“Al morir mi abuelo, nació mi sed por descubrir su historia”, escribe Tamara Trottner en su novela Pronunciaré sus nombres (Alfaguara), donde narra la odisea de sus abuelos: Moishe y Ana, en una aventura de amor y resistencia, dos jóvenes que escapa de la Rusia zarista durante una época de convulsión política y persecución. Es un relato que refleja la experiencia de muchos miembros de la comunidad judía que encontraron refugio en México; publica MILENIO.
La escritora cuenta a MILENIO que pasaba horas escuchando a su abuelo mientras jugaba dominó, y grababa las conversaciones con su abuela; sabía que eran importantes y que las contaría.
¿Es la historia de tu familia?
Nadie nos vio partir, mi novela anterior, empieza con la historia de los abuelos. La conté muy cortito y de pronto todos me decían: “Tamara, me interesa mucho la historia, cuéntala más”. Y yo tenía esta historia metida ahí en las vísceras de escritora porque sabía que algo había.
¿Qué te impulsó a escribirla?
Cuando mi abuelo murió, encontré una fotografía de un jovencito súper guapo y mi abuela me dijo: “Es tu abuelo frente al barco que lo iba a llevar a la América» y ahí fue cuando comenzó todo. Empecé a investigar, esta historia está formada por estadísticas; nos dicen que murieron seis millones, mataron a 30 millones, sobrevivieron tantos millones… y cada uno es un ser humano. Mi familia fue parte de las estadísticas; y dije: “Vamos a ponerles mirada, cara, qué comían, qué soñaban”.
De hecho, la novela arranca el día en que muere
Sí, de la foto y de ahí me voy para atrás, hasta su nacimiento. Y empiezo con toda la historia hasta que llega a México de manera equivocada, digamos, porque iba en un barco a Nueva York para alcanzar a sus hermanos, que ya estaban allá; pero se llenaron las cuotas en Estados Unidos y desviaron su barco. El pobre no tenía idea de dónde estaba México, pero hizo su vida muy agradecido con este país que lo acogió de una manera increíble.
¿Y tu abuela?
También iba hacia Nueva York; a ella la habían aceptado en la Universidad de Columbia para ser dentista. Fue algo muy especial, tenía su carta de aceptación y la guardaba como uno de sus grandes tesoros; pero se subió al barco que se llamaba Le Mexique y la trajo a México. Ella esperaba estar solo dos años y luego ir a Estados Unidos; pero finalmente se casó con mi abuelo Moishe, estuvieron 70 años casados y aquí estoy yo explicándote la historia.
¿Todo lo que cuentas ocurrió?
La parte histórica está confirmada; lo de la familia está basada en lo que me platicaron mis abuelos, lo que algunas primas investigaron y lo que sé de otras familias.
Es una historia increíble
Creo que a los lectores les puede interesar, porque somos tantos los que vivimos en México, que venimos de estas familias, ya sean los españoles, republicanos, la comunidad libanesa, la judía… que llegaron exiliados a México y aquí hicieron la vida. Creo que habla de todos ellos de una u otra forma.
¿Qué es lo que más te sorprende de la historia de tus abuelos?
Las ganas de vivir en un ambiente complicado, porque la primera mitad del siglo XX fue lo más convulso. Estamos hablando de que estas familias vivieron la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, las invasiones, luego a los nazis, y de todas maneras decían: “quiero sobrevivir” y no rendirse; lucharon hasta el último momento. Y justo el nombre de la novela viene un poco de ahí, porque me di cuenta que si no pronunciamos los nombres de estas personas, todo su legado va a desaparecer; de pronto ya nadie se va a acordar. Tiene que quedar una constancia de toda esta generación de seres humanos que vivieron las épocas más convulsas de la humanidad.
¿Descubriste muchas cosas que no sabías al revisar la historia de tu familia?
Me enteré de que unos primos de mi abuela fueron partisanos, se fueron a esconder en los bosques de Bielorrusia y vivieron escondidos en casitas hechas de ramas durante muchos años escapándose de los nazis, y me sorprendió que fueran mis primos abuelos los que lo lograron y sobrevivieron.
¿Es la historia de amor la de tus abuelos?
Ellos se conocen en el bosque de Chapultepec remando. Mi abuela cuenta que se enamoró de mi abuelo la primera vez que la llevó al Sanborns de los Azulejos y se comió una tostada y dijo: “De aquí soy”. Una historia de amor entre ellos, pero también una historia de amor a México, porque los dos vivieron toda la vida agradecidos y muy enamorados de este país. Es una historia de amor también entre las personas que se ayudaron y que se dieron la mano. Creo que quizá es el amor el que contrarresta el horror y la muerte.
Buscaban el sueño americano y terminaron en el mexicano.
Los recibió de una manera maravillosa, creo que mucho mejor que Estados Unidos en muchas formas. México realmente les abrió las puertas, las oportunidades y el que trabajaba lo lograba. En la novela cuento la historia de un hombre libanés que ayudó mucho a mi abuelo; entonces, por supuesto, México fue un oasis siempre.
¿Es un homenaje a los inmigrantes?
Pienso que esa es la parte más actual de la novela. Porque a pesar de ser una novela histórica de hace 100 años, hoy día estamos viviendo esta migración, con los mexicanos yendo a Estados Unidos, pero los de Sudamérica llegando a México, todo lo que está sucediendo en Medio Oriente y, nuevamente, no hablar de los migrantes como este grupo que es el otro y nos da miedo y lo rechazamos, sino como cada uno de estos seres humanos que están saliéndose de toda su zona de confort y de todo lo que tienen para tratar de salvarse.
Nadie nos vio partir será una serie de Netflix
El próximo año va a salir y ya la terminaron de filmar. Pero tengo muchas ganas de que la primera novela, como Pronunciaré sus nombres, sean leídas antes de que vean la serie, porque creo que les va a enriquecer leerla antes de verla en la plataforma.
Imagen portada: Especial