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Por Francisco Villarreal

“I heard Woodrow Wilson’s guns / I heard them in the harbor / Saying: Veracruz is dying”… cantaba Warren Zevon, una canción de su álbum “Excitable Boy”. La intervención militar de Estados Unidos en Veracruz y otros puertos de México, en abril de 1914, inició luego del ridículo “Tampico Incident”; se justificó por un supuesto embargo de armas contra en régimen de Victoriano Huerta; omitió la consigna del legislador republicano de Idaho William Borah, “Si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México, nunca será arriada”; concluyó en noviembre de 1914 al entregar el puerto al Ejército Constitucionalista y bajo la presión europea para involucrar a Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

El entonces presidente Woodrow Wilson describió así al presidente usurpador y magnicida que llegó al poder con un golpe de estado planeado desde la embajada de Estados Unidos: “Nuestro amigo Huerta es un divertido bruto. Se halla perfectamente en su carácter siempre. Es tan falso, tan socarrón, tan jactancioso -con la jactancia del ignorante principalmente- y, también, tan valeroso, tan resuelto, que forma una rara mezcla de debilidad y de fuerza, de ridiculez y de responsabilidad. En un instante se ansía su sangre, como un simple acto de justicia por lo que ha hecho, y al siguiente momento se sorprende uno mismo de abrigar una secreta admiración por su temple. No cejará hasta que no derribe la casa con él. Sólo quiere a los que le aconsejan lo que él quiere hacer y tiene frío plomo para los que le dicen la verdad. Es casi cuerdo y siempre imposible, y, sin embargo, qué luchador tan indomable por su propia fuerza…” Wilson parecería perfilar a un psicópata en el poder, el “Excitable Boy” de Zevon, muy similar a una descripción del Supremo Hierofante de MAGA.

Estamos todos muy distraídos con la imposición de aranceles a México y Canadá. Lo de China ya es rutinario. Tras las bravuconadas de Trump está una realidad que se trasluce más allá del alegórico muro del norte, como el de Game of Thrones, donde deambulan los caminantes blancos de MAGA y los “salvajes” migrantes. Pero la ficción del perezoso escritor de la saga, George R. R. Martin, es rebasada por la realidad estadounidense. Están metidos en una ratonera económica que cebaron durante décadas y que ahora tiene a ese gobierno reaccionando como la fiera atrapada que muerde sus patas para liberarse. El animal liberado será feroz, pero quedará inválido. El prejuicio del presidente, sus asesores y sus incondicionales, busca desesperadamente una salida rápida para una crisis que construyeron durante muchos años. Astutos, pero no inteligentes, intentan solucionarlo todo a través de la brutalidad, la fuerza, la amenaza, el terror… porque el ejercicio de las “órdenes ejecutivas” de Trump es simple y llanamente terrorismo, tan o más catastrófico que el atentado a las Torres Gemelas.

El Estados Unidos que pretende reivindicar Trump, no tuvo jamás esa grandeza de la que presume. Influyente a nivel mundial sí lo fue, pero ¿quiénes son ellos como nación en medio de las naciones? ¿Cómo usaron esa influencia? Me inclino por lo que el secretario de Relaciones Exteriores de Victoriano Huerta, José López-Portillo y Rojas, dijo al Senado al informar sobre la toma de Veracruz: “Los mismos, los mismos de siempre, los salteadores eternos, los ladrones eternos; son los mismos que volaron el Maine; son los mismos que cometieron el crimen de Filipinas, el crimen de Nicaragua; los mismos de todos los crímenes, que hoy hacen el crimen de México, que habrá de serles bastante pesado. Los Estados Unidos del Norte no son una nación, son una sociedad mercantil para robar naciones y nada más”. Como guerreros aliados destacaron en la primera y la segunda guerras mundiales, pero como agresores muchas veces han sido derrotados. Afganistán, por ejemplo.

En esta ocasión, Trump asume la presidencia minando un tratado comercial tripartita, el T-MEC, que él firmó y califico de histórico. No sé qué esperaba del tratado, que si bien benefició a los tres países, ahora resulta que no le gustan los resultados para su país. A México tampoco le convienen algunos puntos de ese tratado que, por ejemplo, pone en desventaja a los productores agrícolas mexicanos. ¿Qué no funcionó para Estados Unidos? Pues supongo que lo mismo que no funcionaba desde antes. La sede pontificia del Libre Comercio desplazó la bonanza productiva dentro del propio Estados Unidos de unas regiones a otras, hoy eras un emporio, mañana un despojo. Pero la libertad de las empresas para invertir buscando alternativas más redituables, hizo que empresas estadounidenses movieran sus centros de producción a otros países. Obviamente, si no lo produces dentro, lo compras donde lo haya. Barato, sí, pero afectará tu balanza comercial. Esto siempre ha sido así, y no es malo sino necesario, sólo que empieza a haber problemas cuando no tienes otras fuentes para generar la riqueza que necesitas para comprar lo que te falta, y los grandes capitales no abastecen al erario con sus impuestos. Entonces no te queda otra que pedir prestado. Y ahí está el presunto líder político y económico del mundo siendo el mayor deudor internacional… y sobre todo de su principal competidor y además enemigo ideológico: China.

Salvo algunos gobiernos satélites, subsidiarios, o tal vez franquicias de Estados Unidos, como Ecuador y Ucrania, ninguno se ha “aprovechado” de Estados Unidos. Tampoco es que Estados Unidos sea un dejado frente a la mínima afrenta, y ahí está el “Tampico Incident” para demostrarlo. Si hay que encontrar abusones culpables de la crisis económica en Estados Unidos, habrá que buscar entre sus grandes capitales, esos que se alinearon en la primera fila de la toma de posesión de Trump. El “dolor” que anticipa Trump para los ciudadanos a causa de los aranceles, entre otras cosas por un inminente aumento en los impuestos, no tocará a los potentados porque, robando una premisa neoliberal, son los que generan empleos y “merecen” reducción y hasta condonación de impuestos. Ridículo que a quienes tienen para pagar impuestos se les permita evadirlos, pero a quienes no tienen, se les obligue a pagarlos.

De cualquier manera que acabe este brete de los aranceles del enajenado presidente gringo, sigue siendo un enorme distractor a lo que él mismo está haciendo dentro del gobierno e instituciones fundamentales de Estados Unidos. Trump despliega una intensa operación interna para eliminar cualquier oposición, censura, vigilancia, que se le pueda imponer. Incluso llega a intentar usurpar funciones del Congreso, especialmente en la gestión de recursos para programas sociales. Lo que me recuerda a aquel discurso del general Mark A. Milley, quien afirmó: “No hacemos un juramento a un aspirante a dictador, no hacemos un juramento a un individuo, hacemos un juramento a la Constitución y hacemos un juramento a la idea que es Estados Unidos, y estamos dispuestos a morir para protegerla”. Parece que el general Milley ya vio lo que hay en la alacena de Trump y sabe lo que está cocinando. Porque si el chantaje de los aranceles no hacen regresar a las empresas ni impulsan la inversión extranjera, sólo quedan dos opciones: para alguien sensato, negociar con los países aliados; o bien, a la manera estadounidense más conocida, usar la fuerza militar.

Por lo pronto, el “excitable boy” de la Casa Blanca ha logrado una hazaña histórica: la confianza mundial en Estados Unidos, la poca que había, se ha pulverizado. Ni la palabra ni la firma de Trump valen un céntimo. Además, ha logrado que países como Dinamarca y Canadá se unan, dejando a un lado incluso sus diferencias internas. En México también han fortalecido la unidad en torno a la presidenta Claudia Sheinbaum, a pesar de que algunos medios de comunicación, periodistas, opinólogos y políticos, intenten imponer el trumpismo descaradamente. A algunos les han llamado “vendepatrias”, pero creo que la palabra más apropiada en este momento es Traidores. En la heroica defensa de Veracruz en 1914, no hubo huertistas o carrancistas luchando, todos eran sólo mexicanos. Lo que resulte de esta primera crisis con un presidente que ya despliega su cola de pavorreal de metralletas en nuestra frontera norte, lo que sigue, al menos durante cuatro años, debe ser un cambio radical en la diplomacia y tratos con Estados Unidos. Una relación basada en un pragmatismo estricto, pero nunca más en la confianza. Nunca más.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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