Por José Jaime Ruiz
Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Y, contrario al poeta Carlos Pellicer, el agua de ese cántaro no sabe a pájaros sino a putrefacción. Norma Piña entregó su informe y, como siempre, mintió, se quejó, se lamentó: “Cada vez que la Corte resolvió uno de esos casos, las y los ministros que votamos en contra de lo que el gobierno percibió como contrario a su proyecto político, fuimos acusados de traidores, corruptos, aliados de minorías rapaces y de la delincuencia organizada y de cuello blanco…”.
En la Mañanera del Pueblo la presidenta Claudia Sheinbaum la puso en su lugar, es decir, en el basurero de la historia: “Lo que hay es dos proyectos de nación: uno, regresar al régimen de corrupción y privilegios, u otro, avanzar con la transformación. ¿Qué está defendiendo ayer con su informe? Pues el viejo régimen”.
El agua estancada produce veneno. A Norma Piña y su Cártel de la Toga se les acusa y se les desnuda como lo que son: traidores, corruptos, aliados de la oligarquía rapaz, defensores de los delincuentes de cuello blanco y de la delincuencia organizada. Violentos, quisieron frenar la reforma judicial al tomar el Senado por asalto; desesperados, amagaron con destituir a Sheinbaum y meterla en la cárcel. En su delirio, quisieron estar por encima de los otros poderes constitucionales.
Norma Piña y su Cártel de la Toga, empleados al servicio del júnior tóxico, Claudio X. González, de Alejandro Alito Moreno, del cabildero Ken Salazar, de Ricardo Salinas Pliego, de Genaro García Luna, perdieron todas y cada una de sus batallas. La democratización del Poder Judicial va, la construcción del Segundo Piso de la Cuarta Transformación, también. Hay suicidios político-jurídicos, el de Norma Piña es uno de ellos. Muerta la ministra, viva la ministra de la trasformación, la ministra del pueblo.