imagen portada: Especial / MILENIO