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México en la era Trump: la estrategia del humanismo mexicano

Por Oscar Rojas

Estamos viviendo tiempos inéditos. La globalización de los años noventa promovió la idea de que el mercado, por sí solo, equilibraría las cosas, impulsando la eliminación de todas las barreras al poder de las inversiones extranjeras y la entrega total al comercio internacional.

Este entusiasmo, que se manifestó claramente en la última década del siglo XX, ya generaba muchas dudas debido a lo fragmentario de esa libertad. Es decir, la libertad era solo para los movimientos de capitales y las mercancías, pero no para los trabajadores y trabajadoras. Así, se creó una gran frontera, no solo entre Estados Unidos y México, sino entre Estados Unidos, como país hegemónico, y todo el sur económico, es decir, los países al sur del río Bravo que han sido intervenidos económicamente por los intereses de los capitales centrales.

Desde esta perspectiva, México muestra una dualidad interesante: geográficamente, pertenece a Norteamérica, con la cual comparte una de las integraciones económicas más cercanas después de la Unión Europea, a través del Tratado de Libre Comercio. Sin embargo, en términos geoeconómicos y por su evolución histórica, México forma parte del sur global, enfrentando dinámicas regionales como la extracción, la explotación, la subinversión pública y privada, y una profunda concentración de la riqueza colectiva. No debemos olvidar que, en la economía mundial, el destino del sur ha sido determinado principalmente por los intereses del norte.

A pesar de las dificultades, el sur global, gracias a su desarrollo fragmentario y a la resistencia activa de los movimientos sociales y políticos, ha mantenido vivas formas comunitarias que contrastan con las sociedades de consumo basadas en el individualismo del norte. Por eso, mientras en Estados Unidos se promueve la exaltación patriótica del «Make America Great Again» (MAGA), en México se busca reafirmar las raíces comunitarias bajo la visión del humanismo mexicano.

Es cierto que nuestra cercanía con Estados Unidos presenta desafíos especiales para preservar nuestra autonomía, especialmente bajo la administración de Donald Trump, que presenta a su país como víctima del mundo entero, sugiriendo la necesidad de «ajustar cuentas». No obstante, esto representa una gran oportunidad para demostrar que un pueblo unido democráticamente y en proceso de recuperación social y soberana es el antídoto contra la vieja política imperialista del siglo XX.

La apuesta para el futuro es un mundo multipolar, donde cada país pueda asegurar las bases materiales esenciales para la reproducción de su cultura, esta es la esencia del Plan México. Y para esta estrategia, el pueblo de Estados Unidos no debe invisibilizarse; debemos distinguir entre los intereses de las oligarquías y los del pueblo. Por ello, para avanzar en esta dirección, es crucial fomentar la unidad coordinada, no solo del sur global, sino también de los trabajadores en el norte, para enfrentar los intentos de unipolaridad que ya no corresponden al siglo XXI y proponer rutas de liberación que superen la intentona supremacista que creímos erradicada tras la Segunda Guerra Mundial. 

Desde mi punto de vista, el momento MAGA es un intento desesperado por rebobinar la historia e imponer a EUA de nueva cuenta como soberano mundial, pero la realidad geopolítica ya es otra. La capacidad productiva de China combinada con la fuerza militar de Rusia han impuesto al menos una tripolaridad innegable que aleja cada vez más la posibilidad de retroceder en el tiempo. Por lo que el discurso de la unipolaridad solo es un eco del pasado sin bases materiales, esto es un punto de partida primordial para avanzar con confianza hacia un mundo multipolar y humanista. 

Fuente:

// Con información de SPR

Vía / Autor:

// Oscar Rojas

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Autor: lostubos
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