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El “Brother Jonathan” Trump

Por Francisco Villarreal

El guanajuatense don José Manuel Zozaya y Bermúdez fue el primer político mexicano en representar a México en Estados Unidos. Fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario del Imperio Mexicano, el de Iturbide. Aclaro, no el primer imperio sino el último. El ilegítimo e ilegal de Max y Carlota sólo existe en las ilusiones y los sueños húmedos de los conservadores, de antes y de hoy. A don José Manuel lo acompañó el coronel jarocho José Anastasio Torrens, forjado en las armas con don José María Morelos. Entre otras cosas y muchas cortesías, ambos fueron a decirle, léase “advertirle” al gobierno gringo que “El Imperio mexicano comprende el Reino conocido con el nombre de Nueva España, incluidas las Provincias de Yucatán y Tabasco, los Reinos de Nueva Galicia y Guatemala, y las Provincias Internas de Oriente y Occidente, sin excluir el Nuevo México y a las Californias Alta y Baja”. Sólo que los gringos entendieron que era una oferta inmobiliaria. Como nota curiosa, el coronel Torrens fue luego encargado de asuntos ante el gobierno de Colombia, pero sería expulsado por estar involucrado en una rebelión contra el presidente Simón Bolívar. ¿La razón? Bolívar fue nombrado presidente vitalicio, algo nada democrático, y Torrens desconfiaba de Bolívar por su política expansionista libertadora, que no libertaria. El coronel Torrens no estaría cómodo como diplomático en el gobierno de Trump.

El 26 de diciembre de 1822, el ministro Zozaya informaba al gobierno mexicano sobre su misión en Estados Unidos: “La soberbia de estos republicanos no les permite vernos como iguales sino como inferiores; su envanecimiento se extiende en mi juicio a creer que su Capital lo será de todas las Américas; aman entrañablemente a nuestro dinero, no a nosotros, ni son capaces de entrar en convenio de alianza o comercio sino por su propia conveniencia, desconociendo la recíproca”. Además, apuntaba que “En las sesiones del Congreso General y en las sesiones de los estados particulares, no se habla de otra cosa que de arreglo de ejército y milicias y esto no tiene sin duda otro objeto que el de miras ambiciosas sobre la Provincia de Texas”. Profético el ministro Zozaya. En ese entonces no existía el “Uncle Sam” sino el “Brother Jonathan”, una alegoría del estadounidense de la época que se originó en Nueva Inglaterra. Si bien representaría al nuevo país, su caracterización es… interesante: “Era un tipo maleducado y mal hablado: un patán, un fanfarrón, un rufián, un intolerante, un paleto y un embaucador”. Además era racista, xenófobo, supremacista… Guillermo Prieto lo ilustraría muy bien al describir la barbarie de la soldadesca estadounidense ocupando la Ciudad de México en 1847. O bien, basta con ver quién preside hoy al gobierno estadounidense para darnos una idea de cómo era ese personaje.

En estos tiempos, algunos “opinólogos”, ya bastante desprestigiados, destacan la potencia militar estadounidense que podría desatarse sobre México con el pretexto de los cárteles. Lo hacen más con esperanza que como preocupación. Es verdad que con un presidente tan “ideático” e imprevisible como Trump no se debe descartar cualquier amenaza. Pero tal vez sea mejor estar atentos más hacia sus objetivos políticos que militares y económicos. Hace un par de días, ante una “hipotética” intervención militar de Estados Unidos en Groenlandia, Jean-Noël Barrot, ministro de Relaciones Exteriores de Francia, dijo: “Eso no ocurrirá, nadie tiene interés en invadir un territorio de la Unión Europea”. Esto sucedió horas antes de la reunión del presidente francés, Emmanuel Macron, con la primera ministra danesa Mette Frederiksen, donde Macron confirmó la posición de Francia sobre la soberanía europea. La dama se reunió también con el primer ministro alemán, Olaf Scholz, quien opina igual que Macron, y con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, quien fue un poco más ambiguo al respecto. Sin embargo, Barrot también había asegurado: “Si Dinamarca pide ayuda, Francia estará allí. Las fronteras europeas son soberanas, ya sea al norte, al sur, al este o al oeste… nadie puede permitirse interferir en nuestras fronteras”. Menudo brete en el que se han metido en la Unión Europea y en la OTAN. Esta posición respecto a Groenlandia afirma también su postura respecto a los movimientos separatistas ucranianos en las fugaces repúblicas populares de Donestk, Lugansk y Járkov, que pretendían unirse a la Federación Rusa. Al mismo tiempo mete el freno de mano a un acuerdo de paz en Ucrania, puesto que Rusia no parece querer regresar a Ucrania esas y otras regiones ya ocupadas. Tampoco le facilita las cosas al “Gran Pacificador”, el frenético emperador de Estados Unidos, quien pretende imponer la paz, y todo indica que admitiría rediseñar el mapa de Ucrania a favor de Rusia. La Unión Europea, y la temblorosa OTAN, tendrían que enfrentar al todopoderoso patriarca de la ofensiva alianza defensiva del Atlántico Norte.

La guerra o la paz en Ucrania contiene también los indicadores de la nada sutil política expansionista del “Brother Jonathan” Trump en América, y de la posición al respecto de la Unión Europea, Rusia y China. Para nadie es un enigma la razón por la que Trump pretende cambiar de nombre al Golfo de México, ocupar Panamá, y anexar Canadá y Groenlandia. ¿Make America Great Again? La única opción para Trump sería la territorial, porque América es un continente y ya es grande, y porque Estados Unidos, que no es América, no es capaz de enfrentar con dignidad y equidad los retos sociales que tiene en su propio territorio. La cruzada antiinmigrante, sospecho que fue prediseñada por Stephen Miller, subdirector del Gabinete de Políticas de la Casa Blanca, un furioso supremacista de larga data como asesor del “Brother Jonathan” Trump. Esta es, y Trump debe saberlo, una batalla perdida. Podrán hacer purga de inmigrantes, pogromos, razzias, y hasta francas cacerías, pero no lograrán depurar a Estados Unidos de los millones de inmigrantes que ya están ahí. Trump y su camarilla lo saben, y eso me confirma que esta, junto con la larga lista de acciones, bravatas y órdenes ejecutivas, están diseñadas más bien para complacer y consolidar una base militante leal no al Partido Republicano sino al Partido Trump. Ni el popular y victorioso Julio César se hubiera atrevido a cruzar solo el Rubicón. No se trata de ideologías sino de lealtades. Pura y llana polarización radical, el germen de una guerra civil, y de cualquier guerra.

En recientes encuestas se apunta a una caída en la popularidad de Donald “Harkonenn” Trump. La encuesta FivethirtyEight señala que la aprobación popular a Trump al inicio de su gestión es de +7 puntos porcentuales, casi el más bajo para un nuevo presidente desde los años 50. El único que tuvo menor aprobación, con sólo +3.2 puntos porcentuales, ¡fue él mismo!, en su gestión del 2017. En general, en todas las encuestas, los estadounidenses rechazan la mayoría de las acciones de Trump en sus primeros días de mandato. Curiosamente, una de las “órdenes ejecutivas” peor vistas por los estadounidenses es el cambio de nombre al Golfo de México. Como diría la vieja canción latinoamericana: “Ni chicha ni limonada”; un “cuete cebado”, dirían en mi rancho. Pero en cualquier caso las encuestas, incluso así de desfavorables, son muy útiles para los “MAGA”, porque están definiendo una base militante obcecadamente leal, políticamente analfabeta, socialmente ciega… Una legión de “Brother Jonathan” operativamente útiles al imperio trumpista no para atacar al exterior sino para imponerse al interior.

Ahora bien, ¿alguien todavía espera que Trump no chantajee a México con los aranceles? Ya en su primera gestión jugó al tiro al blanco con municiones arancelarias, y comprobó que no funcionan para aliviar la devastada economía estadounidense. Si repite la misma amenaza, ahora contra múltiples frentes, me parece que entiende las consecuencias para los estadounidenses, pero no le importan; creo que le interesan más las consecuencias en los países “castigados”. No creo que “Brother Jonathan” Trump tome en serio las razones que él mismo esgrime para esos castigos. Tampoco hay manera de confirmar que se cumplan las condiciones que exige Trump, no hay acuerdos ni objetivos, sólo su olímpico criterio. Ni la economía interna, ni las drogas, ni la migración le importan un pepino, su propósito es simplemente “joder al vecino”, cimbrar la estabilidad de países bien seleccionados para reducir la confianza de esos pueblos respecto a sus gobiernos. Estoy seguro que tiene ya listas las franquicias “libertarias” para imponerlas y sojuzgar países, sus heraldos “salvadores” que intentarán replicar el modelo del vergonzoso vasallaje de Javier Milei. MAGA es una “grandeza” personal de “Brother Jonathan” Trump, no de Estados Unidos; alzarse contra China y Rusia, pero atrincherado en todo el Continente Americano como un enorme feudo… Repartir el mundo como si una pizza. Esto es una tarea a largo plazo, no bastan cuatro años. Por eso necesita otra reelección, u otra más, o las que sean necesarias; en su defecto… ¿qué tal inaugurar una presidencia hereditaria? Muy democrática, eso sí. Estoy seguro que Trump, no muy en el fondo, admira y envidia el poder y control social que son capaces de ejercer personajes como Vladimir Putin y Xi Jinping. Su sueño autoritario.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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